A finales de octubre, el Gobierno presentó la propuesta de Reforma Tributaria para que fuera debatida en el Congreso — el tema nos interesa porque el borrador de la Reforma traía la propuesta de que las iglesias no estuvieran exentas de impuestos automáticamente, sino que debían aplicar a un régimen especial del que podrían ser expulsadas si incumplían las normas; además traía el polémico impuesto a las bebidas azucaradas y los cigarrillos.
Pues la ponencia convenida entre el Gobierno y los Congresistas cambió radicalmente el borrador original:
Bebidas azucaradas
Este impuesto inicialmente propuso una carga de 300 pesos por litro. Los recursos del recaudo pasarían a financiar al sector salud, colapsado en sus finanzas, en parte por enfermedades asociadas a malos hábitos de consumo.
Se expusieron argumentos en contra, y, aunque también se incluyó en la reforma un impuesto a los cigarrillos: $ 2.100 y no $ 701 como está hoy, se habló de trato discriminatorio.
La discusión entre los congresistas y el Gobierno terminó por sacar del proyecto la gravación a las bebidas azucaradas, pese a la insistencia del Gobierno.
Tributación de las iglesias
Fue otro de los puntos álgidos en los debates. La idea de darles tratamiento de entidades sin ánimo de lucro generó reclamos. Se dijo que esto, que solo implicaba mostrar de manera transparente los movimientos económicos de estas congregaciones, atentaba contra su labor social.
Congresistas como Vivian Morales también alegaron trato discriminatorio entre la Iglesia católica y las protestantes. Se fijó que no tributarán, pero declararán renta.
Ahh, sí, el viejo truco de exigir el mismo trato privilegiado de la Iglesia Católica, en vez de que esta pierda esos privilegios y no se le otorguen a ninguna superstición. Morales es de lo más sucio y asqueroso que jamás ha conocido la política colombiana, y eso es mucho decir. Su superstición sigue sin pagar impuestos, a pesar de que produce discriminación, intolerancia y anula las capacidades críticas de los ciudadanos.
En cuanto a las bebidas azucaradas, es un asunto que siempre ha estado mal enfocado. Si se quiere insistir en la leguleyada de reducir el problema de obesidad al consumo de carbohidratos, lo lógico sería gravar todos los carbohidratos en vez de singularizar los que son fáciles de satanizar. ¿Cuánto sería el recaudo con impuestos al arroz, el pan, la papa y la yuca?
Por su parte, parece que los fumadores tienen esta batalla perdida. El Gobierno apostó por desincentivar estilos de vida ‘malos’ (en vez del camino democrático y respetuoso de las libertades de hacer campañas educativas e informar objetivamente sobre los riesgos del tabaquismo), y como esta es una tierra fértil para el autoritarismo, la propuesta quedó incrustada en la ponencia de la reforma.
A ver cómo queda después de que los zánganos la discutan…
(imagen: Alex Proimos)
____
Publicado en De Avanzada por David Osorio