Uno de los episodios recientes que advertía sobre el inminente choque de culturas entre la civilización y la barbarie fue el de la publicación de las caricaturas del Jyllands-Posten, cuando el periódico danés publicó varias caricaturas de Mahoma, que llevaron a la amenaza de varios de sus autores (y que, al igual que ocurrió con la fatwa contra Salman Rushdie en 1989 y volvió a ocurrir con Charlie Hebdo en 2015, fue justificado o incluso visto como apropiado por varias personas en Occidente).
Hasta ahora, quienes entendemos que la libertad de expresión está por encima de cualquier sentimiento de ofensa o blasfemia —porque, de lo contrario, no sería libertad de expresión—, habíamos visto en el Jyllands-Posten un medio que, al igual que Charlie Hebdo, había tomado una valiente postura en defensa de la libertad de expresión. Parece que ese no fue el caso.
Flemming Rose, exeditor cultural del Jyllands-Posten, quien estuvo a cargo de las caricaturas en su momento, acaba de publicar su libro De Besatte (Los poseídos), en donde cuenta que, mientras el Jyllands-Posten defendía la libertad de expresión de dientes para afuera, la censura reinaba en la redacción:
Los Poseídos contiene una letanía de acusaciones dirigidas a sus antiguos jefes: Jørn Mikkelsen, editor en jefe de Rose en Jyllands-Posten, Lars Munch, exdirector ejecutivo de JP/Politiken, propietario de Jyllands-Posten y Jorgen Ejbol, expresidente de JP/Politiken. Todos dependen de un tema dual: el silenciamiento de Rose y la corrosión de la libertad de expresión en una era de terror.
En público, Jyllands-Posten parecía estar firmemente al lado de Rose: Se negó a disculparse por imprimir las caricaturas (aunque se disculpó por haber “indiscutiblemente ofendido” a muchos musulmanes). En 2008, reimprimió la caricatura de Westergaard, en respuesta a las amenazas de muerte contra el dibujante. Pero no tardó mucho, según Rose, para que el periódico decidiera que ya había tenido suficiente con todo el asunto.
Una de las acusaciones más llamativas que hace Rose es que, en junio de 2011, le emitieron lo que él describe como un “dictado”, que contiene nueve puntos numerados. En el relato de Rose, éste le fue leído, de un correo electrónico impreso, por Ejbol en una reunión a la que también asistió su director de redacción y el director general de JP/Politiken. Rose me dijo que después de que Ejbol terminara de hablar, Rose pidió una copia del documento, ya que era mucho para asimilar. “Así que me la dio, muy a regañadientes, y la puse en una taza en mi escritorio en casa, donde estuvo sentada durante tres o cuatro años”. Le pedí a Rose una traducción al inglés del documento, que me envió por correo electrónico. Se lee:
- No participar en programas de radio y TV, nacionales e internacionales.
- No participar en conferencias y ponencias, nacionales e internacionales.
- No comente sobre asuntos religiosos.
- No cubra la OIC [Organización de la Cooperación Islámica], Conferencia Islámica
- No comente sobre las caricaturas.
- Longitud: Hasta ahora, dentro de un año.
- Los temas polémicos deben ser discutidos por [Lars] Munch y [Jørn] Mikkelsen. Munch toma la decisión final.
- Si el libro de Rose va a ser publicado en el extranjero, hay que elaborar un plan especial. Munch toma la decisión final.
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El libro aludido en el punto ocho es The Tyranny of Silence, que fue publicado en danés en 2010 y en inglés en 2014. No está claro a qué se refieren los signos de interrogación en el punto nueve. Es revelador que el documento se abre con la siguiente afirmación: “La empresa se encuentra en una situación extraordinaria, la seguridad siempre pesará más, las vidas humanas son más importantes que los principios“. Esta era una referencia a la amenaza terrorista que la publicación de las caricaturas había traído al periódico y a sus empleados; También la justificación para frenar a Rose.
Por supuesto, las directivas del Jyllands-Posten pueden hacer con su periódico lo que quieran — lo que no está bien de ninguna forma que durante tantos años hayan permitido que los identifiquen como defensores de la libertad de expresión, cuando no son más que una pandilla de cobardes y pusilánimes que se encuentran en el negocio equivocado.
Una vez más, de puro cachondeo —y porque es mi derecho—, comparto las caricaturas de Mahoma publicadas en 2005 por el periódico que unos años más tarde cedería ante el miedo y las amenazas de los trogloditas, censurando a su editor cultural:
(vía Kenan Malik | imagen: Wikimedia Commons)
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Publicado en De Avanzada por David Osorio