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El glifosato sigue sin causar cáncer

La magufada está alborotada porque un juzgado en California condenó a Monsanto-Bayer a pagar 250 millones de dólares en daños punitivos y otros 40 millones en daños compensatorios a un antiguo jardinero de colegio que demandó a la multinacional por, presuntamente, haber causado su linfoma no Hodgkin con su producto de glifosato, RoundUp.

El acto reflejo del sesgo de confirmación entre los magufos fue inmediato: según ellos, la condena es señal de que siempre tuvieron razón acerca de que el glifosato es cancerígeno… pero va a ser que no.

Primero, la evidencia: en 2015 la IARC clasificó el glifosato como probablemente cancerígeno, en un reporte tan cargado de errores metodológicos que cansa de sólo listarlos: en su reporte, la IARC ignoró varios estudios que concluyeron que el glifosato no causa cáncer, tergiversó otros estudios, incluyó estudios falsos, y suprimió hallazgos en su reporte que contradecían la conclusión de una relación entre cáncer y glifosato. Vamos, que tiene más honestidad intelectual la administración Trump.

No hay una sola persona honestamente interesada en saber si el glifosato causa cáncer que vea esta cantidad de errores metodológicos y no albergue siquiera una mínima suspicacia de que el reporte y sus conclusiones fueron motivados por algo ajeno al quehacer científico.

Unos años antes, la EPA ya había encontrado que el glifosato no causa cáncer. Y desde que la IARC publicó su reporte, diferentes agencias independientes de todo el mundo lo han revisado con lupa y ni una sola ha llegado a las mismas conclusiones de que el glifosato cause cáncer. Ni la EFSA, ni la FAO, ni la OMS —de la que la propia IARC hace parte (!)— ni la EPA neozelandesa.

A diferencia del reporte de la IARC, nadie ha encontrado errores metodológicos en ninguno de estos reportes… que tampoco han recibido una cobertura tan amplia, en lo que es una de las mayores manchas del periodismo científico a nivel global.

Y entonces, ¿qué pasó en el juzgado de California?

Hay varias cosas. Primero, Monsanto fue condenado por un jurado — no fue un juez con algún entrenamiento en comprensión de la evidencia, sino ciudadanos de a pie elegidos al azar. Cualquier persona con una pizca de pensamiento crítico entiende que cuando un juicio involucra temas complejos, ser juzgado por un jurado puede ser un golpe de suerte o una auténtica pesadilla, y no es descabellado suponer que los miembros del jurado en este caso no eran expertos en la ciencia del glifosato; tampoco es improbable que en su mayoría hubieran estado más expuestos a notas periodísticas que cubrieron acríticamente el reporte de la IARC.

Segundo, el demandante, Dewayne Johnson, sufre de un linfoma no Hodgkin, que puede ser causado por muchas cosas, y es imposible demostrar que su cáncer haya sido causado por el glifosato. Por eso los abogados de Johnson no se enfocaron en probar que la causa del linfoma era el glifosato en general; su caso se basó afirmar que la manera en que Monsanto prepara su glifosato, el RoundUp, provoca un “efecto sinérgico” (?) que habría sido un factor contribuyente sustancial en que Johnson desarrollara el linfoma. El caso ni siquiera trató sobre todo el glifosato, sino sólo sobre el RoundUp de Monsanto — si alguien quería usar el caso para condenar la totalidad del glifosato, ya va mal, porque ni siquiera los abogados de Johnson probaron eso.

Como se colige de la sentencia, el jurado les creyó, pero eso no cambia el hecho de que cuando se reúne toda la evidencia y los estudios sobre una posible relación entre cáncer y glifosato, el único estudio que encuentra relación es el estudio que está plagado de errores metodológicos.

Lo de California, antes que un juicio fue más un concurso de popularidad entre el demandante —un pobre jardinero que tuvo la mala fortuna de que le diera cáncer, y quien posiblemente no llegue vivo al 2020—, y una multinacional que ha sido objeto de sostendias campañas de desprestigio durante décadas. Eso no hace que el glifosato, de un momento a otro, empiece a dar cáncer, cuando toda la investigación seria al respecto señala que no es así.

Lo que se puede afirmar sin evidencia se puede descartar sin evidencia. Y la preponderancia de la evidencia es meridianamente clara en que el glifosato no causa cáncer. Si en la instancia de apelación no se corrige el rumbo en este caso, se habrá sentado un pésimo precedente en el que la ciencia podrá ser desdicha en los tribunales. Y uno pensando que habíamos aprendido la lección del caso de Galileo

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Publicado en De Avanzada por David Osorio

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