El fin de semana, el expresidente Álvaro Uribe Vélez dijo en Twitter que el columnista Daniel Samper Ospina era un “violador de niños“, así sin ninguna evidencia, ni nada. Samper Ospina respondió que no se dejaría amedrentar por el matoneo del expresidente, y los periodistas colombianos —incluyendo varios que definitivamente simpatizan con Uribe— rompieron Twitter en un acto de solidaridad con el columnista.
En un documento titulado Punto final consignaron el rechazo a las tácticas de intimidación a la prensa a las que recurren el expresidente y sus esbirros. Ante esto, el uribismo cerró filas alrededor de su amo mental.
Así que aprovecho para hacer una disección de este asesinato moral contra Daniel Samper Ospina, y poner de manifiesto la cruzada puritana en la que se ha montado el uribismo, y la gimnasia mental que tocó hacer para seguir defendiendo lo indefendible —la calumnia de Uribe— y las patéticas justificaciones morales que se han rebuscado.
Lo primero fue decir que en vez de “violador de niños”, Uribe quiso decir “violador de los derechos de los niños”. Pero es que nadie puede leer mentes ajenas. Y la ley se ocupa de lo que uno hizo o dijo, no de sus intenciones. Por algo dice el refrán que el camino al Infierno está empedrado de buenas intenciones.
Luego instrumentalizaron a la hija de Paloma Valencia para decir que Samper Ospina la matoneó. Samper Ospina aprovechó que Valencia bautizó a su hija como Amapola para hacer un chiste relacionado con las drogas. Puede que sea de mal gusto —eso lo decide cada quién—, pero no es matoneo, porque el matoneo requiere de que haya una intención de herir a su víctima y esta entienda lo que está ocurriendo. Amapola Rodríguez no tiene los elementos de juicio para entender nada de lo que está ocurriendo, mucho menos para sentirse atacada. Y esto no constituye un acceso carnal violento.
A mí me parece de mal gusto señalar individualmente niños en el curso del debate político. Incluso, tras la victoria de Trump, hubo quienes recurrieron al ataque rastrero al pequeño Barron Trump, y hubo opositores a Trump que los pusieron en su lugar, pues los niños no deberían ser instrumentalizados políticamente. No creo que esto atente necesariamente contra los derechos de los niños, aunque sí va contra la más elemental decencia. No obstante, a diferencia de Trump y sus opositores decentes, Paloma Valencia y Uribe siguieron usando a Amapola para que desfile como víctima y sea su excusa para seguir trapeando el piso con la honra y el nombre de Samper Ospina. Pudiendo elegir dejarla por fuera de todo esto, Paloma Valencia siguió instrumentalizando políticamente a su hija. ¡Pobre niña!
Ahí no termina la cosa. Otro de los supuestos agravios de Samper Ospina es que habría ofendido a Antioquia (?) en una columna en la que llama a la independencia de ese departamento. Pero ofender a un Departamento —si es que eso es siquiera posible— no es acceder carnalmente a un menor de edad.
Luego salieron con que, mientras estuvo bajo la dirección de Samper Ospina, la revista SoHo publicó fotos de Lina Salamanca cuando tenía 15 años, vestida sólo con un baby doll. Dejando de lado lo diciente que es que los muy puritanos uribistas conozcan tan bien los contenidos de una publicación para hombres, esto es una tergiversación. Los padres de la joven modelo dieron los permisos respectivos y hoy, 15 años después, la propia Lina Salamanca sigue con una exitosa carrera de modelaje y no se arrepiente en lo absoluto de haber posado para SoHo. Lo que los uribistas dicen que es pornografía infantil, no lo fue; y tampoco fue acceso carnal violento.
La última acusación —hasta ahora— es que Samper Ospina irrespetó la religión (el bufón cristiano de moda salió a decir que Samper Ospina “violó” su fe [?]). Pero, pues la religión sólo es una opinión y, como cualquier otra idea, puede ser sometida a la crítica y la burla, y no merece una protección más especial que la idea de que el azul es el color más bonito, o que sólo un troglodita le pondría piña a la pizza. Criticar la religión no es, de ninguna manera, un acceso carnal violento. Lo más curioso, para mí, es que Uribe defienda a la Iglesia Católica en una discusión sobre pederastia. Si así es preocupándole los niños violados, ¿qué tal que no le preocuparan?
Lo dicho, la gimnasia mental de un tráfuga.
Para rematar, dos comentarios rápidos. Primero, Uribe no pudo prever que su diarrea tuitera tendría tremendo impacto. Él está acostumbrado al asesinato moral de cualquiera que discrepe de sus posturas, pero no es más que un narcisista con carisma. Ni él ni nadie más puede controlar la opinión pública a su antojo. Esta sugerencia ya raya en la conspiranoia.
Segundo, en su cubrimiento de este tema, Juan Esteban Lewin en La Silla Vacía comparó la estrategia de Uribe con la de Trump… un día después de que yo hiciera una analogía similar. Esta vez, kudos para mí.
(imagen: Wikipedia)
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Publicado en De Avanzada por David Osorio