En Los ángeles que llevamos dentro, Steven Pinker dedica una parte del capítulo ‘Las revoluciones por los derechos‘ a explicar cómo ha sido el ocaso de la violación, lo que son buenas noticias… excepto para los que viven de traficar miedo inventando que vivimos en una cultura de la violación (que no se molestan en sustentar con cifras).
Unas páginas más adelante, Pinker retoma un tabú que ha acompañado el declive de la violación —la idea de que la violación se sobre poder y no sobre sexo— y lo somete a un análisis sencillo aunque contundente (págs. 536-537):
En el caso de la violación, la creencia [políticamente] correcta es que no tiene nada que ver con el sexo sino sólo con el poder. Como decía Brownmiller: “Creo que desde la época prehistórica hasta la actualidad la violación ha desempeñado una función clave. No es ni más ni menos que un proceso consciente de intimidación en virtud del cual todos los hombres tienen a todas las mujeres atemorizadas”. Los violadores, escribía, son como el mítico enjambre de soldados descendientes de hormigas —los mirmidones— que lucharon como mercenarios junto a Aquiles: “Los violadores de los ficheros de la policía realizan, en un sentido muy real, una función de mirmidón para todos los hombres de nuestra sociedad”. La teoría del mirmidón es absurda, por supuesto. No sólo eleva a los violadores al nivel de luchadores altruistas por una causa superior y deshonra a todos los hombres como beneficiarios de la violación de las mujeres a las que los otros aman; presupone también que el sexo es lo único por lo que ningún hombre usará jamás la violencia, lo que contradice los numerosos datos sobre la distribución estadística de los violadores y sus víctimas. Brownmiller dijo que adaptaba la teoría a partir de las ideas de un viejo profesor comunista suyo, lo que efectivamente cuadra con la concepción marxista de que toda conducta humana se explica como una lucha entre grupos por el poder. De todos modos, si se me permite una sugerencia ad feminam, la teoría de que la violencia no tiene nada que ver con el sexo quizá sería más verosímil en un género para el que fuera estrafalario contemplar el deseo de sexo impersonal con un desconocido no dispuesto.
El sentido común nunca entorpece una sagrada costumbre que ha acompañado al declive de la violencia, y los actuales centros de asistencia para casos de violación insisten unánimemente en que “la violación o la agresión sexual no es un acto de sexo o lascivia, sino que tiene que ver con la agresividad, el poder y la humillación, y se vale del sexo como arma. El objetivo del violador es la dominación”. (A lo que el periodista Heather MacDonald replica lo siguiente: “Los tipos que abordan a una mujer en una fiesta salvaje buscan sólo una cosa, y no es la reinstauración del patriarcado”.) Debido a esta sagrada creencia, los asesores en asuntos de violación endilgan a los alumnos el consejo que ningún padre responsable le daría jamás a una hija. Cuando MacDonald preguntó a la directora adjunta de una Oficina de Prevención de Agresiones Sexuales de una universidad importante si alentaban a las estudiantes a practicar el buen juicio con directrices como “No te emborraches”, “No te vayas a la cama con un tío” o “No te quites la ropa ni permitas que te la quiten”, ella contestó: “La idea me incomoda. Esto indica que si las alumnas son violadas, podría ser culpa suya —nunca es por su culpa—, y el modo de vestir no propicia la violación y la violencia […]. En todo caso, mi personal y yo jamás transmitiremos el mensaje de que es culpa de la víctima debido a su indumentaria o a su falta de autocontrol”.
Por suerte, los alumnos entrevistados por MacDonald no dejaron que esta corrección sexual entorpeciera su sentido común.
Para tristeza de Brownmiller (y todos los marxistas culturales), las cifras de las ciencias sociales apuntan a que, efectivamente, la violación es sobre sexo y no poder — es preocupante que las políticas públicas insistan en lo contrario sólo por ser políticamente correctas, dado que la prevención y el tratamiento a las víctimas (de cualquier delito) incrementan cuando se toman medidas basadas en la evidencia. No se puede decir lo mismo de las que se basan en la ideología.
(imagen: https://boxden.com/)
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Publicado en De Avanzada por David Osorio