La semana pasada se publicó el informe EAT-Lancet, producto de la comisión creada entre la prestigiosa revista médica The Lancet y la Fundación EAT, supuestamente para evaluar el impacto de la dieta en la salud humana y en el planeta. Grosso modo, la conclusión del informe fue que todo el mundo debería renunciar a la carne y pasarse a una dieta basada en plantas, con la inmodesta pretensión de “salvar el planeta” y mejorar nuestra salud.
Hay motivos para tomarse el informe con una buena dosis de escepticismo. En primer lugar, porque la mejor evidencia disponible hasta la fecha no permite concluir que la dieta basada en plantas sea la mejor decisión en salud; la evidencia más rigurosa sustenta la idea de que la carne roja no causa ninguna enfermedad y, a la vez, no es poca la evidencia que apunta a que las dietas bajas en comidas animales son nutricionalmente deficientes. Es un poco sospechoso que los hallazgos del informe EAT-Lancet contradigan lo que hasta ahora es la mejor evidencia disponible.
En segundo lugar, parece que el informe sufre de muchos —muuuuuchos— conflictos de interés. Por ejemplo, el informe fue liderado por Walter Willett, de la Universidad de Harvard, cuyos conflictos ideológicos y financieros, así como su afiliación con muchas organizaciones veg, pueden ser resumidos en un documento de apenas ocho páginas. Pero el informe EAT-Lancet es resultado de una comisión de 37 personas, y seguro que no todos ellos tienen conflictos de interés, ¿cierto? ¿Cierto? Pueees, sí: de los 37 autores, sólo 31 expresaron opiniones veg antes de unirse al proyecto EAT-Lancet. Así es, antes de unirse a la comisión, más del 80% de los autores ya tenían una opinión sobre el tema que iban a evaluar. ¡Y mira por dónde! Qué feliz resultado, que 37 personas llegaron a una conclusión que confirmaba las creencia preconcebida que 31 de ellas compartían antes de formar el grupo.
Y por último, aunque no menos importante está el hecho de que el propio informe haya sido impulsado por la Fundación EAT. Pero, ¿qué es la Fundación EAT? EAT es una organización fundada en 2013 por Gunhild Stordalen, activista noruega por los derechos de los animales y esposa del magnate hotelero Petter Stordalen; los Stordalen son una de las parejas más ricas de Europa, que han llamado la atención de la prensa por su opulento estilo de vida y su activismo veg, lo que les ha granjeado el apodo de los “Vengadores Verdes“. Los Stordalen se codean con ejecutivos de multinacionales, políticos y la realeza noruega.
Con el nada despreciable músculo económico de los Stordalen y su círculo de contactos, la Fundación EAT se ha enfocado en generar alianzas estratégicas para construir un ecosistema de organizaciones que impulsen su visión de un mundo donde sea inaceptable consumir carne. Entre las organizaciones aliadas cuentan con el Consejo Comercial Mundial para Desarrollo Sostenible (WBCSD, su sigla en inglés), el Instituto de Medio Ambiente de Estocolmo, el Instituto Beijer, y el Centro Barilla de Alimentación y Nutrición (BCFN, una poderosa empresa italiana de pasta que ha pagado por ‘estudios‘ que promueven la doble pirámide alimenticia de Barilla y que —ohh, sorpresa— desalientan el consumo de carne y recomiendan, en cambio, el de cereales).
Otro de los aliados estratégicos de EAT y los Stordalen es el Instituto Mundial de Recursos (WRI), que ha incluido entre uno de sus documentos lo que llaman la Rueda de Cambio, “un nuevo marco basado en tácticas de mercadeo del sector privado” que pretenden usar para “disfrazar el cambio” y hacer que la carne sea “socialmente inaceptable”. Entre las intervenciones propuestas se plantean influir en el etiquetado nutricional y las directrices dietéticas, hacer retos de dieta de 30 días, incrementar los impuestos a la carne y eliminar la carne de los menús de los restaurantes.
Todo esto hace que el informe EAT-Lancet sea el equivalente nutricional (y ecológico) a un informe conjunto publicado por el Papa y Abu Bakr Al-Baghdadi —el lider del Daesh— que concluya que los países prosperan si se promueve y subvenciona la religión desde el Estado: no precisamente lo que uno llamaría la más objetiva de las valoraciones.
Como de costumbre cuando se trata de nutrición, cada quién es libre de elegir su dieta y no está de más repetir que ninguna dieta es moralmente superior a otra — lo preocupante en este caso es que se pervierta la filantropía corporativa para hacer algo que es mitad lobby, mitad fake news. Me parece que esa no es la manera de aproximarse a temas verdaderamente preocupantes y apremiantes como el cambio climático y la nutrición. De hecho, la deshonestidad intelectual de aprovechar la urgencia de combatir el cambio climático para avanzar una agenda ideológica sobre lo que los demás ponen en sus bocas es de una profundidad pasmosa.
Lo cierto es que optimizar la ganadería se perfila como parte de la solución al cambio climático, y no hay evidencia rigurosa que indique que una dieta basada en plantas sería significativamente más saludable que una dieta que incluya carne.
Es una lástima que The Lancet se haya prestado para impulsar una agenda ideológica que no hará más sino confundir al público.
(vía Nina Teicholz | imagen Facebook Fundación EAT)
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Publicado en De Avanzada por David Osorio