Hace cinco años, la justicia de Colombia condenó al sacerdote William de Jesús Mazo Pérez por violar a cuatro niños en Cali (Valle del Cauca).
Hoy, la Arquidiócesis se niega a compensar económicamente a las familias, porque dicen que fue su culpa —de los familiares—, que habrían actuado de manera negligente, al confiar en la Iglesia:
“(L)a conducta del señor Mazo Pérez no puede mirarse de manera aislada”, le dijo al juez 22 penal la Arquidiócesis de Cali a través del abogado Walther Collazos. “Hoy su despacho debe mirar si la participación de las hoy llamadas víctimas indirectas (padres, abuelas y tío) fue la más coherente al sentido común (…) y el juicio de reproche sobre si se hizo como familia lo que se tenía que hacer”. Para el abogado, la cuestión es: “¿Se actuó con el sumo cuidado preventivo?” O, por el contrario, “¿se fue laxo, permisivo, omisivo, abandonado y desinteresado y hoy concurren ante un juez para aprovechar un hecho dañino de un tercero y fungir como víctimas indirectas?”.
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“Se solicita se tenga en cuenta lo dispuesto en los artículos 2348 y 2357 del Código Civil, por existir una omisión directa de los hoy reconocidos como víctimas indirectas en el actuar del señor Mazo Pérez, ya que violaron el deber de cuidado, deber de custodia, salvaguarda, vigilancia y protección hacia los hijos y familiares (…) que en esa época contaban con 10 u 11 años de edad”. Según el documento, se trataba de menores “bajo el imperio de la institución de la familia”, víctimas de un “exceso de confianza y pasividad” de sus guardianes.
Durante décadas, vergonzosamente, la justicia colombiana se negó a hacer responsable a la Iglesia por los abusos sexuales de los clérigos. En 2015, la Corte Suprema de Justicia tuvo un poquito de decoro y reversó esa asquerosa tradición, profiriendo la primera condena a la Iglesia por pederastia en el país.
Ojalá el juez penal 22 de Cali se guíe por ese precedente (y ojalá a la Arquidiócesis le nieguen la apelación y la casación). De lo contrario, las familias tendrán que seguir cargando con el caso hasta la Corte Suprema para que esta reafirme su jurisprudencia. Y es que mientras la Iglesia siga con el absurdo requisito laboral del celibato, son responsables de los abusos sexuales de sus miembros.
La Iglesia es responsable —y debe pagar—, pero eso no significa que el abogado de la Arquidiócesis se equivoque por completo: los padres que dejan sólos a sus hijos con sacerdotes son negligentes. Los padres que bautizan y le hacen la primera comunión (o el bar mitzvah) a sus hijos menores de edad, son negligentes.
Prestar a los hijos para que sean reclutados en una religión —en cualquier religión— es atentar contra sus derechos, y que la Iglesia sea culpable no hace que los padres no lleven también responsabilidad en la desgracia de los menores: si hubieran respetado la libertad religiosa y de cultos de los menores, esperando a que cumplieran la mayoría de edad antes de hablarles de dios y de llevarlos a la iglesia, los abusos sexuales del sacerdote Jesús de Mazo Pérez jamás habrían ocurrido en primer lugar.
Entiendo que esta sugerencia pueda herir sensibilidades, pero eso no cambia que poner mentes fácilmente moldeables bajo la influencia de una ‘autoridad’ que dice tener la verdad absoluta sea una receta para el desastre. Si no ven herida su sensibilidad cuando bautizan a niños recién nacidos, seguirá habiendo desastres — y tal vez va siendo hora de hacer un poquito de introspección y cuestionar sus prioridades.
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Publicado en De Avanzada por David Osorio