El domingo pasado, el comediante John Oliver dedicó su el programa de la semana a la crisis en Venezuela — durante el episodio, que dura 20 minutos, Oliver dedicó 15 segundos a Colombia (del 6’38 al 6’53) para indicar que la Venezuela de Hugo Chávez fue incluso más corrupta que Colombia:
(El canal del programa de Oliver en YouTube, Last Week Tonight, tiene una restricción geográfica de un mes para espectadores por fuera de EEUU; si no han encontrado un video espejo, existen otras maneras de acceder a él.)
El comentario de Oliver fue el siguiente:
[Chávez] también manejó un gobierno que Transparencia Internacional declaró como el país más corrupto de América Latina. Y recuerden: América Latina tiene a Colombia en ella — un país donde la única ley de financiación de campañas es “Por favor, reporten todos los sobornos que consistan de más de 10 kilos de cocaína“.
Y ya. Eso bastó para que el Embajador Copo de Nieve, un tal Camilo Reyes, asignado a la Embajada en EEUU le enviara una carta de agravios a Oliver, pidiéndole que nunca más mencione la realidad de las drogas del país, no sea que una sociedad que soportó durante décadas los flagelos de Pablo Escobar y el paramilitarismo no pueda aguantar un chascarrillo durante 15 míseros segundos:
Le escribo en relación con el episodio del 13 de mayo de Last Week Tonight, en el que Colombia fue menospreciada
[…]
Rechazamos sus comentarios desconsiderados sobre Colombia. Entendemos que se trata de un espectáculo dirigido al entretenimiento y de naturaleza cómica, pero para nosotros, el azote global de las drogas no es cosa de risa. Colombia y los colombianos son los que más han sufrido y pagado el precio más alto —la pérdida de tantas vidas— en la lucha contra las drogas y toda la fealdad asociada a ellas, una lucha compartida por los países que usan drogas y las producen.
Respetuosamente les pido que en el futuro, cuando piensen en el contenido del programa, consideren a la Colombia de hoy, una nación que está en paz por primera vez en más de 50 años. Les pido que recuerden que Colombia es la segunda democracia más antigua del Hemisferio Occidental, un valor que compartimos orgullosamente con los Estados Unidos y en el que se basa una importante asociación bilateral. Y les pido que consideren a los 47 millones de colombianos que todavía se están curando de un período doloroso en la historia de nuestra nación — y que no los traten como un chiste.
No sé, creo que lo único que me indigna de todo el episodio es la falsa indignación del diplomático colombiano. Los lectores habituales ya saben a dónde voy con esto: así como yo no me apropio del éxito de los colombianos en el exterior, tampoco dejo que mi indignación sea decidida por una entidad estatal, o un grupo. ¿Quién carajos se cree este tipo para decir, en mi nombre, que estamos ofendidos? No, no lo estamos. Al menos yo no lo estoy. Así como no lo estuve con la valla publicitaria de Narcos que Netflix puso en España, y que la Ministra de Relaciones Exteriores de Colombia, María Ángela Holguín, exigió que bajaran (!) en nombre de ‘nuestras’ sensibilidades ofendidas (?).
Y el segmento de Oliver no me indgina por una razón muy sencilla: durante décadas, Colombia ha mantenido una absurda prohibición de las drogas, usando a Papá Estado para decirnos lo que podemos meter y no meter en nuestros cuerpos; eso ha hecho infinitamente lucrativo el negocio de producir drogas, y ha traído consigo una espiral de violencia que los productores recrudecen continuamente para mantener su tajada de los ingresos, ¿pero es John Oliver el que ofende a los colombianos? ¡Esto tiene que ser una broma de mal gusto! La ignorancia autocomplaciente y/o deliberada sobre el poder de los incentivos negativos en la creación de políticas públicas ha hecho que el país “pague el precio más alto”. Eso no tiene vuelta de hoja.
Así que la culpa de las muertes y las manos manchadas de sangre pertenecen a quienes han insistido en mantener la prohibición de las drogas (básicamente todas las legislaturas del Congreso y todos los Gobiernos, incluyendo el de Juan Manuel Santos que Reyes representa).
Oliver, ciertamente, la sacó barata. La carta de falsa indignación de un burócrata colombiano palidece en comparación con las amenazas de muerte que recibió Nicolette van Dam, una modelo holandesa y entonces embajadora de Unicef que tuvo la ingenua idea de creer que los colombianos eran lo suficientemente civilizados para soportar una imagen en Twitter que se burlaba de dos jugadores de la Selección Nacional de Fútbol con un comentario sobre drogas.
Ya lo de que Colombia es la segunda democracia del continente es el chiste de mal gusto en todo esto. Si acaso, Colombia sería una anocracia, pero un país en el que la carrera presidencial de este año parece definirse entre el títere de un filofascista caudillo mesiánico viudo de poder y un neoestalinista caudillo mesiánico viudo de poder, difícilmente califica como “democracia”. Vamos, que en los debates de los candidatos a la Presidencia todavía se discute si la orientación sexual de las partes determina la validez de un contrato de matrimonio, si es preferible que los niños languidezcan en hospicios estatales a que reciban el amor de dos padres que resultan tener gametos del mismo tamaño, si el Estado va a impedir que las personas decidan sobre sus propias vidas si quieren terminarlas cuando la existencia se haya convertido en sinónimo de dolor permanente e insoportable, o si las mujeres pueden decidir sobre sus cuerpos; un país que para promover su proceso de ‘paz’ despilfarró dineros públicos en la promoción de creencias privadas, por ejemplo trayendo a la mayor celebridad católica a que predicara su superstición a cargo del erario.
La carta del embajador Camilo Reyes a John Oliver pone de manifiesto que seguimos igual, desperdiciando el dinero de los contribuyentes en darle comfort emocional a los colombianitos, en vez de usarlos para cambiar las más que indignantes realidades. No sé, pero esas son las cosas que sí me indignan a mí, y no 15 segundos de un duchazo de realidad en HBO.
(imagen: Last Week Tonight)
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Publicado en De Avanzada por David Osorio