A la psicología evolucionista no le faltan malquerientes y detractores, pues sus postulados ofenden no sólo la superstición teísta, sino que también demuelen la superstición de la tabla rasa que, al igual que su contraparte religiosa, no deja de asomar la cabeza a pesar de haber sido rebatida exitosamente desde hace años.
Uno de los argumentos más populares contra la psicología evolucionista es que no es más sino una colección de cuentos o historias “precisamente para eso” (just so stories), o sea afirmaciones ‘evolutivas’ fabricadas para explicar diferentes comportamientos. Algo como “los seres humanos evolucionamos precisamente para eso“. El corazón de este argumento radica en que la psicología evolucionista no estaría a la altura de cualquier disciplina científica que se respete, capaz de hacer predicciones, sino que en cambio es una colcha de retazos de explicaciones convenientemente confeccionadas ad hoc, después de descubierto el comportamiento — normalmente, una conducta que no está bien vista por la ortodoxia moral del siglo 21. Básicamente, es degradar la psicología evolucionista de campo científico respetable a filosofía.
Hay dos motivos por los que todos los que se han sumado a la cruzada contra la psicología evolucionista llevan las de perder —y en algunos casos hasta nos han dado la satisfacción de verlos hacer el ridículo en público—: primero, porque nunca se han molestado en sustentar empíricamente su afirmación; y segundo, porque en el instante en el que la psicología evolucionista ofrezca una predicción que luego sea confirmada por los datos, se termina el juego.
Pues bien, ese momento ha llegado — el profesor Laith Al-Shawaf de la Universidad de Colorado ha publicado cuatro ensayos sobre psicología evolucionista en los que ofrece explicaciones y despeja malentendidos sobre esta disciplina científica. El tercer artículo es precisamente sobre el poder predictivo de la psicología evolucionista, y está a rebosar de ejemplos de comportamientos que fueron predichos por la psicología evolucionista y luego confirmados empíricamente — el sitio La nueva Ilustración Evolucionista (que no puedo recomendar lo suficiente), tiene la versión en español completamente traducida; aquí un extracto (ligeramente editado para facilidad de lectura):
Sobre la ira
Pongamos por caso, la ira.
Una teoría de psicología evolucionista sugiere que la ira habría evolucionado como una táctica de negociación para persuadir a los demás de que uno debía recibir un trato mejor. Al sentir que alguien no valora lo suficiente el bienestar de uno, uno se enfada en un intento (inconsciente) de convencer al otro de que ponga más énfasis en su bienestar. En un lenguaje teórico, intenta que actualicen la “relación de compensación de bienestar” hacia él —cuánto valoran su bienestar en relación con el propio— y le traten mejor en el futuro.
Para nuestros propósitos, esta teoría es interesante porque hace predicciones claras a priori sobre (1) los factores que desencadenarán una mayor ira en las víctimas de malos tratos, y (2) el modo en que la parte culpable tratará de apaciguar a la víctima.
Contextos que desencadenan la ira
Cuando alguien sufre un agravio, ¿qué circunstancias deberían despertar una mayor ira? De acuerdo con la teoría, deberían ser aquellas circunstancias en las que resulta más claro que la parte culpable del agravio no repara en el bienestar del agraviado. El caso más evidente y conmovedor se da cuando el culpable sabe exactamente a quién perjudica, inflige un gran coste a su víctima y apenas obtiene beneficio de sus actos. Dicho de otra forma, la teoría predice que las víctimas se enfadarán más (1) cuando sean el objetivo específico del culpable, (2) cuando hayan sufrido más y (3) cuando el culpable sólo se haya beneficiado ligeramente.
Obsérvese lo contraintuitivo de la última predicción: ¡las víctimas estarán menos enfadadas cuanto más se haya beneficiado quien les ha perjudicado! Esta predicción resulta desconcertante, pero se desprende de la teoría evolucionista de la ira.
Si el culpable no saca mucho con perjudicar a otro significa que está dispuesto a hacerle daño incluso por un pequeño beneficio, lo que implica que se preocupa por él incluso menos que si estuviera dispuesto a dañarle a cambio de un gran beneficio personal. En términos teóricos “tiene una peor relación de compensación de bienestar hacia él”. Tal y como se predijo, los experimentos llevados a cabo sobre esta cuestión en seis culturas distintas demuestran que estas circunstancias son precisamente las que desencadenan la mayor ira en las víctimas.
La naturaleza de la disculpa del culpable
Esta teoría también hace intrigantes predicciones a priori sobre las disculpas del culpable. Predice que los culpables tratarán de aplacar la ira de las víctimas alegando (1) que no tenían por objetivo específico a la víctima (por ejemplo, si estaban haciendo una broma a un grupo de personas, no sabían quién sería su víctima en particular), (2) que pensaban que para la víctima el coste sería bajo, y (3) que para ellos el beneficio obtenido sería elevado.
Como en el caso anterior, esta teoría evolucionista generó estas predicciones a priori, y como antes, las tres predicciones resultaron respaldadas por experimentos transculturales.
Presten atención de nuevo a lo sorprendentemente contraintuitiva que es la última predicción: cuando intentan calmar la ira de sus víctimas, los culpables les aseguran que obtuvieron mucho de su fechoría. Este tipo de disculpa parece una broma; parece violentar el sentido común. Pero se predijo a priori de acuerdo con una clara lógica evolucionista y fue posteriormente respaldada por los datos. E igual que los otros hallazgos, también era algo por completo desconocido antes de que se realizaran los experimentos. Es todo lo contrario a una narrativa ad hoc.
Sobre el asco
No es sólo la ira, desde luego: las teorías evolucionistas disponen de un poder predictivo similar en otras áreas de la psicología.
Consideremos ahora las siguientes predicciones evolutivas sobre el asco, todas ellas realizadas a priori: 1) el asco se desencadenará con mayor fuerza en la gente frente a objetos ante cuya exposición exista un mayor riesgo de contraer una infección, 2) en el embarazo, las mujeres sentirán más asco durante el primer trimestre en comparación con el segundo y el tercero, 3) las personas que desde su nacimiento hayan vivido en regiones del mundo con mayor incidencia de enfermedades infecciosas serán menos extrovertidas, menos abiertas a nuevas experiencias y estarán menos interesadas en el apareamiento ocasional a corto plazo que aquellos otros que crecieron en regiones relativamente libres de patógenos, 4) las diferencias transculturales en la prevalencia de patógenos predecirán las diferencias transculturales en la mentalidad individualista-colectivista, 5) aquellas personas con una mayor propensión a las relaciones casuales sentirán menos asco, 6) provocar experimentalmente la sensación de asco, reduce el interés en apareamientos casuales, 7) la gente sentirá menos asco hacia su propia descendencia (y los desechos corporales de ésta) que hacia la de otros (y sus correspondientes deshechos) y 8) si se expone a las personas la amenaza de una enfermedad, esto producirá una serie de cambios psicológicos y fisiológicos en ellos que reducirán la probabilidad de infección, entre otros a) la liberación de citoquinas proinflamatorias, b) el retraimiento conductual, c) la disminución temporal de apertura a nuevas experiencias y d) la reducción del deseo de relacionarse con las personas. Todas estas predicciones se generaron antes de comprobarse los hechos, sobre la base de un razonamiento evolutivo, y todas fueron posteriormente apoyadas por los datos.
Nótese que algunos de estos descubrimientos probablemente podrían haberse predicho sin el razonamiento evolutivo. Pero para otros habría sido más difícil. Y para otros hubiera resultado casi imposible.
Pero lo más destacable aquí es que en ninguno de estos ejemplos se observa que se haya inventado una explicación evolutiva a posteriori para ajustarse a los datos existentes.
[…]
Teoría de la gestión de errores
Un ejemplo final de la capacidad de predicción del pensamiento evolucionista procede de la Teoría de la Gestión de Errores, que se centra en la evolución de los sesgos cognitivos. La Teoría de la Gestión de Errores sugiere que, en los escenarios de toma de decisiones, se pueden cometer dos posibles tipos de error: un error de tipo I (un falso positivo) o un error de tipo II (un falso negativo). Si un tipo de error es más costoso que el otro, y esta asimetría de costes se repite a lo largo del tiempo evolutivo, entonces la especie en cuestión desarrollará mecanismos neurocognitivos que se inclinen adaptativamente a cometer el error más seguro. Dicho de otro modo, los cerebros de los animales funcionan según una lógica similar a la de las alarmas de incendio diseñadas por los seres humanos: están estructurados para bascular hacia el error menos costoso porque esto minimiza la probabilidad de cometer el error más catastrófico.
Esta sencilla teoría evolucionista nos lleva a nuevos descubrimientos en áreas como la cognición social, la percepción visual y auditiva y la función inmunitaria.
Por ejemplo, la teoría predice que cuando las personas miran al suelo desde un punto elevado, como una colina empinada, sobrestimarán sistemáticamente su distancia al suelo, porque esto es más seguro que subestimarla, algo que podría llevar a una falta de precaución y a una caída letal. Esta predicción está verificada por los datos, al igual que la predicción suplementaria de que este sesgo de estimación de la altura se atenuará cuando la gente esté mirando hacia un precipicio desde abajo (porque no es tan peligroso cuando se está abajo), así como la predicción a priori notablemente precisa de que el sesgo de sobreestimación de la altura se aplicará a la verticalidad del entorno, pero no a la verticalidad retiniana (porque sólo la verticalidad del entorno está relacionada con el riesgo de caída). Debemos nuestro conocimiento de estos fascinantes descubrimientos al razonamiento evolutivo que condujo a estas predicciones —predicciones que no existían antes de que los investigadores pensaran en abordar el problema desde una perspectiva explícitamente evolucionista.
La lógica de la Teoría de la Gestión de Errores también predice que las mujeres heterosexuales, en promedio, mostrarán un “sesgo de escepticismo sobre el compromiso”.
La idea es que, en promedio, sobrestimar la intención de compromiso de un pretendiente era más costoso para nuestros ancestros homínidos que subestimarla, por lo que la teoría predice que las mujeres modernas mostrarán un sesgo medio hacia la subestimación de la intención de compromiso de los potenciales compañeros. Los datos confirman esta predicción hecha a priori, al igual que la predicción complementaria de que las mujeres posmenopáusicas no presentarán este sesgo. Se necesitan más datos para poner a prueba esta predicción en diferentes culturas y para averiguar qué contextos aumentan o disminuyen el sesgo (o lo anulan o invierten), pero los resultados iniciales parecen prometedores hasta ahora.
Siguiente: la lógica de la gestión de errores predice que mostraremos un sesgo auditivo de anticipación. En concreto, la teoría sugiere que percibiremos que los sonidos que se acercan están más cerca de lo que realmente están, y que llegan más rápido de lo que realmente lo hacen. Esto se debe a que el error más seguro es estar preparado prematuramente para un peligro que se aproxima, antes de que sea demasiado tarde. De hecho, los estudios demuestran que los seres humanos muestran este sesgo auditivo de aproximación, al igual que los monos.
Los estudios también confirman que, tal y como se predijo, percibimos los sonidos que se acercan como si estuvieran más cerca que los sonidos equidistantes que se alejan.
La misma teoría también predice que las personas perciben que los sonidos que se acercan se mueven más rápidamente que los que se alejan, aun cuando en realidad se estén moviendo a la misma velocidad. Los datos también confirman esta predicción.
Esta teoría también permite hacer una nueva predicción sobre las diferencias de sexo en el sesgo auditivo de anticipación, así como a una predicción adicional sobre lo que ocurre cuando a las personas se les presentan los sonidos de diferentes tipos de vocalizaciones infantiles (risa frente a llanto), ambas confirmadas por los datos.
Por último, los individuos con peores condiciones físicas necesitarán más tiempo para escapar de una amenaza que se aproxima, por lo que tienen un sesgo auditivo más pronunciado que los individuos con mejores condiciones físicas, exactamente como predice la teoría.
A estas alturas, el lector se habrá dado perfecta cuenta de que muchos de estos resultados son contrarios a la intuición y no el tipo de resultado que se podría predecir a partir del sentido común. Pues bien, algunos, quizá incluso la mayoría de estos resultados, habrían quedado sin descubrir si no fuera por el razonamiento evolucionista que generó las hipótesis en primer lugar. E incluso si de alguna manera esa afirmación fuera incorrecta, lo que sí es completamente inequívoco es esto: que estas hipótesis se generaron a priori y luego llevaron a nuevos descubrimientos sobre el funcionamiento de la mente. Definitivamente, no implicaron trabajar hacia atrás a partir de los datos existentes hasta llegar a una narrativa de historias convenientes.
[…]
[P]odríamos haber discutido sobre cómo el pensamiento evolucionista nos encamina a nuevas predicciones sobre el orgullo, la vergüenza, el hambre, la gratitud, los celos, las preferencias políticas por los líderes, los universales en las preferencias de pareja, las diferencias culturales en las estrategias de apareamiento, la reputación, el ánimo punitivo hacia los criminales, el voluntariado caritativo, el apoyo a la redistribución económica, el moralismo de las personas que renuncian a ayudar a producir bienes públicos, la “eliminación” de la raza, nuestra capacidad para resolver problemas matemáticos enmarcados en términos de frecuencia frente a probabilidad, qué tipo de condiciones mejoran nuestras inferencias estadísticas, nuestra capacidad para detectar a los infractores del contrato social, [para detectar] a quiénes se parecen los recién nacidos, qué rasgos psicológicos pueden acompañar la enfermedad, y la variación cultural teóricamente prevista en el grado en que la gente valora el atractivo físico, por nombrar unos pocos.
En cada uno de estos casos, los investigadores utilizaron el pensamiento evolucionista para generar y poner a prueba nuevas predicciones sobre la mente humana, lo que después condujeron a nuevos descubrimientos.
Un conocimiento razonable de la literatura muestra que, muy lejos de estar plagada de narrativas ad hoc y de invenciones a posteriori, en sus enfoques evolucionistas ofrece en realidad una generación fluida y prolífica de predicciones a priori inusual en psicología.
Y no es que no hubiera habido ya predicciones y hallazgos basados en la psicología evolucionista. Por ejemplo, gracias a esta disciplina tenemos explicaciones plausibles para el dimorfismo sexual (el hecho de que en promedio los machos humanos son más grandes y fuertes que las hembras) y para que las mujeres sean más selectivas con sus parejas sexuales que los hombres.
Supongo que todo esto no convencerá a los ideólogos más dogmáticos, aunque de seguro sí debería invitar a la reflexión a las personas que prefieren basar sus opiniones en lo hechos más que en la ideología.
(vía Why Evolution Is True | imagen: H.B.)