En un lamentable artículo en Semana, la expresidente del Congreso Nancy Patricia Gutiérrez se despacha contra el laicismo de la Constitución de 1991. Siendo cortés, sus argumentos apestan a discriminación e ignorancia — y los usa para pedir una nueva Constitución, que nos devuelva a una teocracia:
La Iglesia Católica y diferentes Iglesias Cristianas unieron sus voces para hacer ver que el país requiere de una dimensión moral y espiritual que permita la unión de la gente buena; de la fuerza de la oración, de la invocación de la protección divina; del rescate de los valores de todos los que buscan el buen vivir.
Precisamente en estos momentos en que la evolución de la ciencia y la tecnología tratan de imponer costumbres y relaciones individuales alejadas de todo sentimentalismo, las convicciones morales y religiosas hacen gala y surgen de nuevo como el polo necesario, para mantenerse conectado con la familia y con los pares que comparten las necesidades de respeto, solidaridad, afecto y convivencia en paz.
Como si desconocer que “una dimensión moral y espiritual” es un oxímoron no fuera suficientemente naïf, Gutiérrez además equipara el ser bueno con tener amigos imaginarios, lo que es una afirmación dolorosamente ignorante: la Inquisición y el Daesh demuestran perfectamente que la ética no es patrimonio de la religión, al fin y al cabo yo no necesito de ningún dios para respetar a mis congéneres. No hay una sola buena acción de un creyente que un ateo no pueda igualar o superar.
Y justo cuando uno creía que doña Nancy ya había quemado todas sus neuronas en simplezas absurdas, sale con que la ciencia y la tecnología imponen (¡imponen!) relaciones individuales alejadas de todo sentimentalismo. Así que, en vez de hacer sus maletas, e irse a Kiribati, a vivir cual amish, libre de la muy opresora ciencia (y, claro, se irá nadando, no sea que montar en avión la siga oprimiendo, a la muy pobre, vaciándola de todo sentimentalismo), le pareció que lo mejor era hacer un llamado a reintroducir a un dios —su dios, claro— en la política pública.
Si siendo un Estado laico, destinan recursos públicos para la Semana ‘Santa’ católica, permiten al dios cristiano en el escudo de la Policía, manchan la Sala Plena de la Corte Constitucional con un crucifijo, se cobran el puesto de una ministra por ser lesbiana, torpedean los Acuerdos de ‘paz’ con mentiras (es que no es pecado mortal si se hace en nombre de Jesús) e impiden el acceso ilimitado al aborto, no me quiero imaginar las porquerías que harán cuando cambien la Constitución y reimplanten su sabor de sharía.
¡Qué desgracia que se haya destinado de mis impuestos a pagarle el millonario sueldo a esta fanática intolerante!
(vía David Jamaica | imagen: Alex Proimos)
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Publicado en De Avanzada por David Osorio