El fin de semana, La Silla Vacía publicó un perfil y entrevista a Héctor Abad Faciolince en su Red Líder.
La entrevista es buena y tiene varias partes que vale la pena destacar — Abad defiende muchas cosas que nos importan y defendemos en este espacio, como el laicismo, la democracia, los DDHH, la ciencia y que la política pública se base en la mejor evidencia disponible. Aquí unos extractos de sus respuestas:
Yo aquí me temo que algunas sectas evangélicas recalcitrantes sean nuestros talibanes del futuro. En Occidente, y en Colombia también, se ha vuelto mainstream, establishment, el estado laico, la separación de creencias religiosas y leyes.
Los extremistas evangélicos, y unos cuantos católicos carlistas decimonónicos, quisieran que el Estado y la religión fueran de la mano, que el delito y el pecado se confundieran.
Creo que los laicos debemos luchar contra esa ideología perniciosa con toda la fuerza de la convicción y de los argumentos.
El género humano nunca estará de acuerdo y no se nos pueden imponer “verdades religiosas absolutas e indudables”, si eso se intenta imponer a la fuerza, así sea por una mayoría democrática, tendremos violencia.
[…]
Los científicos duros y sociales habían convencido a la mayoría de la clase política occidental sobre la conveniencia de ciertos valores: la aceptación de las diferencias, de las preferencias sexuales, la igualdad entre hombres y mujeres, la igualdad de derechos entre distintas etnias o nacionalidades, el respeto por las minorías.
Esto, que se había vuelto -por suerte- lo establecido, parte del establishment, está siendo retado por grupos muy grandes y fuertes que no se resignan a perder cierto orden que les parece más “natural”: yo hago lo que me da la gana, lo que mi fuerza o mi riqueza me permiten. Me burlo del más débil, abuso de las mujeres, matoneo a los gays, no protejo socialmente a los más pobres, no subsidio la salud o la jubilación.
Hay un populismo antiprogresista y conservador que difunde mentiras -o postverdades, como se dice ahora- sin ningún pudor. Que se oponen al “establecimiento” científico -teoría de la evolución, calentamiento global, vacunas, fecundación asistida, adopción gay- en nombre de la moral religiosa o de un regreso a los valores tradicionales.
Tienen nostalgia por un falso mundo mejor del pasado, que en realidad era peor.
Están también contra los medios tradicionales: no importa la deontología del periodista, todos podemos ser periodistas porque todo es verdad, según predicaban los postmodernos: todo es una narrativa, ninguna es mejor o más válida o más cercana a la verdad que otra.
En fin, sí, hay un gran reto por parte de la mentira y el pensamiento a medias, por parte del oscurantismo.
[…]
[E]l intelectual es una persona que, si es seria, se ha dedicado a pensar, a leer, a estudiar. Y algunos son de verdad expertos y sabios en ciertos temas. Creo que habría que consultar más a los científicos.
Hay muchas cosas que no deberían decidirlas las mayorías sino los expertos. No se debería reforestar una montaña por votación, sino según las indicaciones de ingenieros forestales ecologistas.
[…]
Para mí ser antioqueño es un azar irremediable. No me enorgullezco ni me avergüenzo de algo que no escogí. Soy capaz de mirarlo desde adentro y desde afuera.
No creo que la arepa sea mejor que el pan, ni los frisoles mejor que la pasta, pero me parece que el mundo es más rico si hay pan y arepas, pasta y frisoles, que una sola cosa.
También hay cosas que matizaría de la entrevista, como la pregunta sobre “inteligencia emocional”, un concepto pseudocientífico que no tiene sustento empírico.
Y la frase que Abad rescata del virrey arzobispo, de que los neogranadinos [colombianos] somos “imposibles de gobernar”, merece ser desafiada. No hay nada más fácil que gobernar a los colombianos: sólo se requiere un poquito de carisma y exacerbar el chovinismo. Et voilà!
Por otra parte, es interesante ver cómo Héctor Abad conecta los temas globales (posmodernismo, posverdad, la demagogia anti-establishment) con el panorama local (el populismo mesiánico de Uribe, la coalición antiderechos de los cristianos evangélicos y Ordóñez); y su capacidad para defender los gustos personales y a la vez rechazar el absurdo regionalismo tan autóctono de Colombia.
(imagen: Wikimedia Commons)
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Publicado en De Avanzada por David Osorio