Shanti Devi es el as bajo la manga que los proponentes de la reencarnación creen que tienen cada vez que uno expresa el más mínimo escepticismo ante la sugerencia de que los seres humanos nacemos en otro cuerpo una vez hemos muerto.
Shanti Devi nació en 1926 en Delhi (India), y durante sus primeros años de vida no hablaba. Sus padres llegaron a pensar que era muda, pero tras cumplir los cuatro años, Shanti empezó a hablar. Una de las primeras cosas que dijo fue que sus padres no eran sus verdaderos padres y que su casa no era su verdadero hogar; que ella recordaba su vida pasada.
A los seis años Shanti Devi huyó de casa, y al regresar empezó a decir que ella realmente era Lugdi Devi, y que vivía en la aldea de Muttra (la actual ciudad de Mathura, a 150 kms de Delhi). Según ella, estaba casada con un mercader de piel clara que usaba gafas y tenía una verruga en la mejilla izquierda. Cuando le preguntaron cómo se llamaba su esposo (o mejor dicho, su esposo en su vida pasada), Shanti Devi se negó a proporcionar un nombre hasta que hubo cumplido los nueve años. Entonces informó que su esposo en la vida pasada se llamaba “Kedarnath Chaube”.
Las afirmaciones de Shanti Devi sobre su reencarnación llamaron la atención de su profesor y el rector de la escuela, quienes la entrevistaron, y su interés se despertó cuando las respuestas de la niña incluyeron palabras del dialecto de Muttra. Esto llevó a que el rector de la escuela viajara a Muttra y buscara a un mercader Kedarnath Chaube de tez clara y con gafas, que fuera viudo de una Lugdi Shanti. ¡Y lo encontró! Más o menos: la persona que encontró se llamaba Kedar Nath Choubey, aunque esto fue suficiente para creer que él era la persona descrita por la niña.
Don Kedar le escribió a un familiar que vivía en Delhi para que visitara a Shanti Devi. En la visita, el familiar de Kedar se sorprende con todos los detalles que la niña dio sobre su supuesto viudo, dando por cierta su historia, así que se programa una visita del propio Kedar.
Para ponerla a prueba, cuando Kedar llegó a la casa de Shanti Devi se identificó como su hermano mayor, aunque Shanti reconoció de inmediato que era Kedar, y se echó a llorar. Con Kedar habían ido su hijo con Lugdi, y su tercera esposa. Supuestamente, Shanti también reconoció al hijo, a pesar de que habían pasado nueve años y Lugdi había muerto a los pocos días de haberlo dado a luz.
La popularidad del caso creció en el país, hasta llegar a oídos de ‘Mahatma’ Gandhi, quien estableció una comisión para que estudiara la veracidad de la historia. Esta publicó un informe en el que daban por cierta la reencarnación de Lugdi en Shanti, después de que entrevistaron a la niña, y la acompañaron en una visita a Muttra, en donde visitaron la casa de Kedar, y Shanti reconoció el lugar donde había escondido dinero (al revisar, no había dinero y Kedar confesó que lo había tomado después de la muerte de Lugdi). En Muttra, Shanti supuestamente también identificó cambios hechos al barrio y visitó la casa de los padres de Lugdi, a quienes aparentemente reconoció.
Esto fue suficiente para que el comité establecido por Gandhi determinara que Lugdi efectivamente había reencarnado en Shanti. Shanti Devi murió en 1987, y aunque se entrevistó en múltiples ocasiones con diferentes simpatizantes de la idea de la reencarnación, su supuesta experiencia de una vida pasada nunca fue puesta a prueba otra vez.
Este es, a grandes rasgos, el caso más sólido que presentan los defensores de la reencarnación. Tras examinarlo un poco, no es difícil encontrar explicaciones alternativas y más probables para las supuestas evidencias sobre las que descansa la noción de que Lugdi Devi reencarnó en Shanti Devi.
De hecho, ya hubo escepticismo al respecto cuando Shanti Devi estaba viva. Poco después de que la comisión de Gandhi publicara sus conclusiones, un escéptico llamado Shri Bal Chand Nahata se entrevistó con Shanti Devi y algunos de sus familiares, y publicó un folleto en hindi titulado Crítica de la Reencarnación, donde concluyó que “cualquiera que sea el material que se nos ha presentado, no nos permite concluir que Shanti Devi tenga recuerdos de vidas anteriores o que este caso demuestre la reencarnación“. (La crítica de Nahata fue objeto de una furiosa respuesta por parte del filósofo Indra Sen, miembro de una secta yogui nacionalista. Sen llevó a Shanti Devi a una sesión de hipnosis para que supuestamente recuperara recuerdos de su vida pasada.)
Ha transcurrido casi un siglo desde que el caso se hizo público, y a pesar de que los entusiastas de la reencarnación lo presentan en términos irrefutables, lo cierto es que la historia se encuentra con varios obstáculos si uno se detiene a analizar por un momento.
El primer gran obstáculo de la reencarnación —la de Lugdi Devi o cualquier otra persona— es la evolución: un alma inmortal, inmutable e indivisible simplemente no tiene lugar en una realidad en la que las poblaciones son cambiantes y están sujetas a mutaciones genéticas. (La evolución también plantea otros problemas para la noción de la reencarnación, como el del crecimiento demográfico, la exclusión de los mecanismos kármicos, y el hecho de que la conciencia sea una propiedad emergente de sistemas biológicos.)
Cuando Kedar conoció a Shanti, le preguntó cómo había podido reconocer al hijo suyo con Lugdi, y ella respondió que su hijo era parte de su alma, y que su alma reconocía este hecho. Esto no sólo atenta contra el dogma hindú del alma indivisible, sino que además plantea otro problema: en Muttra, Shanti Devi no pudo reconocer de inmediato a la madre de Lugdi, sino que creyó que era su tía, y rectificó más tarde.
Si un pedazo del alma de los padres pasa a ser parte de la de los hijos, facilitando su reconocimiento cuando uno de ellos reencarna, entonces Shanti Devi debería haber reconocido a la mamá de Lugdi tan fácilmente como reconoció a su hijo.
El segundo problema, como vemos, es que la historia ha sido sensacionalizada: detalles incómodos, como la excusa de la división del alma, o la inhabilidad de Shanti Devi de reconocer a la madre de Lugdi, son barridos bajo la alfombra, escondidos, matizados, o directamente omitidos por completo. No tenemos manera de saber cuántos de estos hechos que ponían en entredicho la historia de la reencarnación fueron suprimidos o pasados por alto en los 90 años en los que la historia de la supuesta reencarnación de Lugdi Devi en Shanti Devi ha sido contada y re-contada.
Y sabemos que hubo más ejemplos. Cuando el familiar de Kedar visitó a Shanti, ella dijo que en frente de la casa de Lugdi había una tienda (falso), que sus padres habían estado presentes cuando murió (falso), que no recordaba cómo murió, que no recordaba si Lugdi le había prestado dinero a alguien (sí lo había hecho), y que Lugdi usaba joyería (que es cierto, aunque la joyería de Lugdi era bastante particular y las respuestas de Shanti eran bastante genéricas, lo que es un clásico efecto Forer). Otro caso es el ejemplo del dinero escondido en la casa de Kedar: las mujeres en India tienden a tener alijos de dinero en las esquinas de los dormitorios, así que preguntarle si había escondido dinero y que ubicara el lugar de la casa equivale un poco a pedirle a una niña occidental que localice el lugar donde se ponen los cojines y almohadas extra en una casa a la que nunca ha ido — no es una hazaña de reencarnación, sino un test que cualquier persona que haya vivido en esa cultura va a a superar fácilmente.
Un tercer problema es que la comisión encargada por Gandhi parece haber sido más una jugada política que un honesto intento por descubrir la verdad. La comisión fue compuesta por L. D. Gupta, N. R. Sharma, y T. C. Mathur, todos miembros de la Liga Internacional Aria, una secta nacionalista hindú que estaba en conflicto con la población musulmana de India en el contexto de la lucha por la independencia. Tener una declaración oficial de que la reencarnación a la hindú era cierta le significó a la reaccionaria causa de Gandhi buen kilometraje político.
Shanti Devi viajó con ellos a Muttra, respondió sus preguntas, y después de esto ellos llegaron a la conveniente conclusión de que sus creencias religiosas quedaban plenamente legitimadas. Sus testimonios de que Shanti Devi reconoció a un familiar lejano de Kedar en la estación de tren, o de que supo indicarle a un conductor cómo llegar a la casa de Lugdi desde la estación son puestas en entredicho cuando había este gigantesco conflicto de intereses entre los miembros que conformaban la comisión y las afirmaciones preternaturales de Shanti Devi.
Lo que podría ser el tiro de gracia para la historia de Shanti Devi es el hecho de que en algunos foros en línea se menciona que tras la muerte de Shanti Devi salió a la luz que antes de que ella empezara a hablar de su supuesta vida pasada Kedar solía hacer negocios con las tiendas que quedaban en frente de la casa de la niña. Aunque no hay evidencia que sustente esta afirmación (por lo menos en inglés y español), para cualquier persona medianamente familiarizada con la historia tiene que ser abundantemente obvio que esta es una posibilidad mucho más factible que la noción de un alma que reencarnó.
¿Qué es más probable: que un mercader hacía negocios en la vecindad de una niña que luego supo dar su descripción, nombre y cómo se llamaba su esposa muerta, usando palabras del dialecto del pueblo donde vivía el señor, o que las almas existen y que la de una tipa muerta se apropió de una niña, llevándola a ‘recordar’ a su esposo y un puñado de otros detalles muy generales?
Sólo una de estas dos explicaciones es consistente con las leyes naturales. Por pura navaja de Ockham, la historia de la reencarnación de Lugid Devi en Shanti Devi queda descartada.
No sería descabellado pensar que Shanti Devi tenía cierta inclinación y habilidad natural para el mentalismo, que se le facilitaba leer expresiones faciales y lenguaje corporal, lo que le habría venido bastante bien al momento de demostrar la supuesta reencarnación. También es posible que ella misma se creyera su propia historia; al fin y al cabo, la persona más fácil de engañar siempre es uno mismo. El hecho de que Shanti Devi dedicara su vida adulta a la promoción del hinduismo, y que nunca se casara porque creía que ya había estado casada con Kedar, apunta a que ella sinceramente creía que era Lugdi Devi reencarnada.
Que ella se creyera la historia de su reencarnación no le da más credibilidad a la idea de que las almas se pueden trasvasar de un cuerpo a otro; y por el contrario es un desgarrador recordatorio del daño permanente que causa el adoctrinamiento infantil del que se valen las religiones. Vidas completamente desperdiciadas, al servicio de la superstición.
(imagen: Science is Dope)