La semana pasada, la Associated Press reportó que la mayoría de primeros reclutas del Daesh tenía un conocimiento muy básico del islam.
Esto ha hecho las delicias de los enemigos de Occidente y apologistas del terrorismo, que creen que por tener escaso conocimiento del islam, este no ha jugado un papel definitivo en las atrocidades cometidas en su nombre (¡¡porque cómo podría una religión inspirar masacres!!) — pues Ron Lindsay responde a ese ‘argumento’ de manera definitiva y elegante:
Ese argumento es gravemente defectuoso. Se apoya en una premisa errónea, a saber, que uno tiene que estar completamente familiarizado con las doctrinas de una religión para ser motivados por esa religión para recurrir a la violencia o abrazar posiciones extremas sobre cuestiones morales, legales y políticas. No hay sustento para esta premisa.
Los protestantes y católicos se masacraron entre sí por un par de siglos en los albores de la Europa moderna. Acaso todos los católicos que participaron o apoyaron este tipo de violencia ¿eran capaces de explicar la transubstanciación, el tesoro de méritos, el papel y el efecto de los diversos sacramentos, la sucesión apostólica, y la invocación de los santos? Aunque no tenemos encuestas de 1550, de alguna manera lo dudo.
La ignorancia de la doctrinas de la religión propia continúa en la actualidad, en todos los ámbitos. Una encuesta de 2010 hecha por el Pew Research Center encontró que sólo el 16% de los cristianos estadounidenses conoce una doctrina básica del protestantismo, a saber, que la salvación viene de la fe. (Curiosamente, esta misma encuesta muestra que los ateos sabemos más de las doctrinas religiosas y la historia religiosa que los religiosos.) Esta incapacidad para comprender un precepto fundamental de su fe no ha impedido que muchos protestantes fundamentalistas insistan que su fe cristiana debe ser la base para determinar lo que es legal e ilegal en Estados Unidos.
El conocimiento detallado de las doctrinas y normas de una religión en particular siempre ha sido el territorio de la clase clerical, no de la masa de creyentes. La mayoría de las personas no tienen la inclinación o el interés para ahondar en las complejidades de las doctrinas religiosas ni para memorizar las innumerables restricciones sobre el comportamiento personal en el que se especializan las religiones. Ellos le dejan esos asuntos a los sacerdotes, rabinos, e imanes del mundo, que le dicen a los fieles qué comer, qué beber, qué ponerse, cómo orar, y así sucesivamente.
Así que no es necesario tener un amplio conocimiento de la doctrina de una religión para estar comprometido con y motivado por una creencia religiosa.
Parafraseando a Voltaire, quien te puede hacer creer en dioses, tiene el poder para hacerte cometer injusticias… independientemente de qué tan filosóficamente profunda sea esa creencia.
(vía Friendly Atheist | imagen: Wikipedia)
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Publicado en De Avanzada por David Osorio