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La espiritualidad nos deshumaniza

Esta es una traducción libre del artículo Spirituality Is Inherently Dehumanizing: A Note From My Notes, por Alice Greczyn, publicado originalmente en su diario de notas Unaccountable el 21 de noviembre de 2023


La espiritualidad es inherentemente deshumanizadora. Nos ve como espíritus y no como los animales que somos, luchando contra los impulsos de nuestra biología con vergüenza y condena.

Cuando se habla de espiritualidad se utilizan palabras como trascendersuperarelevar e iluminar — todas ellas alusivas a la negación de la carne, por tomar prestado un calificativo cristiano de mi lengua materna.

Cuando se habla de ser animal se utilizan palabras como sucumbirdegradarmortificar y deleitarse — que aluden a una rendición ante lo que no debemos.

¿Según quién? ¿Nuestros dioses? ¿Nosotros?

¿No podemos ser, tal vez, un poco de misterio y de carne al mismo tiempo? En lugar de trascender nuestra biología, ¿no podemos encontrar la iluminación a través de ella?

Esto fue lo que más aprendí la vez que consumí DMT y “salí”, como sólo entenderán los que conocen la DMT: La iluminación se encuentra a través del cuerpo. No negándolo o trascendiéndolo. Es a través de nuestra composición celular, nuestra neuroquímica y hormonas, que experimentamos estados que suenan etéreos como “trascendencia”, “maravilla”, “asombro”. AMOR.

Es cuando nos negamos la comida que empezamos a alucinar. Es sometiéndonos a un frío extremo que podemos alcanzar una claridad mental antes desconocida. Es con la ayuda de la química de las plantas que alcanzamos percepciones profundas que nos cambian la vida.

Todo esto se hace a través del cuerpo. No más allá de él. No fuera de él. Puramente con el cuerpo.

El lenguaje espiritual tiende a minimizar el papel del cuerpo, llamándolo templo del alma, como si el alma fuera realmente lo que se libera o se explora o se “recuerda.” No, mis amores. Es el cuerpo. Tu cerebro. Tú. No algo fuera de ti que para alcanzar sólo necesitas negar a tu carne. Tú eres tu cuerpo. Tu cuerpo eres tú. Negar esto, y negarte a ti mismo el placer y la comida y la nutrición y el sexo y el descanso, es negar tu templo que no alberga espíritu alguno sino tu esencia celular, tu hermoso surtido genético de individualidad, que te hace ser .

La espiritualidad nos despoja de nuestra humanidad al pedirnos que “recordemos quiénes somos realmente”. Esto implica que no somos un hermoso amasijo simiesco, sino algo invisible e inalcanzable en nuestra forma mortal, pero a lo que deberíamos aspirar de todos modos.

Vaya chorrada. Qué maldición tan degradante, de tareas imposibles, que nos dispone a fracasar.

La espiritualidad adormece nuestra compasión y empatía diciéndonos que nos veamos mutuamente como almas en viaje anímico. Se me ocurren pocas cosas más crueles que creer que los demás sufren voluntariamente para que los que no lo hacemos podamos comprender la compasión, o tengamos la oportunidad de saldar nuestras propias deudas kármicas mostrando bondad a los que sufren y no reciben esa compasión. Me sobresalto ante semejantes teorías, y un escalofrío de alerta me recorre ante cualquiera que crea en semejante ignorancia destructora de la humanidad. Una negación tan insensible. Una cobardía desesperada.

Enfréntate a tu semejante. Ama a quien está aquí, no a lo que quieres ubicar fuera de la realidad.

Muchos dicen que la espiritualidad es lo que facilita la compasión, que ver a alguien como un alma es lo que les permite desprenderse de las transgresiones más bajas y ver a través de cualquier maldad o pecado hacia la “conciencia pura”, de “amor y luz” de quien reside más allá de la carne y los huesos.

No, amigos míos. Eso es maldad. Ese es el epítome de la no-aceptación, de la negación y del amor condicional.

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