Antes hemos hablado del absurdo concepto de interseccionalidad, un fetiche de la izquierda regresiva que pretende que cada forma de discriminación está entrelazada con todas las demás, siempre y de forma automática.
Hace unas semanas, el autor Charles Murray iba a dar una conferencia en el Middlebury College de Vermont, sobre su más reciente libro Coming Apart — como se ha vuelto costumbre, en nombre de valores progresistas los estudiantes impidieron el evento de manera violenta y agresiva, llegando a causarle una concusión a Allison Stanger, interlocutora de la facultad que iba a hacerle preguntas a Murray tras la charla.
Todo el vergonzoso asunto está en video:
Después de ver el video, Andrew Sullivan no pudo evitar hacer el evidente paralelismo entre la interseccionalidad y la religión:
La “interseccionalidad” es la última moda académica que arrasa en la academia estadounidense. En la superficie, es una reciente teoría neomarxista que sostiene que la opresión social no se aplica simplemente a categorías únicas de identidad — como la raza, el género, la orientación sexual, la clase, etc.— sino a todos ellos en un sistema entrelazado de jerarquía y poder. Al menos, ese es mi mejor intento de definirla brevemente. Pero ver el video ayuda a mostrar cómo una teoría social de otro modo desafiante puede operar en la práctica.
Opera, según palabras de Orwell, como una “pequeña ortodoxia maloliente”, y se manifiesta, me parece, casi como una religión. Postula una ortodoxia clásica a través de la cual se explica toda la experiencia humana — y por medio de la cual se debe filtrar todo el habla. Su versión del pecado original es el poder de algunos grupos de identidad sobre otros. Para superar este pecado, primero debes confesar, es decir, “verificar tu privilegio“, y subsecuentemente vivir tu vida y ordenar tus pensamientos de una manera en la que mantengas este pecado a raya. El pecado entra tan profundamente en tu psique, especialmente si eres blanco o varón o hetero, que se necesita una conversión profunda.
Como el puritanismo, alguna vez típico en Nueva Inglaterra, la interseccionalidad controla el lenguaje y los términos del discurso que son apropiados. Hace cumplir los modales. Tiene una idea de la virtud — y está obsesionado con mantenerla. Los santos son los más oprimidos que no obstante resisten. Los pecadores se clasifican en varias categorías ascendentes de condena demográfica, como algo sacado de Dante. Lo único de lo que carece esta religión, por supuesto, es la salvación. La vida es simplemente un drama entrelazado de opresión y poder y resistencia, que termina solo en la muerte. Es Marx sin la liberación total final.
Funciona como una religión en otra dimensión crítica: si sucede que tú ves el mundo de una manera diferente, si eres progresista o libertario o incluso, conservador, si crees que una universidad es un lugar donde cualquier idea, por muy repugnante que sea, puede ser debatida y refutada, no sólo estás equivocado, eres inmoral. Si crees que los argumentos y las ideas pueden tener una vida independiente de la “supremacía blanca”, eres cómplice del mal. Y no eres simplemente cómplice, tu herejía es una amenaza directa para los demás, y por lo tanto debe ser extinguida. No puedes razonar con la herejía. Tienes que prohibirla. Contaminará las almas de los demás y las herirá irremediablemente.
Y lo que vi en el video me pareció más como una forma de ritual religioso —un exorcismo laico, si se quiere— que llega a una catarsis frenética e inquietante. Cuando Murray empieza a hablar, los estudiantes se ponen de pie y ritualmente le dan la espalda en silencio. El hereje no debe ser mirado, y mucho menos deben interactuar con él. Luego recitan una liturgia común al unísono a partir de hojas de papel. Así comienzan: “No se trata de un discurso respetuoso, ni de un debate sobre la libertad de expresión. No se trata de ideas que puedan debatirse de forma justa, no es ‘representativo’ de la otra parte dar una plataforma a estas peligrosas ideologías. No hay un potencial para un intercambio igual de ideas”. Nunca especifican cuáles son las ideas de Murray a las que se refieren. Tampoco explican por qué una conferencia sobre un libro reciente sobre la desigualdad social no puede ser un “discurso respetuoso”. El orador está abierto a preguntas y hay un miembro de la facultad en el escenario para contratarlo después. Ella vino preparada con preguntas difíciles enviadas por especialistas en el campo. Y sin embargo: “No podemos interactuar plenamente con Charles Murray, mientras él es conocido por citarse fácilmente. Por eso vemos esta charla como discurso de odio”. Lo saben antes de que se haya hablado una sola palabra del discurso.
Entonces esto: “La ciencia siempre ha sido usada para legitimar el racismo, el sexismo, el clasismo, la transfobia, el capacitismo y la homofobia, todos velados como racionales y hechos, y apoyados por el gobierno y el estado. En este mundo de hoy, hay pocas cosas que sean verdaderos ‘hechos'”. Esto, me parece, llega al corazón de la pregunta — no que los estudiantes impidieron un discurso, sino por qué lo hicieron. No dudo de sus buenas intenciones. Pero, en un eco extraño de la derecha de Trump, insisten en la superioridad de su ortodoxia a los “hechos”. Son hostiles, como todos los fundamentalistas, a la ciencia, porque podría contrarrestar la doctrina. E impidieron el evento porque la interseccionalidad rechaza toda la idea del debate libre, de la ciencia, o de una verdad independiente del poder masculino blanco. Al final de esta parte de la ceremonia, un individuo grita: “¿Quién es el enemigo?” Y la congregación responde: “¡El supremacismo blanco!”
Entonces expulsan al hereje en un canto unificado: “¡Eyy, eyy, jo, jo, Charles Murray se tiene que ir!”. Luego: “Racista, sexista, anti-gay, Charles Murray se tiene que ir! ” El viejo trabajo de Murray sobre el coeficiente intelectual no demuestra ninguna diferencia significativa entre hombres y mujeres, y Murray ha apoyado durante mucho tiempo el matrimonio igualitario. Se opone apasionadamente a la eugenesia. Es un libertario. Pero nada de eso importa. La interseccionalidad, ¿recuerdan? Si eres considerado pecador en una cuenta, eres pecador en todas ellas. Si crees que la raza puede ser tanto una construcción social y estar relacionada con la genética, tu afirmación sobre la ciencia es sólo otra forma de opresión. De hecho es discurso del odio. En un momento posterior, los estudiantes empiezan a aplaudir al unísono, y se puede sentir la histeria aumentando, a medida que los cantos crecen más fuertemente. “Su mensaje es el odio. ¡No lo toleraremos!” El canto final del clímax es “¡Túmbenla ¡Túmbenla! [la conferencia]” Se siente como algo de Las brujas de Salem. La mayoría de los estudiantes nunca han leído una palabra de Murray — y muchos profesores que apoyaron el cierre admitieron lo mismo. Pero el celo interseccional es tan grande que él debe ser desterrado — hasta el punto de la violencia física.
Esto me parece importante, porque la razón y el debate empírico son esenciales para el funcionamiento de una democracia liberal. Necesitamos un discurso común para deliberar. Necesitamos hechos independientes de la ideología o el lado político de cualquier persona, si queremos sobrevivir como una sociedad libre y democrática. Trump nos ha demostrado esto. Y si una universidad no puede permitir que estos hechos y argumentos sean libremente debatidos, entonces ningún lugar es seguro. Las universidades son las ciudades santuarias de la razón. Si la razón tiene que estar subordinada a la ideología, incluso allí, nuestro experimento de autogobierno ha terminado.
En 1994, Murray publicó The Bell Curve, un libro que suscitó tremenda polémica porque menciona diferencias de cociente intelectual observadas entre grupos étnicos, cifras que luego fueron utilizadas por racistas para disfrazar su intolerancia de científica y objetiva.
Yo no he leído ningún libro de Murray —y no estoy por la labor de hacerlo—, y tampoco me interesa entrar en el debate de sus ideas. Sin embargo, el debate debe poder darse; si Murray quiere expresar sus ideas, debe poder hacerlo; y si alguien está en desacuerdo, el debate es la forma adecuada de expresarlo, en vez de tacharlo de blasfemia e impedirle que hable.
En serio, la miopía de la izquierda regresiva es apabullante. Al igual que con el puñetazo a Spencer, estas criaturas están legitimando a la extrema derecha, diciéndole que es legítimo censurar y golpear a alguien por el contenido de sus ideas. ¿Qué mejor regalo podrían pedir los opresores?
(imagen: VTDigger Video)
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Publicado en De Avanzada por David Osorio