Ayer, Donald Trump revivió una norma que prohíbe destinar fondos federales a ONG que ofrezcan servicios de interrupción del embarazo o, siquiera, ofrezcan información sobre el aborto:
El mandatario estadounidense firmó una orden ejecutiva para reactivar la Mexico City Policy, norma que prohíbe que organizaciones no gubernamentales (ONG’s) utilicen los fondos federales que reciben para promover actividades relacionadas con la salud reproductiva, como el aborto, en el extranjero.
La también conocida como Global Gag Rule, instaurada por el presidente Ronald Reagan en 1984, ha sido una política gubernamental intermitente desde su creación, ya que los republicanos la apoyan, mientras que los demócratas están en contra.
Esto no tiene ningún sentido. El secretario de prensa de la Casa Blanca, Sean Spicer, explicó que la medida es un reflejo de los ‘valores’ de Trump, pero es que la política pública de ningún país tendría por qué depender de los valores del presidente de turno.
Y si Trump creyera que las transfusiones de sangre atentan contra sus valores, ¿también las prohibiría? ¿Tendría sentido que le retire la financiación a las ONG que ayudan con los procesos de divorcio o las fertilizaciones in vitro, sólo porque atentan contra sus valores?
El acceso a información sobre interrupción del embarazo y los servicios de aborto son derechos humanos, y no dejan de serlo sólo porque esto incomode al presidente americano o a un emperador galáctico.
Todo se reduce a una jugada machista: prohibir los abortos (y/o impedir y dificultar su realización) no disminuye el número de abortos — o sea, cuando una mujer quiere interrumpir su embarazo, lo hace, independientemente de su legalidad o seguridad. Por eso los mal llamados ‘provida’ no lo son, porque no están salvando vidas, sino que ponen en riesgo las vidas de mujeres que igual van a abortar. Realmente son pro-feto, porque prohibir o impedir los abortos en condiciones de salubridad lo único que consigue es incrementar la tasa de muertes maternas. ¿Qué clase de ‘valores’ serán esos? ¿Cómo es que eso es estar a favor de la vida?
¿Y hay alguna forma de reducir efectivamente las tasas de aborto? Sí, las hay — se ha demostrado que el acceso a anticonceptivos y la educación sexual reducen las tasas de aborto, lo que tiene todo el sentido del mundo: entre mejor educados estén los ciudadanos, más responsables van a ser con su sexualidad, reduciendo así las relaciones sexuales de riesgo, los riesgos de transmisión de ITS y los embarazos no deseados, lo que, a su vez, significa menos abortos.
O sea, si a Trump le molesta destinar presupuesto para abortos, debió haber hecho todo lo contrario: garantizar e incrementar la financiación a las organizaciones de salud sexual y reproductiva.
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Publicado en De Avanzada por David Osorio