Desde hace años, Cochrane (antes llamada Colaboración Cochrane) ha sido un referente sobre medicina y políticas públicas, pues es una organización no gubernamental independiente, sin ánimo de lucro, compuesta por un grupo de más de 37.000 voluntarios en más de 130 países, formada para organizar sistemáticamente la información de la investigación médica; la organización conduce revisiones sistemáticas de estudios sobre todos los aspectos relativos a la salud humana, por lo que sus conclusiones suelen ser bastante fidedignas — entre otras, gracias a Cochrane sabemos que rezar por los enfermos no sirve para nada, que la manipulación vertebral que se lleva a cabo en la quiropraxis tampoco sirve para nada, que la ‘Medicina’ ‘Tradicional’ China no ayuda a paliar los síntomas de la menopausa y que el consumo de antioxidantes es peligroso.
Al ser una organización tan grande, Cochrane se ha tenido que dividir en capítulos regionales para poder operar de manera más eficiente. Y eso siempre incrementa la posibilidad de fricciones. En este preciso momento, el capítulo Cochrane Nórdico —compuesto por los centros de Finlandia, Polonia, Rusia, Noruega y Suecia— está de pelea con el resto de la organización.
La manzana de la discordia
La manzana de la discordia es una revisión sistemática sobre la vacuna contra el VPH que, una vez más, halló que la vacuna es segura y efectiva. En respuesta a esa revisión, el Centro Cochrane Nórdico publicó una carta donde se despachaban contra la revisión de la vacuna contra el VPH, acusándola de incompleta y de ignorar evidencia de sesgos. Según ellos, la revisión sistemática de estudios sobre la vacuna contra el VPH incurrió en varios errores que se pueden resumir así:
1. La revisión Cochrane ignoró varios estudios. Esta acusación es extraña, porque los estudios que el Centro Nórdico reclama que se debieron incluir no tenían buenos controles y ya habían sido rechazados por la Agencia Europea de Medicinas —EMA, su sigla en inglés— (más sobre esto luego). Una revisión sistemática se hace con criterios de inclusión claros y muy rigurosos: ¿qué sentido habría tenido establecer dichos criterios de inclusión si luego los ignoran? En general, los estudios con malos controles no son incluidos en las revisiones sistemáticas — así es como funcionan las revisiones sistemáticas.
2. Sólo se incluyeron estudios con adyuvantes y ninguno con placebos. Si el descargo anterior era extraño, este ya no sólo es extraño sino preocupante, porque el tropo de controles con placebo es bastante común en los círculos antivacunas. Sin embargo, el motivo por el cuál se usan adyuvantes es porque usar placebos pondría en riesgo al grupo control. Sin ningún sentido de la ironía, los antivacunas argumentan —sin evidencia, claro— que hacer estudios con adyuvantes es un peligro para la salud de los miembros del grupo control. Al parecer, la salud de los participantes de los ensayos sólo les preocupa cuando puede ser usada como excusa para tratar de cuestionar la legitimidad de conclusiones que no les gustan. Es preocupante que la retórica antivacunas ahora sea considerada válida por quien se supone que trabaja en pro de la ciencia.
3. Supuestos efectos adversos de la vacuna contra el VPH. La carta del Centro Nórdico abunda en que la vacuna contra el VPH podría causar síndrome de taquicardia ortostática postural (STPO) y el síndrome de dolor regional complejo, basados en una serie de informes de casos. Cuando esos casos fueron reportados y alertados, el Comité de Evaluación del Riesgo de Farmacovigilancia (PRAC, su sigla en inglés), de la EMA investigó y no encontró ninguna relación causal.
El Centro Nórdico Cochrane
Aunque a muchos nos ha tomado por sorpresa que el Centro Nórdico Cochrane esté reciclando argumentos antivacunas, un repaso rápido a sus actividades y miembros ayuda a poner las cosas en perspectiva.
Para empezar, la carta del Centro Nórdico fue firmada por Lars Jørgensen, Peter Gøtzsche y Thomas Jefferson —sí, el tipo se llama como el Padre Fundador de EEUU—. Jefferson, para mi sorpresa, es un fanático antivacunas, quien no sólo se opone a la vacuna contra el VPH, sino a otras; por ejemplo, el señor Jefferson ha escrito extensamente sobre las presuntas maldades de la vacuna contra la influenza, una postura que es bastante sencilla de adoptar cuando uno evita contemplar todo el panorama, minimiza los problemas e ignora las numerosas comorbilidades de la enfermedad.
Cómo llegó Jefferson a Cochrane sigue siendo un misterio para mí. Con Gøtzsche es más sencillo: él fue uno de los miembros fundadores de Cochrane en 1993 y, hasta hace unos días, era miembro de la Junta Directiva. Con el paso del tiempo, sin embargo, Gøtzsche ha pasado de ser un celoso y purista defensor de la ciencia y la medicina basada en evidencias a un magufo con opiniones altamete politizadas. En los últimos años, Gøtzsche se ha dedicado a promover el miedo a la psiquiatría (llegando a afirmar, incluso, que esta disciplina médica ha matado a más de medio millón de estadounidenses), publicó un libro en el que compara a la industria farmacéutica con la mafia (!), y tiene la simpática idea de que la mamografía es un procedimiento inútil.
Como guinda del pastel, el Centro Nórdico Cochrane tiene un historial de oposición ideológica a la vacuna contra el VPH. Cuando la EMA rechazó estudios mal hechos sobre la vacuna del VPH, hizo la revisión porque el Centro Nórdico lo pidió. Cuando el PRAC revisó los informes que supuestamente vinculaban la vacuna al desarrollo de STPO y síndrome de dolor regional complejo, fue porque el Centro Nórdico pidió que revisaran esos informes.
Esta no es una sucursal más de Cochrane, dedicada a hacer revisiones sistemáticas para ofrecer la mejor evidencia disponible a legisladores; es un semillero de magufos y activistas anticiencia, que aprovechan el renombre de Cochrane para tratar de avanzar su agenda en la política pública europea.
Cochrane responde
Tras la publicación de la carta ideológicamente motivada del Centro Nórdico, Cochrane central se tomó un mes para estudiar sus argumentos, repasar cómo se había hecho la revisión sistemática y responder a los descargos hechos por el dúo dinámico de Gøtzsche y Jefferson. La respuesta, un documento de 30 páginas firmado por los Editores Jefe de Cochrane, David Tovey y Karla Soares-Weiser, es absolutamente demoledora:
En resumen, consideramos que la revisión Cochrane representa un resumen sólido y preciso de la evidencia.
El debate científico debe ser bienvenido, y las diferencias de opinión entre las diferentes “voces” de Cochrane no son inesperadas. Sin embargo, la confianza pública puede verse socavada, se puede causar una ansiedad innecesaria y se puede poner en peligro la salud pública si ese debate no se lleva a cabo de forma adecuada. Esto es especialmente cierto cuando dichos debates tienen lugar en público. Ya existe un formidable y creciente grupo de presión contra la vacunación. Si el resultado de esta controversia es la reducción de la aceptación de la vacuna entre las mujeres jóvenes, esto puede llevar a que las mujeres sufran y mueran innecesariamente a causa del cáncer de cuello uterino.
A mediados de septiembre, Gøtzsche fue expulsado de la Junta Directiva de Cochrane, lo que causó que otros cuatro miembros de la Junta Directiva —Gerald Gartlehner, David Hammerstein Mintz, Joerg Meerpohl y Nancy Santesso—, de los cinco que se opusieron a la expulsión, renunciaran para mostrar solidaridad con Gøtzsche. El 26 de septiembre, Cochrane desvinculó a Gøtzsche de la organización de una buena vez.
Para mí es claro: un antivacunas no tiene nada que hacer en una organización que encarna el más absoluto respeto por la evidencia y predica su existencia en ayudar a hacer políticas públicas basadas en la evidencia.
Otras respuestas
Aunque con la respuesta de Cochrane basta y sobra para desestimar las acusaciones de Gøtzsche y Jefferson, Cochrane no fue la única que les respondió. Parte de la comunidad científica también tomó cartas en el asunto.
Hilda Bastian, en su blog de PLOS, respondió punto por punto las descabelladas afirmaciones de Gøtzsche y Jefferson; luego hizo un súperpost con precisión quirúrgica para los detalles de qué fue lo que ocurrió.
Skeptical Raptor tiene tres artículos sobre todo este episodio, y el doctor Vincent Iannelli también explicó la ‘controversia’ y por qué la carta de los antivacunas no tenía ningún sentido.
Lo preocupantes es que también hubo apoyo para Gøtzsche y Jefferson. Su carta fue publicada en el journal BMJ de Medicina Basada en la Evidencia. Ante las críticas, los editores —Carl Heneghan e Igho Onakpoya— publicaron una respuesta en donde defendían la publicación de la carta antivacunas (!). La declaración de conflictos de intereses de esa respuesta advierte que Carl Heneghan es amigo de Jefferson y ha publicado con él más de 15 estudios. Heneghan incluso prestó su blog para que Jefferson, Gøtzsche y Jørgensen reclamaran que Cochrane no se tomó sus críticas en serio (aparentemente tomarse un mes y responder con 30 páginas de evidencia no era suficiente). Heneghan no sólo es editor del BMJ EBM sino que también es miembro de Cochrane.
De hecho, los tres autores de la primera carta antivacunas se juntaron con un tal Peter Doshi y publicaron en BMJ ooootra carta en la que lloriquean denuncian los supuestos desafíos a la evaluación independiente de los potenciales daños de las vacunas contra el VPH.
Epílogo
Lo último que esperaba encontrar este año era que Cochrane había sido infiltrada por antivacunas. Cuando supe que Gøtzsche había sido expulsado de la Junta Directiva, imaginé que era por algún pecado contra la corrección política —la guillotina laboral más popular del momento—, y que no lo fuera habría sido refrescante de no ser aterrador. Incluso, que le hayan tolerado sus disparates antipsiquiatría y antifarmacéuticos por tanto tiempo habla muy bien de Cochrane… lo que no ha impedido que la la expulsión haya sido recibida con acusaciones de atentar contra la libertad académica y la crítica interna (!!).
Que cuatro personas hayan renunciado a la Junta Directiva en solidaridad con un magufo antivacunas y antipsiquiatría pinta un panorama lúgubre. Lo que esto me dice a mí es que al interior de Cochrane todavía queda un número indeterminado de antivacunas, empezando por los del Centro Nórdico y en puestos importantes donde se toman decisiones (Jefferson, Jørgensen y Heneghan). Sólo espero que este no sea el caso en otras organizaciones que velan por la ciencia y políticas públicas basadas en la evidencia.
Como apunte final, no seré yo quien diga que absolutamente todas las revisiones de Cochrane están bien hechas y libres de fallos, porque no hay emprendimiento humano que sea perfecto, y aún con todos los controles y el entrenamiento científico, errar es humano. Y sabemos de al menos un caso en el que Cochrane se equivocó gravemente en una revisión sistemática de estudios sobre acupuntura; pero eso es harina de otro costal. En esa ocasión el error se demostró con base en evidencia veraz y no una agenda ideológicamente motivada.
Y es que hay más que suficiente espacio para discrepar con Cochrane, y disputar sus políticas, métodos y conclusiones. Por ejemplo, Hilda Bastian —quien, como Gøtzsche, fue cofundadora de la colaboración— partió cobijas con ellos en 2012 por diferencias de enfoque en temas de comercialización, los problemas de acceso abierto y la dirección estratégica que la organización estaba tomando.
Es una lástima que cuando Gøtzsche empezó a alejarse del enfoque basado en la evidencia, prefirió usar el prestigio de Cochrane para favorecer sus nuevas convicciones.
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Publicado en De Avanzada por David Osorio