El ministro de Salud, Alejandro Gaviria, acaba de publicar su libro Alguien tiene que llevar la contraria, que parece muy interesante.
Pablo Correa entrevistó a Gaviria sobre el libro, y algunas respuestas del Ministro merecen ser comentadas:
Dos días antes de leer su libro, su defensa del liberalismo y la democracia, leía aterrorizado lo que escribió un pastor cristiano en Las2 Orillas: “A todos los ateos, gais, asistan este domingo a la iglesia cristiana más cercana para empezar una nueva vida en Cristo”. Porque llegará el día en el que Dios pondrá a su diestra a los salvados y a la izquierda –sí, a la izquierda– a los malditos”. ¿Cómo convivir con esas ideas tan radicales en una misma democracia? ¿Cómo entendernos si las posiciones son tan radicales?
Hay una interesante reflexión de Isaiah Berlin sobre John Stuart Mill que cito en el libro y que da luces sobre cómo lidiar con las ideas odiosas: “No pedía necesariamente el respeto a las opiniones de los demás –decía Berlin sobre Mill–; lejos de ello, solamente pedía que se intentara comprenderlas y tolerarlas, pero nada más que tolerarlas. Desaprobar tales opiniones, pensar que están equivocadas, burlarse de ellas o incluso despreciarlas, pero tolerarlas”. El contraataque es a veces necesario, pero debe ser la excepción y no la regla. La voz de la razón, leí alguna vez, es suave pero persistente.
¿Cómo se convierte alguien en “ateo no practicante”? ¿En qué consiste?
Un ateo que respeta las creencias y no quiere convertir el ateísmo en una cruzada. Como digo en el libro, “la gran mayoría de los hombres continuará agradeciéndole a un dios inexistente cada amanecer, despidiendo a sus muertos como si partieran para un largo viaje y atribuyéndoles a las divinidades los caprichos del destino”. La humanidad, decía Pessoa, gime en la oscuridad.
En cuanto a las ideas intolerantes, Popper ya se encargó de señalar la paradoja de la tolerancia ilimitada, en donde, si no estamos preparados para defender una sociedad tolerante contra las tropelías de los intolerantes, tolerar la intolerancia conlleva, necesariamente, a la desaparición de la tolerancia. Y en Colombia no estamos preparados para defender una sociedad tolerante, básicamente, porque no existe. Así que esa tolerancia tan ilustrada de Mill —que Gaviria parece adoptar— está condenada a desaparecer. Esto queda más claro en la siguiente respuesta.
Aunque Mill dijera que tolerar la intolerancia no significaba respetar las opiniones ajenas, Gaviria decide que no está de más dar ese paso y se denomina a sí mismo un “ateo no practicante”, porque “respeta las creencias y no quiere convertir el ateísmo en una cruzada”, una afirmación notablemente ingenua, por no decir, condescendiente.
Primero, porque eso de respetar las creencias es una bufonada políticamente correcta: ¿acaso Gaviria respeta la creencia de que las mujeres —o sea, media humanidad— no son más que un pedazo de costilla? ¿Le parece respetable la afirmación de que el Sol gira alrededor de la Tierra? ¿O que las serpientes pueden hablar? ¿O que la Tierra es plana? ¿O que se puede volver de la muerte? ¿O que los homosexuales deben morir lapidados? ¿O que los pingüinos se fueron del Polo hasta donde Noé para que los volvieran a dejar en el Polo —en tiempo récord, en un arca que no se podía construir en esa época—? ¿O que se deben prohibir las transfusiones de sangre? ¿O que es aceptable cortejar a una mujer cortando 200 prepucios?
Reducir todas las creencias religiosas a la inocencia de creer que el firmamento sigue ahí por la mano de dios es de una deshonestidad intelectual impropia de Gaviria. Mucho más, por el hecho de que (¡afortunadamente!) su supuesto respeto a las creencias religiosas es demostrablemente falso — el Ministro ha sido coherentemente firme en la defensa de los derechos por encima de las creencias religiosas en temas como aborto, eutanasia y vacuna contra el VPH. Y eso se agradece.
Y lo de “convertir el ateísmo en cruzada” ya se pasa tres pueblos, porque eso no existe: no hay ateos fundamentalistas, o cosas por el estilo. Algunos entendemos que todos debemos ser tratados por igual ante la ley y, por eso, exigimos la neutralidad del Estado en materia religiosa: no pedimos más pero no nos vamos a conformar con menos. No le decimos a nadie lo que debe creer, y esperamos que el dinero de nuestros impuestos no se vaya en patrocinar creencias ajenas. ¿Sería una cruzada si los cristianos se rehusaran a que se imponga por ley el ramadán?
No es la primera vez que Gaviria se desmarca de otros ateos, aunque todavía no entiendo por qué — hay unos ateos más interesados en compartir memes y echar unas risas que en trabajar por el Estado laico, o en pulir sus habilidades de razonamiento crítico, pero eso difícilmente constituye una cruzada. (En el libro Manual de Ateología, Gaviria no hablaba de cruzadas ateas sino de “ateísmo vulgar”, lo que podría ser más acertado que la imputación de “cruzada”… aunque resultaría alarmante que sea tolerante con supersticiones barbáricas e inhumanas, pero le aflore la sensibilidad cuando asoman palabras que socialmente se consideran groseras.)
En la entrevista, Gaviria también se menciona la absurda guerra contra las drogas, y el Ministro valora positivamente el cese de aspersiones aéreas y el respeto a los derechos de los consumidores. Para no extenderme mucho más, sólo quiero recordar que detener las aspersiones aéreas fue lo correcto aunque se hizo por las razones equivocadas (pseudociencia) y sugerir que se reivindiquen los derechos de las víctimas de timos pseudocientíficos, pues si bien en materia de drogas se ha avanzado, sigue siendo inconcebible que en Colombia la homeopatía esté reglamentada, cuando resulta que es una estafa y en vez de estar en las leyes de salud, debería encontrarse en el Código Penal.
Seguramente volveremos a hablar de Gaviria una vez haya leído su libro.
(imagen: Ministerio de Salud)
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Publicado en De Avanzada por David Osorio