Desde 2011, la organización Humanists International publica cada año el reporte Libertad de Pensamiento, un informe global sobre el estatus legal de los ateos, humanistas y no-religiosos en general en el mundo, y la discriminación que se ejerce contra ellos. En este espacio le hemos hecho seguimiento al informe desde 2014, y la situación para los librepensadores parece empeorar con cada año que pasa.
El reporte Libertad de Pensamiento 2019 fue publicado ayer y, a grandes rasgos, parece que hubo algunas mejorías, mientras que hubo aspectos que fueron de mal a peor. La edición de Países Clave del Reporte 2019 también se encuentra disponible para descarga.
En esta edición, Humanists International (que hasta febrero de este año se llamó International Humanist and Ethical Union — IHEU) destaca el tema de la llamada ‘blasfemia’, y advierte que hay una creciente división en el mundo entre los países donde la blasfemia está castigada por ley y países donde no — en el reporte se celebra que en los últimos cinco años, ocho países (Noruega, Islandia, Malta, Dinamarca, Canadá, Nueva Zelanda y Grecia) han abolido las leyes que castigaban la ‘blasfemia’; la abolición de la respectiva ley en Irlanda posiblemente ocurra en 2020, ya que esta abolición fue aprobada en el Legislativo y sólo está pendiente la sanción del Ejecutivo. El informe señala el contraste de que, a la vez, aún quedan 69 países con leyes vigentes que castigan la blasfemia, y rincones del mundo donde las penas se han incrementado, como ha ocurrido en Brunéi Darussalam y Mauritania.
Todos los años, el reporte actualiza el índice de países en el que evalúan qué tan respetuoso es cada país de los derechos de libertad de expresión y conciencia de ateos y librepensadores. Los países son evaluados según cuatro categorías: Constitución y Gobierno (que evalúa la legislación influida por la religión y que a los no-religiosos se les prohíba ocupar cargos públicos), Educación y Derechos de los Niños (que mide el adoctrinamiento religioso en las entidades educativas, y el grado de fundamentalismo de la ‘instrucción’ religiosa), Familia, Comunidad y Sociedad (acerca de qué tan perseguidos son las personas abiertamente no religiosas — desde la persecución activa hasta la prohibición de que se asocien) y Libertad de Expresión (que examina la represión de los principios humanistas fundamentales, y si hay consecuencias negativas por la apostasía y la blasfemia).
Según el informe, los mejores países para los ateos en 2019 fueron Bélgica, Países Bajos y Taiwán (que cumplen cinco años consecutivos sin registro de discriminación legal, jurídica o social contra los ateos); seguidos de Francia, Japón, Nauru y Santo Tomé y Príncipe. Los peores países para los ateos son Arabia Saudita, Irán, Afganistán, Maldivas, Pakistán y Emiratos Árabes Unidos.
En el informe, preparado en inglés, se reconoce que puede haber algunos errores de registro debido a la limitada capacidad de organización de Humanists International — creo que eso ocurre en algunos casos de países de habla hispana. En el reporte, por ejemplo, los países de habla hispana más amables con los ateos serían Uruguay y México, con sendas calificaciones de 1,5 mientras España se lleva una calificación de 3 (en el índice, a menor calificación, mejor el país). Seguramente haya personas más indicadas que yo para comentar esto, pero a mí me resulta delirante afirmar que a los ateos les va mejor en México que en España; de todas mis interacciones con ateos mexicanos y españoles, la impresión que siempre me he llevado es que los librepensadores manitos lo tienen más de pa’rriba que los de la Madre Patria. De cualquier forma, es muy diciente que ningún país de habla hispana ofrece una absoluta seguridad jurídica, legal, social y comunitaria para los ateos.
Aunque el reporte de este año suena un poco más optimista que el de años anteriores, la dura realidad es que en muchísimos lugares del mundo, a los ateos nos siguen matando por pensar diferente; y no son pocos los lugares donde si no nos matan, nos persiguen, nos encarcelan, nos torturan, destruyen nuestra propiedad, nos estigmatizan, nos tratan de convertir a la fuerza, nos faltan al más básico respeto, nos condenan al ostracismo, nos impiden acceder a cargos de elección popular, o usan el fruto de nuestro trabajo como contribuyentes para promover creencias sobrenaturales ajenas.
¡Y eso que estamos en el siglo 21!
(vía Michael Nugent)
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Publicado en De Avanzada por David Osorio