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La Asociación de Ateos de Cali fue liquidada

El 1° de marzo de 2018 la Asociación de Ateos de Cali fue liquidada — aquí un extracto del comunicado que publicaron al respecto:

Todo este trabajo no ha sido una línea constante en cuanto a aciertos y logros, si bien nos sentimos orgullosos de haberlo hecho, debemos asumir autocríticamente que nos equivocamos en muchos aspectos, que no hicimos la tarea como debería ser para lograr consolidar nuestra asociación y poner con ello las bases para una organización nacional de ateos, tarea que queda en el aire pendiente y que no pudimos materializar.

En estos 6 años por nuestra asociación pasaron personas muy valiosas, las cuales aportaron con sus esfuerzos a la causa que nos unía, pero lastimosamente por la ausencia de un trabajo más serio y responsable se comenzaron a retirar, quedando hasta el momento solo un total de 6 asociados, los cuales estamos desde el mismo momento en que la asociación fue fundada y hoy, liquidamos formal y legalmente. Esta dificultad de poder articular una asociación en todo el sentido de la palabra llevó a que nuestro trabajo decreciera con el tiempo llegando hasta la inactividad en que en este momento se encuentra, por ello decidimos reunirnos, discutir la situación y encontrar posibles salidas.

Nuestra asociación desde mayo de 2012 se encuentra registrada oficialmente en cámara y comercio, es decir, somos una asociación formalmente constituida, lo cual hicimos en aquella época para dar batallas de corte legal, para ganarnos espacios más fácilmente en instituciones, emisoras y otros escenarios en nombre del ateísmo legal y claro, sentar el precedente que los ateos existimos, nos organizamos y tenemos motivos de sobra para luchar.

Me parece que es la decisión correcta. Yo creía que esa personería jurídica que mencionan en su comunicado llevaba varios años atrofiada por desuso pues, contrario a lo que hacen el resto de asociaciones de ateos en el mundo, la de Cali jamás mostró ningún interés en demandar leyes envenenadas con privilegio religioso, ni ofrecerle ayuda jurídica a los ateos vallecaucanos, ni apoyar las batallas legales sobre laicismo, y no faltó la ocasión en que incluso exhibieron desdén por este tipo de cosas que son el día-a-día de una asociación de ateos — que en su comunicado de despedida digan que alguna vez tuvieron esa intención fue una completa sorpresa para mí.

Cuando un ateo se acerca a su Asociación (más) cercana, normalmente lo hace porque se encuentra en una situación en la que sus derechos están siendo vulnerados y a nadie más le importa. Tiene que ser terriblemente frustrante, entonces, uno llegar a la Asociación de ateos local y que le digan que ahí no es, que ellos están enfocados en hacer exclusivamente otras cosas —de tinte más académico, cultural, o filosófico— que ya hacen cientos de organizaciones sin ánimo de lucro.

Por eso creo que la liquidación fue una decisión acertada: si no les gusta aquello a lo que por definición se dedica una organización atea, igual pues forman otro tipo de colectivo, con otros intereses, y así dejan de inducir a error a los ciudadanos caleños y de los alrededores que podrían estar siendo víctimas de los excesos religionistas.

Por eso mismo, no puedo decir que su ausencia se vaya a sentir. Las demás asociaciones son las que ya vienen haciendo todo el trabajo pesado, así que la liquidación de la AAC no es más sino hacer oficial la situación que ya existía de facto en el activismo laico en Colombia.

De hecho, creo que la decisión de liquidar la Asociación de Ateos de Cali ayuda a sentar las bases de esa organización nacional de ateos que mencionan. Ya perdí la cuenta del número de veces en las que nos acercamos a ellos para que juntáramos esfuerzos en iniciativas de alcance nacional o para saber si los teníamos en cuenta a la hora de hacer comunicados conjuntos en los que los ateos de Colombia estuvieran representados con una sola voz, o para ofrecerles una página web con la cual su Asociación podría tener una presencia en línea más seria —¡su herramienta de comunicación oficial hasta el último de los días fue Facebook!—, sólo para encontrarnos con un escueto “No” conseguido casi con tirabuzón en las escasas ocasiones en las que obteníamos respuesta. Puede que el equivocado sea yo, pero creo que una organización de ateos a nivel nacional en el que se nieguen a hablar entre sí sería un rotundo fracaso.

En cualquier caso, espero que los miembros de la recién liquidada AAC tengan mucho éxito en los proyectos individuales y colectivos que emprendan de ahora en adelante. Y si otras personas se animan a crear una o más asociaciones de ateos en Cali con más disposición para el activismo que para la hipsterada, bienvenidos sean también.

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**Actualización (9 Mar 18): Tras la publicación de este artículo, uno de los miembros de la ahora difunta AAC decidió ofenderse y responder que yo estaba desconociendo los supuestos logros de la Asociación; cuando inquirí por esos logros recurrió a acusar a las organizaciones ateas de Bogotá de ser “arrodilladas ante el Estado” (?).

La respuesta es curiosa para mí porque hace unos años vi en Facebook una conversación entre dos miembros fundadores de la Asociación de Ateos de Cali en donde decían que todos los fascistas debían ser asesinados — en ese momento intervine para sugerir que tal vez los derechos de las personas no deberían depender de que tengan las opiniones correctas (vamos, ¡que no hay postura más facha que esa!), y que esa idea también tenía repercusiones para los ateos; jamás recibí respuesta alguna. Por arte y gracia del algoritmo de Facebook, en una ocasión posterior vi a una de estas criaturas reivindicar el estalinismo y repetir la apología estalinista. Vaya, esas reuniones de la AAC debieron ser toda una pasada: alguien que cree que no se puede llegar a acuerdos en absolutamente nada con “arrodillados del Estado” haciendo activismo con un apologista del estalinismo, y pretendiendo reivindicar los derechos de los ateos a la vez que creen legítimo que los derechos de las personas dependen de sus opiniones.

Aunque yo era consciente de estas diferencias de opinión con los chicos en Cali, no vi ningún motivo para traer esos temas a colación en el artículo original, aún cuando sospecho que ahí radica en parte su negativa a responder cualquier comunicación invitándolos a trabajar conjuntamente; pero cuando mi pregunta sobre los supuestos logros de la AAC fue respondida con acusaciones infundadas sobre organizaciones con las cuales he colaborado estrechamente —y que sí tienen logros para mostrar si alguien pregunta—, me vi en la imperiosa necesidad de señalar lo absurdo de las acusaciones.

Y no sólo son absurdas por aplicar estándares diferentes a los miembros de su organización y a los que no lo son, y por pretender luchar porque se termine la discriminación según las opiniones socavando al mismo tiempo el principio fundamental de que los derechos no se deciden según las opiniones, sino porque acá no somos “arrodillados del Estado”. He hecho casi un sello de marca de este espacio pavonear mi postura que va mucho más allá del ferviente libertarianismo civil y es mejor descrito como libertarianismo cultural; y aunque las organizaciones ateas de Bogotá no compartan conmigo esta postura en la totalidad de su extensión, ellos ciertamente no ven con ninguna simpatía las intromisiones estatales en nuestra libertad de cultos — yo pensaba que eso era lo único que necesitábamos para poder trabajar en equipo con la AAC; parece que me equivoqué. En fin, no es la primera vez que algún resentido ataca a las organizaciones ateas de Bogotá, y ciertamente no será la última.

En cualquier caso, mi oferta sigue en pie, pues yo no vine a cazar peleas, sino a comentar sobre el activismo laico en Colombia: si alguien sabe de algo que haya hecho la difunta AAC para hacer respetar los derechos de los ateos (en Cali, Valle del Cauca o Colombia), la sección de comentarios sigue abierta y yo estaré más que feliz de volver actualizar el artículo para incluir esa información. Al fin y al cabo, eso es lo único que me interesa: que se respeten los derechos de los ateos. Incluso si lo consigue alguien con quien tengo diferencias de opinión.

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Publicado en De Avanzada por David Osorio

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