Hola criatura,
Probablemente llegaste aquí después de que me acusaras de ser un ateo dogmático o fundamentalista. Tengo unas cuantas cosas para decirte, y no me caben en 140 caracteres.
He visto la acusación de ateo dogmático y/o fundamentalista innumerables veces. En todas ellas, invariablemente, me acusaron de ello por el simple hecho de no ceder en mis principios — si te pasaron este enlace, probablemente es porque tú también esperabas que aceptáramos mágicamente tu punto de vista por el solo hecho de decir lo que piensas, o creer que debemos tratar como sagrado lo que tú consideras sagrado. ¿Cambiarías de opinión sólo porque alguien argumentó apasionadamente a favor del machismo, la homofobia o la esclavitud? Yo no.
Lamento que tu incapacidad para persuadirme de ser indulgente con la superstición organizada, o para aceptar que se destine dinero de los contribuyentes para promover ideologías demostrablemente falsas y mortales, cuya existencia es una mancha en la Historia de la humanidad, y que además atentan contra todas y cada una de las fibras de mi ser, te lleve a descarrilar la conversación con un ataque personal. Lamento que el sistema educativo te haya fallado tan miserablemente que no sabes conducir un intercambio honesto de ideas sin caer en la descalificación personal cuando te quedas sin argumentos (lo que, en toda regla, es una falacia).
Un “ateo fundamentalista” es una contradicción de términos. El fundamentalismo requiere un libro fundamental, que prescriba conductas. Como el ateísmo es la ausencia de creencia, lógicamente es imposible derivar conductas de él, de la misma forma que la descreencia en hadas no produce ningún tipo de comportamiento.
Y es que el problema no es el fundamentalismo. Puedo ser un ‘fundamentalista’ de la democracia, del fútbol, de Internet, y de otro montón de ideas e ideologías que no buscan imponerse sobre los demás, que no afirman tener la verdad absoluta, y que no exigen la más estricta adherencia sin posibilidad de cuestionar o pedir evidencia. El problema no es que alguien se tome demasiado a pecho una creencia, sino que esa creencia sea extremista por naturaleza.
Por último, aunque no menos importante, comparar a los ateos que exigimos un Estado laico y no respetamos ninguna creencia, con quienes infectan la política pública con discriminación, decapitan gays, se amarran bombas al pecho, y estrellan aviones contra edificios, es bastante deshonesto intelectualmente. Exigir la neutralidad religiosa de un Estado no es otra cosa que pedir todos juguemos en igualdad de condiciones — y si tienes a un dios de tu lado (o a muchos), ¿por qué te sientes tan amenazado con esto?
Saludos,
David Osorio
(imagen: TrekNews)
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Publicado en De Avanzada por David Osorio