Esta es una traducción libre del artículo The Muddling of the American Mind: Part I, por Andy Lewis. El artículo fue publicado en Quackometer el 23 de julio de 2022
¿En qué se equivoca Steven Novella sobre el sexo?
En un reciente post de su blog en Science Based Medicine, Steven Novella se pregunta “¿Qué dice realmente la ciencia sobre el sexo biológico?”. Sus motivaciones quedan bastante claras en los párrafos iniciales, donde quiere aclarar “conceptos erróneos” sobre el sexo que hacen que no sepamos cómo “abordar mejor a las personas que se identifican como transgénero o no binarias”.
Pero en lugar de aclarar los conceptos erróneos, Novella se mete hasta el cuello en argumentos engañosos sobre el sexo y no hace más que aumentar la confusión. En este artículo quiero mostrar en qué se equivoca Novella y sugerir algunas razones.
Hay muchos enredos. Pónganse el cinturón. Lo trataremos en dos partes. He aquí la primera parte.
Novella resume su argumento en un párrafo:
El sexo biológico no es binario
La noción de que el sexo no es estrictamente binario ni siquiera es científicamente controvertida. Entre los expertos es un hecho, una conclusión inevitable derivada de la comprensión real de la biología del sexo. Es más exacto describir el sexo biológico en los humanos como bimodal, pero no estrictamente binario. Bimodal significa que hay esencialmente dos dimensiones en el continuo del sexo biológico. Para que el sexo fuera binario tendría que haber dos extremos no superpuestos e inequívocos en ese continuo, pero es evidente que no los hay. En el medio hay todo tipo de solapamientos imaginables, por lo que es bimodal, pero no binario.
Se trata de una afirmación bastante extraordinaria por la sencilla razón de que ni un solo artículo de biología revisado por pares, escrito por un biólogo, ha afirmado nunca que el sexo se describa mejor como “bimodal”. Puede que haya artículos que caractericen las diferencias sexuales en varios rasgos (la cantidad de dimorfismo, etc.) como bimodales, pero no el sexo en sí. ¿Cómo puede Novella estar tan seguro al decir que la “bimodalidad” del sexo es incontrovertible entre los expertos cuando ni un solo experto lo ha dicho en su literatura primaria? Esto hay que explicarlo.
El caso de que el sexo es categórico y una dicotomía de masculino y femenino
Novella empieza aceptando que el sexo tiene dos “polos” — masculino y femenino. Para él, la dualidad del sexo existe al menos a cierto nivel.
¿Qué nos dice realmente la biología? ¿Qué argumentos podemos esgrimir a favor del “binario”? Dedicaré un poco de tiempo a este tema, ya que es fundamental comprenderlo.
El primer hecho que debemos reconocer es que el sexo es un mecanismo de reproducción evolucionado. Todo debe basarse en esta realidad reproductiva. Que Novella hable tan poco de reproducción en un artículo que pretende explicar “la ciencia del sexo biológico” debería ser una gran señal de alarma. De hecho, Novella trata de desechar este fundamento de la reproducción como “increíblemente reduccionista”, aunque no dice por qué ser reduccionista en este punto es algo malo, y opta en cambio por refugiarse en un equívoco de que el sexo también significa “el acto de la relación sexual”.
Así pues, el sexo tiene que ver con la reproducción. Pero no toda la vida se reproduce sexualmente. Algunos organismos sencillos simplemente se dividen en dos, o generan nuevas copias de sí mismos, llevando consigo una nueva copia de sus cromosomas. En algún momento de la evolución, quizá hace más de mil millones de años, ocurrió algo extraño: la reproducción requirió que dos individuos compartieran material genético para crear un nuevo organismo. A primera vista, esto parece el doble de ineficiente que crear una nueva copia de uno mismo, y ha sido objeto de mucha investigación. No vamos a analizarlo aquí — sólo tenemos que aceptar que casi toda la vida compleja pasa por un extraño ciclo vital de dos etapas.
La primera etapa es la somática, en la que un organismo está formado por muchas células complejas y diferenciadas que contienen dos copias de cada cromosoma — células diploides. Tú te encuentras ahora mismo en esta etapa del ciclo vital. A través del proceso de meiosis se produce la siguiente etapa de la vida, en la que se producen células individuales que contienen sólo una copia de cada cromosoma — las células haploides. Dos de estas células haploides, de diferentes progenitores (normalmente), se combinan para formar una nueva célula diploide que se reproduce por división ordinaria para crear un nuevo estadio somático, un nuevo organismo pluricelular.
Esta es la característica fundamental de la reproducción sexual: este proceso de replicación celular en dos etapas, una de las cuales requiere la combinación de dos células haploides. El número dos ya está profundamente integrado aquí con un aspecto funcional discreto. Pero esto no basta en sí mismo para dar lugar al concepto de masculino y femenino.
Lo masculino y lo femenino, como conceptos biológicos, surgen de otro desarrollo evolutivo bastante extraño. Los organismos empezaron a reproducirse únicamente mediante la combinación de dos tipos muy diferentes de células haploides — los dos tipos de gametos. Un gameto era masivo e inmóvil y el otro mucho más pequeño y móvil. Esto se denomina anisogamia. Se requiere de un gameto de cada tipo para la reproducción. Una vez más, los biólogos se preguntan por qué ocurre esto, pero parece ser un resultado inevitable si los distintos organismos intentan obtener ventajas reproductivas con gametos de distinto tamaño. Así, los sistemas biológicos asociados a gametos pequeños se denominan masculinos, y los asociados a gametos grandes, femeninos. La divergencia extrema en el tamaño de los gametos se asocia también con una divergencia extrema en la función. No hay gradiente de tamaños de gametos en una especie — es un sistema discreto, categórico y contable: y el recuento es exactamente dos. No existen productores evolucionados de tamaños intermedios de gametos, ni tipos de gametos de función mixta.
El último hecho que debemos tener en cuenta es que la evolución ha producido una serie de sistemas para apoyar la función masculina o femenina. En algunas especies, un individuo puede desempeñar el papel de macho o de hembra, ya sea simultáneamente (como los gusanos y las babosas) o secuencialmente (como el famoso pez payaso). Son los llamados hermafroditas. Pero casi todas las especies hacen otra cosa extraña y han evolucionado dos tipos de individuos en fase somática — un tipo sólo produce espermatozoides y el otro óvulos. Esto se denomina gonocórico en los animales (o dioico en las plantas.) A esto nos referimos cuando decimos que un organismo individual es macho o hembra. Un macho es un organismo que ha evolucionado por la vía somática asociada a los espermatozoides, y una hembra es un organismo que ha evolucionado por la vía somática asociada a los óvulos.
Ahora bien, estoy seguro de que Novella estaría de acuerdo con gran parte de lo que he escrito aquí — hasta esta última frase en la que parece rechazar esta dicotomía limpia de organismos masculinos y femeninos discretos y categóricos, en la que parece que podemos hablar objetivamente de las dos clases de individuos masculinos y femeninos. Por lo tanto, tenemos que ver las muchas razones por las que afirma que esto no es posible.
¿Qué se está diciendo al afirmar que “el sexo es bimodal”?
Steven Novella rechaza la idea de que el sexo sea “binario” y afirma que “ni siquiera es controvertido” que el sexo sea “bimodal”. Con ello afirma que podemos caracterizar el sexo de un organismo, no mediante una clasificación discreta, sino por algún nivel a lo largo de un continuo de masculinidad o feminidad. En esencia, no existe algo 100% masculino o femenino, sino que todos los organismos son una especie de amalgama de rasgos y funciones de ambos ideales. Sin embargo, es bastante difícil entender lo que Novella quiere decir con “bimodal”, ya que su explicación es, en el mejor de los casos, bastante imprecisa.
La cuestión es que una distribución bimodal no es una noción vaga, sino un tipo bien definido de distribución estadística que puede caracterizarse correctamente. El relato de Novella carece de esa caracterización y, en su lugar, da una serie de argumentos a su favor (que veremos más adelante). Novella no cita ninguna literatura científica de Biología que explique cómo es que el sexo es bimodal, sino que señala un diagrama tomado de la página web de un “empresario” de bienes raíces y criptomonedas, Cade Hildreth. Y, de hecho, los argumentos de Novella parecen muy similares a la confusa discusión de la página web de Hildreth. Hildreth también ofrece muchas más ideas “científicas” sobre los beneficios para la salud de las proteínas en polvo y los suplementos vitamínicos y minerales, y también afirma ser el fundador del “sitio de noticias sobre la industria de células madre más grande del mundo”. El sitio web de Novella también se interesa por estos temas, como las clínicas de células madre, aunque en todos los asuntos, salvo en la naturaleza del sexo, los puntos de vista de Novella y Hildreth divergen ligeramente.
Pero decir que una medida sigue una distribución bimodal es una afirmación muy precisa. Una distribución bimodal es una distribución de probabilidad de alguna medida de una población que tiene dos “modos” o valores más comunes.
La afirmación de que el sexo es bimodal sugiere que podemos realizar una medición de un individuo y utilizarla para ubicarlo a lo largo de una distribución. La pregunta más básica que se puede hacer sobre una distribución bimodal es “¿cuál es la medida que se está tomando y que conduce a esta distribución bimodal? Esto no se nos dice en el blog de Novella. Al menos, no una [medida] que defina “sexo”. Si vas a afirmar que “el sexo es bimodal” tienes que decir qué medida caracteriza al sexo. Nadie lo ha dicho nunca.
Podríamos, por ejemplo, ser ecólogos y tomar medidas del tamaño de los frutos de un árbol en una población de árboles similares. Lo normal es que veamos un “valor más probable” para el peso de un fruto: el peso promedio (o moda) del fruto. Si viéramos dos modas, por ejemplo de 80 g y 40 g, tendríamos que preguntarnos por qué. Los estadísticos nos dicen que una distribución bimodal indica que no estamos ante una única población, sino ante dos poblaciones distintas. En este caso, podríamos tener dos especies de ese frutal muy emparentadas, pero diferentes — una variedad “enana” y otra grande. Si fuéramos un ecólogo y capturáramos ratones de campo y los pesáramos, podríamos ver de nuevo una distribución bimodal. De nuevo, podríamos estar viendo dos especies diferentes de topillos. O que los topillos tienen un dimorfismo sexual significativo: los machos pesan más que las hembras por término medio — dos poblaciones distintas. Esto no significa que el sexo de los topillos sea bimodal, sólo que el peso de los topillos es bimodal porque hay dos poblaciones de distinto sexo. El sexo de los topillos sigue siendo muy categórico. El peso no define cuál es tu sexo — los topillos pesados no son necesariamente machos, sólo tienen menos probabilidades de serlo; el peso es una consecuencia de tener un sexo diferenciado — los machos tienden a ser más pesados. Este tipo de confusión conceptual es la base de gran parte del pensamiento de Novella. Lo analizaremos más adelante.
La confusión entre sexo y cariotipo
El primer argumento “matador” que se esgrime es habitual en los hilos de Twitter y en los blogs. Afirma que es falso pensar que existe un vínculo unívoco entre las configuraciones de los cromosomas sexuales y los sexos. Es decir, que XX “significa” femenino y XY “significa” masculino. Se trata de un hombre de paja, ya que ningún biólogo piensa así.
Los pares de cromosomas XX/XY en los humanos determinan el sexo. Hereda dos cromosomas X y, salvo errores genéticos, te desarrollarás como una hembra. Obtén uno X y uno Y y te desarrollarás por la vía masculina.
Hay matices que debemos cubrir, por supuesto.
La naturaleza ha proporcionado abundantes mecanismos de determinación del sexo que dan lugar a machos y hembras. En las aves, diferentes conjuntos de cromosomas determinan el sexo masculino y femenino: el mecanismo ZZ/ZW, en el que ZW da lugar a aves hembras que ponen huevos. Los cocodrilos utilizan la temperatura ambiental para alternar entre el desarrollo de machos y hembras. No existe un vínculo necesario entre XX/XY y machos y hembras. Pero de todos estos mecanismos, sólo resultan machos y hembras, por las razones expuestas anteriormente.
También existen anomalías cromosómicas en las que, por ejemplo, un macho puede tener una copia extra del cromosoma X. Su cariotipo es XXY. Sin embargo, sigue siendo masculino. Estas anomalías, o aneuploidías, no sólo se dan en los cromosomas sexuales. La mayoría son mortales para el embrión. La más frecuente se da quizás en el cromosoma 21 y causa el síndrome de Down. Una copia extra del cromosoma 21 provoca importantes problemas de desarrollo. Las aneuploidías de los cromosomas sexuales, como el síndrome XXY (de Kleinfelter), también pueden provocar una serie de problemas de desarrollo, como retrasos en el aprendizaje, dificultades en el aprendizaje del lenguaje y dificultades en el desarrollo motriz. Pero, de nuevo, cada aneuploidía sólo da lugar a machos o hembras según el tipo. Con el síndrome XXY, algunos machos pueden incluso seguir siendo fértiles como machos. Su sexo es inequívocamente masculino.
Tales anomalías cromosómicas no dan lugar a un “espectro de sexos” y definitivamente no nos llevan a concluir que el sexo es “bimodal”. Los datos de estos individuos no pueden utilizarse para mostrar una distribución estadística del sexo. Las personas son masculinas o femeninas. Unos pocos también tienen una rara aneuploidía. Esta noción, de nuevo, es un enredo conceptual fundamental sobre qué es un sexo.
La confusión entre sexo, dimorfismo y variación morfológica
La siguiente confusión se refiere a la naturaleza del dimorfismo sexual. A menudo se afirma que el hecho de que muchos rasgos basados en el sexo muestren una distribución bimodal significa que el propio sexo es bimodal. Como vimos con nuestro ejemplo del topillo campesino, es posible medir una distribución bimodal en alguna medida ligada al sexo (como el peso de nuestros topillos) y aún así tener categorías de sexo diferenciadas.
El dimorfismo sexual describe el grado de diferencia morfológica entre los dos sexos. Algunas especies son muy dimórficas — con increíbles diferencias entre machos y hembras (como el pez rape). Otras especies muestran pocos indicios externos para diferenciar entre machos y hembras. En las aves vemos las diferencias extremas de plumaje entre pavos reales y pavas reales. Sin embargo, en otras especies, el ornitólogo tiene verdaderos problemas para saber si está ante un macho o una hembra. El buitre leonado es casi indistinguible, pero hay sutiles diferencias poblacionales en la envergadura de las alas, la longitud del pico, etc. que dan pequeñas pistas si se mira con suficiente atención. No obstante, tanto los pavos reales como los buitres tienen machos y hembras bien diferenciados y categóricos, a pesar de nuestra ignorancia práctica a la hora de sexar a estos últimos. Los buitres parecen saberlo — que es lo que importa, por supuesto. Un buitre macho es tan macho como un pavo real macho, aunque no le dé mucha importancia.
Los humanos tenemos un dimorfismo sexual significativo, pero moderado. Entre nuestra familia de simios, podemos ver las enormes diferencias entre machos y hembras de gorilas y orangutanes, y los rasgos casi idénticos del gibón. Los humanos parecen situarse en el medio.
Sin embargo, el dimorfismo perfecto es raro en cualquier rasgo. Hay mujeres muy altas (he trabajado mucho en los Países Bajos). Hay hombres con manos pequeñas. Pero ser un macho de manos pequeñas no te convierte en un macho inferior dentro de algún tipo de espectro. Un macho es un macho independientemente del tamaño de sus cosas. La variación morfológica no crea un espectro del sexo y las distribuciones bimodales de los rasgos relacionados con el sexo no hacen que el sexo sea bimodal. La idea de que eres un ser humano menos femenino por tener el pecho más plano es tan ofensiva como suena.
La dicotomía del sexo no es equivalente al dimorfismo en el sexo. Se trata de dos conceptos diferentes. El hecho de que el dimorfismo pueda ser bajo en los humanos no significa que la dicotomía del sexo esté debilitada.
La confusión entre sexo, mutaciones e intersexualidad
Dejando a un lado las variaciones en el número de cromosomas, Novella nos dice que las mutaciones genéticas pueden crear individuos “intersexuales”. Empieza diciendo que “los individuos XY con copias adicionales del gen WNT4 pueden desarrollar genitales y gónadas atípicos, así como un útero y trompas de Falopio rudimentarios” y señala un artículo que lo describe, pero se olvida de decir que estos individuos son ratones.
Pero sí es cierto que las mutaciones genéticas, las duplicaciones de genes, las transposiciones y las supresiones pueden afectar gravemente al desarrollo sexual. Quizá un ejemplo bien conocido sea el de la atleta Caster Semenya.
Semenya padece una enfermedad genética conocida como deficiencia de 5α-Reductasa 2, causada por una mutación en el gen SRD5A2. Esta mutación puede darse tanto en hombres como en mujeres, pero sólo afecta negativamente a los machos. Semenya es macho y padece la denominada condición “intersexual” de deficiencia de 5α-Reductasa 2.
Lo que le ocurre a un macho con esta afección es esencialmente que su pene se desarrolla poco en el útero. Al nacer, sus genitales tienen un aspecto superficialmente femenino. No obstante, el pene, aunque muy pequeño, tiene las estructuras asociadas a un órgano masculino. Sin embargo, a medida que el niño crece, experimenta una pubertad masculina bastante normal y su pene puede aumentar de tamaño. (La pubertad masculina es lo que da ventaja deportiva a Semenya.) Algunos machos con esta afección pueden incluso ser fértiles. En los poblados sudafricanos de la época del apartheid, era poco probable que un bebé con esta afección recibiera un diagnóstico médico adecuado, por lo que se le criaba como si fuera una mujer. Sin embargo, es posible que tengan una “identidad sexual” femenina porque han sido mal informados y probablemente engañados en su vida posterior.
Este trastorno es excepcionalmente raro y sólo se han registrado unos cientos de casos. Sin embargo, Novella nos da la impresión de que los nacimientos “intersexuales” son muy frecuentes.
Novella cita una cifra del 2% de “intersexuales” de un artículo titulado “How Sexually Dimorphic Are We? Review and Synthesis” (¿Qué tan sexualmente dimórficos somos? Revisión y síntesis) de M Blackless et al, 2000.
Se trata de un curioso artículo que parece basar sus afirmaciones en algunos supuestos dudosos y poco científicos: que existe un “ideal platónico” de hombre y mujer y que los humanos muestran un “dimorfismo sexual absoluto”. Ambos son argumentos absurdos.
La autora principal, Melanie Blackness, parece no haber dejado rastro en el mundo, con sólo esta cita en la literatura a su nombre, y ninguna mención en las páginas del personal de la universidad afiliada citada. Sin embargo, la autora asociada es mucho más conocida: Anne Fausto Sterling.
Fausto Sterling abandonó una temprana carrera en biología para unirse a la multitud de los “Estudios de Género”. Desde entonces ha publicado varios ensayos y libros con afirmaciones excéntricas como que existen “cinco sexos” (afirmación de la que más tarde parece retractarse diciéndonos que escribió su trabajo con “ironía”).
Sin embargo, ella es la responsable de dar a conocer al mundo la idea de que alrededor del 2% de la población es “intersexual”. Fausto-Sterling, más que nadie, es responsable de introducir la tontería de moda de que el sexo es un continuo y “bimodal”. Ella publicó estas ideas en forma de libro (no revisado por pares) y fueron rápidamente demolidas como tonterías. Su cifra (más exacta) del 1,7% de “intersexuales” sólo se puede obtener incluyendo un gran número de enfermedades en las que no hay ninguna ambigüedad sobre el sexo — los pacientes son inequívocamente masculinos o femeninos. La gran mayoría de ese 1,7% procede de la hiperplasia suprarrenal congénita de aparición tardía, que representa el 1,5% del total. También se incluyen las numerosas aneuploidías, como el síndrome de Kleinfelter, en el que, de nuevo, no existe ambigüedad de sexo. Incluso mutaciones raras como la de Semenya no dan lugar a un sexo ambiguo, sino sólo a la posibilidad de no reconocer correctamente el sexo al nacer.
Fausto Sterling ha politizado el término “intersexual”. Lo ha transformado de un término coloquial y arcaico para designar diversas condiciones de desarrollo excepcionalmente raras en una “identidad”. Ahora ha pasado a formar parte del movimiento juvenil identitario, en el que la gente coopta el término como expresión de la llamada “identidad de género” sin tener ningún diagnóstico médico. Se ha llegado a un punto tal que si alguien en Internet se describe a sí mismo como “intersexual” es probable que no tenga ningún diagnóstico médico ni ninguna razón para dudar de que no es directamente macho o hembra.
¿Qué queremos decir con “ambigüedad en el sexo”?
Pero puede haber algunos nacimientos en los que exista una auténtica ambigüedad o dificultad para reconocer el sexo. Entonces, ¿cuál es la naturaleza de esta ambigüedad? ¿Cuándo podemos decir que una persona tiene efectivamente ambigüedad en su sexo?
Hemos visto que cuando decimos que un organismo tiene un sexo, lo que queremos decir es que se ha desarrollado por una de las dos vías evolucionadas que admiten uno de los dos tipos de gametos. Esto nos permite clasificar en principio a cualquier individuo de una especie gonocórica (un sexo por individuo) como macho o hembra. Debemos observar qué anatomía reproductora se ha desarrollado: ¿está asociada a los espermatozoides o a los óvulos? También hemos visto que hay una gran variedad de condiciones de desarrollo, mutaciones y problemas cromosómicos que siguen dando lugar a sexos totalmente inequívocos porque siguen mostrando un desarrollo a lo largo de una única vía de anatomía reproductiva.
Podríamos tener una ambigüedad genuina si hay una mezcla del desarrollo de órganos y tejidos masculinos y femeninos en un individuo. Y Novella señala que este tipo de desarrollo puede darse. Él dice que hay individuos con ovotestículos que producen tanto óvulos como espermatozoides (pero se olvida de decir que los individuos en el documento que señala son langostinos y langostas — hay algo tan propio de Jordan Peterson aquí).
Pero el término “ovotestículos” también se aplica a algunos trastornos médicos muy poco frecuentes en los seres humanos, en los que las gónadas pueden tener un desarrollo mixto. Analicémoslo. Aunque ya hemos visto que decir que “el sexo es bimodal” no tiene ninguna definición formal ni ningún parámetro formal para definir el “sexo”, y por lo tanto no tiene sentido, podríamos permitir que Novella diga que la idea bimodal es más bien metafórica por naturaleza, y que las personas que nacen con ovotestículos “caen en el medio”.
En primer lugar, hay que señalar que ese “desarrollo mixto” es excepcionalmente raro, y que el trastorno ovotesticular sólo se ha documentado en unos 500 casos. Estamos muy lejos de la cifra exagerada de Fausto Sterling del 2% de la población.
El desarrollo de sexos mixtos es excepcionalmente raro porque la evolución ha conseguido que el desarrollo disponga de mecanismos para garantizarlo. Un embrión en crecimiento estará malgastando recursos si desarrolla órganos y tejidos que no pueden contribuir a la reproducción futura. El artículo de Novella sobre los ratones (arriba) trata en realidad de un gen que parece estar implicado en la supresión del desarrollo cruzado de sexos. En pocas palabras, el desarrollo de nuestra anatomía reproductiva no es en absoluto una mezcla de órganos y tejidos de partes masculinas y femeninas que pueda dar lugar a una cantidad suficiente de partes de un sexo para que un individuo sea fértil y se reproduzca. Por el contrario, se trata de una cascada de acontecimientos genéticos estrechamente regulados a lo largo de una vía que pone todo el esfuerzo de desarrollo en el desarrollo masculino o femenino. Por eso casi todo el mundo acaba siendo inequívocamente macho o hembra, incluso cuando se dan condiciones de desarrollo significativas. El desarrollo masculino y femenino son mutuamente antagónicos.
En muy raras ocasiones, y por razones que no se comprenden bien, los controles de este desarrollo cruzado de sexos pueden fallar y el desarrollo de tejidos que debería estar suprimido comienza a crecer. Es un poco como un cáncer en el que fallan los mecanismos normales de regulación del crecimiento. Y, de hecho, el trastorno ovotesticular se asocia a neoplasias malignas de estos tejidos, por lo que a menudo se extirpan quirúrgicamente poco después del diagnóstico para evitar cánceres letales.
Lo que no se observa es un individuo que sea fértil a la vez como macho y como hembra. Si es fértil, lo será en un solo sexo. El tejido mixto suele estar poco desarrollado. Ningún ser humano es realmente hermafrodita (en el sentido biológico de ser capaz de reproducirse como hombre y como mujer). Por desgracia, la medicina también utiliza el término “hermafrodita verdadero” para describir a las personas con estos trastornos tan poco frecuentes. No te dejes engañar por este equívoco.
Entonces, a pesar de este desarrollo entre sexos, ¿podemos decir qué sexo tiene una persona? Es una pregunta compleja, ya que se trata de trastornos tan raros y con tantas causas y resultados diferentes que no es fácil hacer una afirmación general. Los médicos publican informes de casos individuales en los que puede estar claro que una persona ha tenido un desarrollo predominantemente de un sexo y en cuyo caso podemos estar seguros de llamar a alguien macho o hembra. Si existen individuos en los que el desarrollo sexual es tan mixto que una clasificación de este tipo carece intrínsecamente de sentido es objeto de debate.
Resumen de la Parte I
Steven Novella parte con la intención política explícita de mostrar cómo las personas con identidades trans se sitúan en el centro de una “distribución bimodal del sexo”. Según él, esta caracterización del sexo está establecida y no es controvertida.
Lo que hemos visto es que la biología entiende que el sexo es una dicotomía estricta de masculino y femenino basada en la anisogamia (dos tipos distintos de gametos). Ningún artículo de biología revisado por pares ha caracterizado nunca el sexo como bimodal ni ha mostrado cómo crear esta distribución estadística a partir de datos medidos sobre el sexo. En el mejor de los casos, la idea bimodal es una metáfora. En el peor de los casos, es un disparate sin sentido. La idea no procede de la ciencia biológica, sino de académicos de “estudios de género” con agendas políticas explícitas.
Hemos visto cómo, para apoyar la idea bimodal, se esgrimen diversos argumentos engañosos sobre el sexo. Vemos confusiones sobre la determinación del sexo y los cariotipos. Vemos confusiones entre el sexo y los trastornos del desarrollo. Se confunde la naturaleza continua y variada del dimorfismo en las especies con la naturaleza categórica del sexo. Vemos cómo se utilizan ambigüedades excepcionalmente raras del desarrollo sexual para justificar la idea de que no podemos clasificar a ninguna persona con rigor u objetividad.
En la Parte II veremos cómo Novella acelera el ritmo e introduce nuevas confusiones y mezclas entre sexo y sexualidad, sexo y expresiones de género, cómo se explota la controversia sobre el dimorfismo cerebral y cómo las ideas incoherentes de “identidad de género” enturbian el panorama. Por último, abordaré el porqué existe esta enorme confusión. ¿Qué está pasando para que tanta gente crea cosas que simplemente no se expresan en la biología primordial verdadera? ¿Cómo llegó Novella a escribir semejante maraña de disparates?