Hace un mes, el portal de divulgación científica de Colciencias, ¡Todo es Ciencia!, publicó una columna en la que el autor pretendía que ciencia y religión son compatibles sólo porque hay científicos que son creyentes religiosos. Ese disparate fue denunciado aquí y en una columna de respuesta de mi amigo Oscar Trejo, colaborador de la Asociación de Ateos de Bogotá (AAB). (Disclaimer: yo leí el artículo de Oscar previa publicación, sugerí un solo cambio — estético.)
La mayoría de las secciones de opinión se asemejan bastante al lejano Oeste, donde cada quién hace más o menos lo que se le da la gana. El argumento de que “es una columna de opinión” y que las “posiciones del autor no necesariamente reflejan las del medio” son indicaciones bastante claras de que un portal no está interesado en hacer el más elemental trabajo de fact-checking. Curiosamente, aunque el tipo que promovió la compatibilidad entre religión y ciencia metió falacias como panes, los encargados del sitio publicaron esa lamentable nota así como está, pero sí pidieron evidencia cuando Oscar hizo la afirmación demostrablemente cierta de que el antisemitismo fue doctrina oficial de la Iglesia hasta 1964, durante casi dos décadas tras terminada la II Guerra Mundial. Vaya, tienen un auténtico problema de prioridades.
Aún peor que subvertir un portal de ciencia para hacer proselitismo religioso es usarlo para promover las pseudociencias. Y eso, precisamente, es lo que acaba de hacer ¡Todo es Ciencia! con la columna ¿Hay ciencia detrás de la medicina alternativa? escrita por Renata Rincón Barrero.
La columna es una colcha de retazos del arsenal de falacias de los charlatanes, que Rincón va hilando uno detrás de otro, sin que nada tenga demasiada coherencia. La cosa es que cuando a uno le preguntan que si hay ciencia detrás de algo, lo único que uno necesita para hacer un caso a favor, es enlazar a los estudios revisados por pares y publicados en revistas indexadas de amplia trayectoria y alto factor de impacto. Estos estudios brillan por su ausencia en la columna de Rincón. Esto, a su vez, trajo sin cuidado a los editores de ¡Todo es Ciencia!, que dos semanas antes estaban todos tisquismisquis frente a una afirmación verídica. Como dije, prioridades.
En vez de presentar la evidencia que reivindicaría la charlatanería que defiende, Rincón prefirió jugar la carta de la victimización, rodeando sus argumentos de acusaciones sobre cómo la gente es súper malvada por no creer en cosas que no han demostrado su eficacia. Luego cita al gestor de las maestrías de pseudociencia de la Universidad Nacional, Eduardo Beltrán, quien insiste que sí hay estudios que avalan la eficacia de tratamientos pseudocientíficos, a pesar de que no compartió ninguno. Ni Rincón ni la gente de ¡Todo es Ciencia! se molestaron en pedir aunque fuera un solo estudio. Basta con que un señor que vive de vender el cuento diga que la evidencia existe.
Rincón entonces cita a otro promotor de la charlatanería, Germán Benítez, quien dice que la pseudociencia sí funciona pero que nosotros no lo vemos por un tipo de deformación en nuestra comprensión del mundo, pero que la homeopatía sí funciona de veritas y el agua tiene memoria porque las moléculas dispersas de una sustancia “pueden tener unas propiedades diferentes que cuando están concentradas”. Siendo “pueden” la palabra clave, porque igual puede que no, y si uno se va a poner en plan cuántico y experimento doble rendija, más le vale tener estudios a la mano para sustentar sus afirmaciones. De nuevo, parece que ni Rincón ni quienquiera que sea el lamentable editor de ¡Todo es Ciencia! se molestaron en solicitar siquiera uno. ¡Valiente labor de fact-checking!
Benítez, luego, va y compara las sustancias altamente diluidas con personas que toman un sistema de transporte público. Según él, las moléculas tienen agencia y deciden comportarse de un millón de formas diferentes dependiendo de qué tan diluidas estén, que tiene tanto sentido como decir que mi tostadora tiene personalidad y hoy quiso hacerme el favor de no funcionar para que deje de subir de peso. De nuevo, sin un solo átomo de evidencia.
Rincón luego pretende hacer una distinción entre creencias populares y la rama de pseudociencias que le gustan. Y, por supuesto, se pone a hablar de “diversos paradigmas” y “acercamientos epistemológicos”, una vez más, sin que esto tenga ningún sentido. No hay paradigmas alternativos para explicar la fuerza de Gravedad, ni diferentes acercamientos epistemológicos que nos hayan permitido poner hasta ocho vehículos controlados desde la Tierra en Marte, y a los médicos forenses se les da bastante bien indicar la hora aproximada de muerte de alguien sin necesidad de cuestionar sus acercamientos epistemológicos. Eso son chorradas. Los wayú no tienen un Newton porque han sido mantenidos en una cultura objetivamente inferior cuando se trata de la adquisición y aplicación del conocimiento. Los sentineleses se puden morir al contacto con individuos del resto del mundo porque su “acercamiento epistemológico” es tan paupérrimo que ni siquiera han desarrollado vacunas.
Así que podemos usar todos los paradigmas y acercamientos alternativos que quieran, pero apuesto que cuando se trata de bajar del décimo piso, Rincón y todos los demás vendedores de humo utilizan el ascensor o las escaleras, en vez de salir por la ventana y aterrizar.
Lo chistoso es que Rincón habló con la charlatana Natalia Sofía Aldana, quien se quejó de que se confunda la pseudociencia europea con la que la estafaron a ella en la Universidad Nacional —el negocio de Beltrán— con la pseudociencia nativa. Y no podía faltar el argumento de los fitomedicamentos: según Aldana, como se comprobó que el ácido acetilsalicílico tiene propiedades analgésicas, eso, de alguna manera, legitimaría los timos de la mal llamada ‘medicina’ alternativa; pero es que, como dijo Tim Minchin, cuando se demuestra que una ‘medicina’ alternativa funciona, pasa a ser medicina sin más.
Otro de los argumentos esgrimidos es que la comunidad médica ha sido reacia a aceptar sus estafas porque dizque son demsiado nuevas. No sé qué es más patético: si la afirmación de que la comunidad médica acepta tratamientos y prácticas en función de qué tan nuevos son, o que estos mismos charlatanes vendan sus pseudotratamientos con afirmaciones de que son milenarios, porque es que resulta que en el mundo real, uno no puede tenerlas ambas: o algo es demasiado nuevo o tiene miles de años.
Y también es una bofetada a la comunidad médica, que, en puridad, aceptará todo lo que funciona, siempre y cuando funcione. Es lo único que se exige, la divisa en el sector salud, y lo único que la pseudociencia no hace.
Pero los traficantes de miedo se desvían con otras falacias, como apelar a la autoridad y decir que tanto la legislación colombiana como la OMS avalan las pseudociencias, lo cual, por n-ésima vez, no hace que estas empiecen a funcionar. Los legisladores y reguladores tanto colombianos como de la OMS y cualquier otra entidad pueden decir misa si se les da la regaladísima gana —y se lo hemos criticado—, pero eso no reemplaza la evidencia, ni genera espontáneamente los estudios revisados por pares y publicados en revistas indexadas de amplia trayectoria y alto factor de impacto que avalarían estas prácticas.
Aquí no puedo sino preguntarme cómo carajos se le escapa esto a alguien, no ya a un editor o a alguien que se gane la vida verificando hechos, sino a cualquier persona de a pie — hace unos años no más, las pocas cadenas de correo que valían la pena leer eran las de leyes absurdas, donde uno se enteraba de decretos que determinaban que el Sol saliera por el oriente, y leyes que prohibían que uno se muriera en el Parlamento, y a la vuelta de unos años, resulta que en vez de ser un chiste que todo el mundo entiende, ahora se volvió argumento que un legislador o regulador pretenda prescribir el funcionamiento de la mecánica de fluidos.
Rincón anuncia que existe una biblioteca virtual de pseudociencias (¡promovida por la OMS!) donde hay de todo menos —vé, qué curioso— estudios revisados por pares y publicados en revistas indexadas de amplia trayectoria y alto factor de impacto.
Por último, Rincón cita a Alberto Martínez León, exdirector de Pediatría de la Universidad Javeriana, quien en vez de aportar algún tipo de evidencia ofreció el argumento del humanismo de la pseudociencia, que dice que aunque los tratamientos no funcionen, al menos los estafadores hacen sentir mejor a sus víctimas, como si un médico estuviera en el negocio de hacer sentir chévere en vez del de tratar la enfermedad y curar al paciente.
Para mí esto ya es negligencia. Un número nada despreciable de personas desean cubrir sus oscuras agendas con los ropajes de la ciencia y el conocimiento, y la primera labor de cualquier divulgador es negarse a hacer parte de ese entuerto. Este tipo de publirreportajes ya eran la vergüenza del periodismo y denunciados como desinformación monda y lironda desde mucho antes de que las “fake news” recibieran ese nombre, por lo que no queda sino concluir que ¡Todo es Ciencia! no está interesada en asumir las obligaciones más básicas de cualquier iniciativa de divulgación.
La credibilidad de ¡Todo es Ciencia! está bastante próxima a la de Fox News, y nadie sinceramente interesado en la ciencia y comprender cómo funciona el mundo podría beneficiarse del portal. Lo frustrante, sin embargo, es que hay personas pondrán en riesgo su salud porque se creerán la propaganda que ha manufacturado Renata Rincón Barrero y a la que el Gobierno le ha dado su sello oficial — a nadie en su lecho de muerte le sirve que le digan que no se preocupe, que haber dejado de ir al médico de verdad cuando su afección era tratable no reflejaba necesariamente la postura de ¡Todo es Ciencia!
(imagen: Curious Expeditions)
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Publicado en De Avanzada por David Osorio