Como la religión que es, la ideología de la mal llamada Justicia Social ha invadido todas las áreas de la vida humana — así como usurpó y subvirtió las comunidades atea y escéptica, la academia ha seguido una trayectoria similar y sin importar qué tan robusta sea una disciplina o campo del conocimiento, sería extraño si la Justicia Social no hubiera ya empezado a hacer estragos — lo ha hecho con la medicina de género juvenil, la biología evolutiva y hasta las matemáticas (por ejemplo, cuando Doctores de Matemáticas insistían en que no existe una realidad objetiva y que la suma de 2+2 bien puede ser 5); así que, sinceramente, no creo que quede una sola área del conocimiento que haya resistido efectivamente los embates de la sinrazón de siempre estrenando ropa.
Hay disciplinas académicas que tienen un mayor peso que otras. Por ejemplo, yo pensaría que la cantidad de daño que la Justicia Social puede hacer en la botánica es bastante menos devastadora de la que puede hacer en el derecho, la ingeniería, el periodismo, la pedagogía o la salud humana.
Y eso es lo que estamos viendo — hoy en particular, exploraremos cómo la Justicia Social está empezando a deformar la atención en salud mental. En un reciente artículo para Persuasion, la psiquiatra Sally Satel ofreció un vistazo a los cambios que la salud mental empieza a experimentar como disciplina, cuando los pacientes son tratados por activistas en vez de terapeutas:
El Programa de Salud Mental de Posgrado de la Universidad de Vermont, por ejemplo, pretende “alinearse estructuralmente” con el movimiento Black Lives Matter y comenzar “el trabajo de deshacer la supremacía blanca sistemática”. Tras la muerte de George Floyd, el Centro de Asesoramiento de la Universidad Johns Hopkins recomendó a los futuros estudiantes que “nos consideren uno de los muchos recursos en el difícil pero necesario trabajo de enfrentarse a los prejuicios internalizados, reconocer los privilegios y alinear los valores antirracistas y de aliados con la práctica [terapéutica] personificada y sostenida”.
Estos sentimientos no se limitan a las declaraciones de intención — también se manifiestan en el mundo real de la formación clínica. Algunos programas de salud mental animan a los estudiantes a participar en el activismo por la justicia social. Lo más preocupante de todo es que a los estudiantes se les enseña a ver a los pacientes no como individuos con necesidades únicas, sino como avatares de su género, raza y grupo étnico. En consecuencia, cada vez más terapeutas animan a sus pacientes a entender sus problemas como una consecuencia de una sociedad opresiva. A los pacientes blancos, por ejemplo, se les dice que su angustia se debe a la subyugación de los demás, mientras que a los pacientes negros y de minorías se les dice que sus problemas se deben a que son oprimidos.
Es mucho lo que está en juego para los pacientes. Cuando los terapeutas utilizan a los pacientes como receptáculos de su visión del mundo, los pacientes no son llevados a la introspección, ni se animan a experimentar con nuevas actitudes, perspectivas y acciones. Los pacientes etiquetados por sus terapeutas como opresores pueden sentirse alienados y confundidos; los marcados como oprimidos aprenden a verse a sí mismos como víctimas débiles. Es difícil imaginar cómo una alianza terapéutica saludable entre el terapeuta y el paciente —un vínculo básico alimentado por la postura del terapeuta de neutralidad solidaria y distanciamiento compasivo— podría prosperar en estas condiciones.
La American Counseling Association, “la asociación más grande del mundo que representa exclusivamente a los terapeutas profesionales”, tiene un Código de Ética que advierte explícitamente contra tales violaciones de los límites: “Los consejeros deben ser conscientes de —y evitar imponer— sus propios valores, actitudes, creencias y comportamientos“. Sin embargo, la asociación no ha dicho nada sobre la postura ideológica manifiesta de algunos programas, ni sobre los casos flagrantes de imposición.
[…]
La ideología que invade el campo de la salud mental se basa en una creciente aversión a reconocer la responsabilidad y la capacidad de acción personal. Una colega mía que trabaja en un destacado departamento de psiquiatría me contó que durante un debate de grupo sobre el creciente problema del estrés y el suicidio en los jóvenes negros, sus colegas no estaban dispuestos a discutir explicaciones que apuntaran a factores procedentes de las comunidades asediadas. Así, los participantes que señalaban el miedo a la agresión policial y a la discriminación social eran recibidos con asentimientos, pero cuando ella sugería que también consideraran el matoneo de los compañeros de clase, el caos en el hogar o la violencia en el vecindario, era ignorada.
He tenido mi propio encuentro con esta creciente corriente intolerante. Después de una conferencia que dí a principios de este año a un grupo de psiquiatras y aprendices, varios asistentes me reprocharon que llamara la atención sobre la agencia personal para superar la adicción a las drogas. En su opinión, mi transgresión consistía en “culpar a la víctima” y desviar la atención de factores como el racismo, la falta de educación y la pobreza — que, como señalé en mi presentación, también predisponen a las personas a consumir grandes cantidades de drogas. Pero no estaba “culpando a la víctima”, expliqué en un gélido turno de preguntas; más bien, estaba llamando la atención sobre la capacidad de los pacientes para mejorar sus vidas y, por tanto, para tener esperanza.
No es que las disciplinas de salud mental estuvieran exentas de problemas, precisamente — así a botepronto tenemos la pseudociencia, las pseudoterapias, la moda antipsiquiatría, el fetiche con las adicciones cuando las personas hacen mucho algo que les gusta (como tener sexo, consumir pornografía, o comer alimentos con muchos carbohidratos o calorías vacías), e incluso altas tasas de diagnóstico erróneo en la población negra.
Lo último que necesitaban era el intento de subversión por parte de una ideología moral intolerante, inflexible y anticientífica.
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* Anuncio: Hoy le extiendo mi agradecimiento a Marlon Méndez, por su apoyo en Patreon.
(vía Why Evolution Is True)
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Publicado en De Avanzada por David Osorio | ¿Te ha gustado este post? Síguenos o apóyanos en Patreon para estar al tanto de las próximas publicaciones