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Derribando el argumento secular a favor de la religión

Esta es una traducción libre del artículo Debunking the Secular Case for Religion de Gurwinder Bhogal, publicado en Rabbit Hole el 28 de abril de 2020:


Mucha gente hoy en día ya no cree que necesitamos la religión para poder llegar al paraíso o evitar la maldición eterna después de la muerte. Sin embargo, al mismo tiempo, algunas personas, incluidos algunos de los intelectuales más populares del mundo, se han dedicado a defender la religión de forma laica, argumentando que, aunque sus afirmaciones sobre lo sobrenatural sean falsas, las prácticas religiosas evolucionaron para ayudar a preservar la civilización y salvaguardarnos de los daños. ¿Hay algo de cierto en esto? ¿Subestiman los ateos el valor práctico de la fe para la sociedad?

La idea de que la religión no debe entenderse como un sistema epistémico (de búsqueda de la verdad) sino como un sistema puramente funcional tiene sus raíces en el libro de Émile Durkheim de 1912 Las formas elementales de la vida religiosa, pero sólo se generalizó a principios del milenio, cuando fue adoptada en una serie de libros de ciencia popular. Entre ellos está el libro de Jordan Peterson Maps of Meaning de 1999, en el que este escribió:

Algo que no podemos ver nos protege de algo que no entendemos. Lo que no podemos ver es la cultura, en su manifestación intrapsíquica o interna. Lo que no entendemos es el caos que dio origen a la cultura. Si la estructura de la cultura se interrumpe, sin querer, el caos regresa.

Para Peterson, profesor de psicología de la Universidad de Toronto, la cultura que nos protege es poderosa porque está firmemente arraigada en un axioma inexpugnable —el mito religioso— cuyas enseñanzas nos han sido transmitidas por las generaciones precedentes, formando una especie de memoria ancestral cuya sabiduría, acumulada a lo largo de milenios, es mucho más sabia que cualquier mente transitoria. Peterson cree que cualquier intento de frenar las prácticas religiosas podría hacer que la civilización “olvidara” comportamientos cruciales que no entendíamos, y que considerábamos irracionales, pero que son los cimientos secretos de la sociedad. Esta idea fue la base de uno de los principales argumentos de Peterson contra el antiteísta Sam Harris en una serie de debates públicos sobre religión en 2018, y convirtió a Peterson en un favorito de los evangélicos, que lo aclamaron como un potencial salvador del cristianismo.

La visión de Peterson de la tradición religiosa como una salvaguarda contra el caos civilizacional es compartida por otros intelectuales prominentes, como el analista de riesgo Nicholas Nassim Taleb (que también lo usó en un debate público con Sam Harris). El punto de vista de Taleb es casi idéntico al de Peterson, aunque se basa menos en la psicología junguiana y más en el análisis de riesgos y la teoría de la decisión. Taleb cree que la religión sólo es una herramienta epistémica en apariencia; sus afirmaciones sobre la verdad literal son falsas, pero cuando se actúa como si fueran verdaderas nos inculcan una capacidad de decisión que supera la de la racionalidad. En un artículo escrito con Rupert Read, Taleb argumentó “[L]a religión transmite la heurística del control de riesgos a través de generaciones, ylo hace de modos que sólo ella puede hacerlo“. En su opinión, un solo cerebro es un dispositivo de toma de decisiones pobre; sólo puede procesar una cantidad limitada [de información] y está constantemente distorsionado por las emociones y los sesgos cognitivos. La religión, por el contrario, al ser un modo de vida que ha demostrado su eficacia a lo largo de innumerables generaciones, es capaz de protegerse contra los peligros que se encuentran más allá del horizonte del pensamiento normal. Por lo tanto, advierte Taleb, frenar las prácticas religiosas podría resultar catastrófico:

[L]os humanos en realidad no saben si los seres humanos podemos vivir de forma sostenible sin algo como la religión… Hasta que no hayamos tenido mucho más tiempo para desarrollar heurísticas no religiosos que funcionen, no deberíamos tirar al bebé de la precaución, la religión como gestión de riesgos, con el agua de baño de la superstición teológica.

Esto se conoce como el argumento de la “valla de Chesterton“; el principio de que no ver la utilidad de algo es la peor razón para deshacerse de ello, porque eso sugiere que uno está ciego al verdadero uso. Taleb da ejemplos de la supuesta utilidad oculta de la religión, afirmando, por ejemplo, que los mandamientos de las tres religiones abrahámicas de abstenerse de la usura (prestar con intereses) fueron formulados para defenderse de crisis financieras como la recesión de 2008.

Pero esta es una “explicación artificiosa“, una racionalización retroactiva no verificable para algunos comportamientos observados. Cualquiera puede escoger una línea de las escrituras de un libro sagrado, y luego escoger un evento de la historia humana, y luego decir que uno advirtió contra el otro. Sería más interesante escuchar a Taleb explicar la sabiduría en la toma de decisiones de apedrear a los adúlteros hasta la muerte (Levítico 20:10), o la antigua costumbre hindú del satí donde una viuda se arroja a la pira funeraria de su marido, o la tradición indonesia del Ma’nene donde la gente desentierra los cadáveres de sus seres queridos y les da un cambio de imagen, poniéndolos a la moda.

Taleb y Peterson podrían afirmar que no todas las tradiciones religiosas son esenciales para la prosperidad; sólo algunas. Pero entonces surge la pregunta, ¿cuáles? Y puesto que tales tradiciones supuestamente protegen contra peligros que ni siquiera podemos comprender, ¿cómo podríamos distinguir entre las necesarias y las idiotas?

¿Podríamos, tal vez, identificar las tradiciones religiosas que protegen a las civilizaciones examinando nuestra historia y buscando las prácticas comunes a todas las civilizaciones longevas? Después de todo, Taleb ha afirmado que la religión es “Lindy“; es decir, que ha perdurado durante mucho tiempo y por lo tanto debe ser robusta. Pero la principal razón por la que las enseñanzas religiosas han sido robustas no es que hayan resistido la prueba del tiempo, sino que aquellos que trataron de cambiarlas tendían a ser asesinados. Taleb tampoco explica lo que sucede cuando las prácticas religiosas difieren o chocan. ¿Debería la gente seguir los preceptos de la línea dura del islam wahabí, o los de una línea más moderada? Si las religiones abrahámicas están de acuerdo en que la usura lleva a recesiones, ¿a cuál de ellas consultamos para comer cerdo? ¿Seguimos el no del Antiguo Testamento o el sí del Nuevo Testamento, la luz verde del cristianismo o la luz roja del islam y el judaísmo?

Ni Taleb ni Peterson parecen responder a estas preguntas. Pero muchos psicólogos evolutivos lo han hecho: dicen que no debemos aceptar ciegamente ningún edicto religioso, porque ninguno contiene ninguna sabiduría inherente. El punto de vista dominante entre los psicólogos evolutivos es que la religión no es una adaptación evolutiva, sino una “enjuta“, un subproducto de otras adaptaciones. Richard Dawkins ha comparado la religión con la tendencia de las polillas a volar hacia las llamas: la polilla no evolucionó para volar hacia las llamas; evolucionó para navegar a la luz de la luna. Como [la polilla] es incapaz de distinguir entre la luz de la luna y la luz de las velas, su intento de mantener la llama de una vela en un omatidio fijo (unidad de un ojo compuesto) hace que siga girando alrededor de la llama, hasta que entra en ella. Dawkins argumenta que la religión no evolucionó con un propósito; simplemente explota los sistemas reales que evolucionamos para navegar por el mundo. Un ejemplo de tal sistema podría ser lo que el psicólogo Justin Barrett llama el Dispositivo de Detección de Agentes Hiperactivos, la propensión a ver los fenómenos naturales como si fueran productos de un diseño. Básicamente, en nuestra historia evolutiva, confundir un fenómeno natural con un artefacto era mucho menos arriesgado que confundir un artefacto con un fenómeno natural, por lo que nuestros cerebros se equivocaron con el primero.

Una minoría de expertos rechaza la opinión de que la religión es una enjuta, insistiendo en que es una adaptación (una visión conocida como adaptacionismo). Según el antropólogo William Irons, la religión evolucionó para ayudarnos a encontrar un propósito común y organizarnos en sociedades. Una forma en que puede haber hecho esto es resolviendo el “problema del freerider“, inculcando a sus adherentes la responsabilidad de hacer su trabajo. La mejor evidencia de esto es un estudio realizado por el antropólogo Richard Sosis, que encontró en un análisis de las comunas utópicas del siglo XIX que tendían a durar más tiempo si estaban enraizadas en la religión que si no. Sin embargo, casi todos los movimientos seculares en el conjunto de datos eran socialistas, y por lo tanto el estudio no era de religión contra laicismo sino de religión contra socialismo — una ideología que bien podría haber hecho que estas comunas fueran menos estables. En segundo lugar, el alcance del estudio se limitó a pequeñas comunas utópicas de los Estados Unidos del siglo XIX, y no está claro si los mismos resultados se observarían en sociedades más grandes, o en sociedades de otras partes del mundo. Estudios más recientes y sólidos también indican que no se necesita la religión para resolver el problema del parasitismo en las grandes sociedades. Un estudio realizado por investigadores de la Universidad de Oxford, por ejemplo, analizó 414 sociedades a lo largo de 10.000 años, y determinó que las religiones moralizantes aparecieron después, y no antes, de que se desarrollaran las sociedades complejas. La preponderancia de la evidencia sugiere, por lo tanto, que las religiones moralizantes necesitan de sociedades complejas, y no al revés.

Aun así, las opiniones adaptacionistas de la religión podrían tener algo de verdad, ya que no necesariamente entran en conflicto con la teoría de la enjuta (por ejemplo, un rasgo religioso podría haberse originado como ejuta y luego haberse refinado en una adaptación). Pero aunque los elementos de la religión se hayan adaptado, esto no significa que sigan siendo adaptables. En su libro The Secret of Our Success (El secreto de nuestro éxito), el biólogo evolutivo Joseph Henrich observó los rituales de adivinación de los cazadores de Naskapi de Canadá, en los que calentaban los huesos del hombro del caribú y leían las grietas para que les indicaran a dónde ir para encontrar su siguiente presa. Henrich afirmaba que esto hacía que sus patrones de caza fueran aleatorios, lo que hacía más difícil para el caribú predecir (y así evitar) sus movimientos que si los cazadores hubieran elegido a dónde ir basándose en la memoria. Es una linda historia, y puede que incluso sea cierta, pero si lo es, la heurística del ritual aleatorizador ya no es útil para nosotros los habitantes de la ciudad, porque obtenemos nuestra carne del supermercado.

Si la idea de la religión como adaptación evolutiva es una visión marginal entre los expertos, entonces la visión de la religión como adaptación evolutiva que todavía es adaptable es una visión marginal dentro de una visión marginal. Esto no debería sorprender cuando se considera realmente la investigación sobre el efecto de la religión en las sociedades actuales: por ejemplo, un estudio de 109 países publicado en la revista Scientific Advances determinó que el laicismo impulsa la prosperidad económica, mientras que un nivel de vida más alto en los países más ateos sugiere que las tradiciones religiosas no ayudan a la gente a tomar mejores decisiones, y no son necesarias para la preservación de la sociedad.

Por supuesto, el crecimiento económico y el nivel de vida no son medidas absolutas del bienestar de la sociedad. Uno puede estar bien vestido y bien alimentado, pero muerto por dentro. Y algunos han señalado el aumento de las enfermedades mentales en las sociedades desarrolladas de hoy en día. El neuroendocrinólogo Robert Sapolsky ha argumentado que la creencia religiosa puede reducir el estrés y la ansiedad, ofreciendo un sentido de propósito y significado en un mundo cruel y desorientador. Él cita un estudio de 2013 que encontró una correlación negativa entre la creencia en un dios benevolente y cuatro enfermedades psiquiátricas. Sin embargo, cabe señalar que el estudio también encontró una correlación positiva entre la creencia en un dios punitivo y cuatro enfermedades psiquiátricas, entre ellas la ansiedad y la paranoia. En este tema, la religión es un arma de doble filo: puede ofrecerle un significado y un propósito a algunas personas, pero ese significado y propósito pueden traer sus propios inconvenientes, como la carga de creer que estás siendo vigilado y juzgado cada segundo de tu vida por un dictador celestial omnisciente que desaprueba que tengas relaciones sexuales con ciertas personas de ciertas maneras o incluso que pienses en hacerlo, y que podría consignarte a una cámara de tortura eterna por tus transgresiones. Tal carga emocional puede ser una razón por la que estudios mucho más extensos que los citados por Sapolsky, como el Informe sobre Felicidad en el Mundo de Naciones Unidas, han encontrado que las personas en países seculares tienden a describirse a sí mismas como más felices que las de países religiosos.

E incluso si el efecto neto de la religión es reducir de alguna manera el estrés y la ansiedad general, esto puede no significar que sea útil o deseable. Si la religión evolucionó con un propósito, ¿podrían no haberlo hecho también el estrés y la ansiedad? ¿Y si tales molestias son aún más importantes para el florecimiento humano que la religión? La mayoría de nosotros probablemente estaríamos de acuerdo en que sin estrés o ansiedad, haríamos muy poco.

Al final, nadie puede aún decir con seguridad cómo evolucionó la religión. No hay ningún “gen de la religión” cuyo linaje pueda ser rastreado, ningún registro fosilizado del desarrollo de la creencia. Lo mejor que tenemos actualmente son las pruebas circunstanciales y el razonamiento a priori, y muy poco de ello apoya la opinión de que la religión evolucionó para beneficiar a la sociedad, mientras que aún menos apoya la opinión de que [la religión] sigue siendo beneficiosa en nuestra era actual. Irónicamente, la única manera de creer en el alegato secular a favor de la religión, entonces, es mediante un salto de fe.

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Publicado en De Avanzada por David Osorio | Apóyanos en Patreon

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