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Hitchens sobre políticas de identidad

En 2001, Christopher Hitchens escribió Cartas a un joven disidente — donde recopilaba una conversación epistolar con los jóvenes radicales, inconformistas, rebeldes y disidentes. El capítulo XV termina con la siguiente posdata, advirtiendo sobre el peligro de las políticas de identidad:

Puesto que al parecer esto surge a menudo en conversaciones sobre el talante radical, te hablaré de otro hecho espigado en mis viajes. Cuídate de las políticas identitarias. Recuerdo muy bien la primera vez que oí el dicho “Le personal es político”. Comenzó como una especie de reacción contra las derrotas y adversidades que siguieron a 1968: un premio de consolación, podrías decir, a los que se habían perdido aquel año. Supe íntimamente que una idea pésima se había infiltrado en el discurso. No me equivocaba. La gente empezó a levantarse en reuniones y disertar sobre sus sentimientos, no sobre qué o cómo pensaban, y sobre lo que eran en lugar de sobre lo que habían hecho o defendido (si tal era el caso). Llegó a ser la reproducción, en una forma menos interesante, del narcisismo de la pequeña diferencia, porque cada grupo de identidad engendró sus subgrupos y “especificidades”. Se ha satirizado con frecuencia esta tendencia —el sector obeso de la facción lesbiana de transexuales cherokees minusválidos exige una sesión sobre sus necesidades—, pero nunca lo bastante. Tienes que haberlo visto en la práctica. De una manera de ser radical se pasó rápidamente a una forma de ser reaccionario; las audiencias de Clarence Thomas demostraron esto a todos menos a los burros, los aburridos y los egoístas, pero siempre fueron todos estos los que consideraban como su gran oportunidad la política identitaria.

De todos modos, de lo que enseguida te percatas cuando fisgas por encima de la tapia de tu vecindario o tu entorno inmediatos, y viajas más allá, es de que, primero, tenemos un enorme excedente de personas que no cambiarían nada del modo en que nacieron, pero, segundo, que la “humanidad” (y la idea de cambio) está mejor representada por quienes tienen la sagacidad de no pensar —o de no sentirse— así.

Yo leí el libro hace unos años, pero tal vez sea necesario repasarlo en estos tiempos en que la izquierda compite con la derecha para ver cuál consigue ser más reaccionaria, censora, y anti-ilustrada.

(vía Why Evolution Is True)

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Publicado en De Avanzada por David Osorio

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