En estos días de transfobia me ha llamado la atención que quienes discriminan a las personas trans hacen referencia indefectiblemente a la “ideología de género”.
Antes de seguir, vamos a aclarar qué es la transexualidad, para que nos entendamos. Rápido y mal, los conceptos serían así:
- Sexo: hace referencia a la biología: los cromosomas con los que nacen las personas y el tamaño de los gametos que producen. Los intersexuales (antes llamados hermafroditas) son personas que nacieron con algo más que el cuerpo femenino o masculino estándar como son definidos por la medicina.
- Género: El género es cómo se siente una persona. Puede sentirse hombre o mujer.
- Orientación sexual/amorosa: Normalmente, la orientación sexual puede ser heterosexual, bisexual y homosexual, aunque hay muchas otras categorías (algunas intermedias), como demisexual, asexual, heteroflexible, homoflexible, heteroamoroso, homoamoroso, etc.
Existe cualquier número de combinaciones de sexo, género y orientación, sin que eso haga más o menos a nadie.
Cuando el sexo y el género de una persona coinciden (por ejemplo, alguien que tiene genitales masculinos y se siente hombre), esa persona es cisgénero. Los trans (transgénero o transexuales) son personas que tienen un sexo diferente a su género.
O como lo llaman los conservadores sociales, religionistas y puritanos en general, “ideología de género”, pretendiendo que es algo inventado. (El término es usado bastante liberalmente, así que en ocasiones es un término paraguas con el que se refieren despectivamente a otros temas de derechos humanos como el matrimonio gay, la adopción homoparental, la educación sexual y/o el alquiler de vientres.) Algunos activistas LGBTI también creen que se trata de una ideología y se refieren a esto como una “construcción social”.
Pero por mucho que lo repitan, el género y la transexualidad no son invenciones ideológicas. El género es una preferencia que las personas no elegimos, así como nadie elige ser heterosexual o que su color favorito sea el azul. ¿Y cómo lo sabemos? Por una condición conocida como disforia de género, que hace referencia a la angustia clínicamente significativa que pueden sentir las personas trans — y hay toneladas de evidencia de que la disforia de género existe. ¿Cómo conseguiría alguien inventar algo así?
Por ejemplo, los estudios con gemelos indican que la disforia de género es heredable en un 62%; también está asociada con variaciones en los genes de un individuo, que hacen que este sea menos sensible a los andrógenos. Eso por no mencionar las diferencias anatómicas entre los trans y las personas cisgénero: los cerebros de las personas trans a las que se les asignó un género al nacer mostraron estructuras cerebrales típicas del género con el que se identificaban (el que no les fue asignado al nacer). Además, algunos aspectos del funcionamiento del hipotálamo de las mujeres trans se asemejan a los típicos de las mujeres cisgénero.
La transexualidad es tan ‘natural’ como tener pelo negro, o ser zurdo. La intolerante idea que el género es una ideología (o un producto de la cultura, de la crianza o del entorno) ha tenido consecuencias nefastas para cientos de individuos, cambiando para siempre sus vidas. En los anales de la medicina contamos con innumerables registros de personas a quienes, por una u otra razón, se les hizo un cambio de sexo que no habían solicitado y se les crió para que fueran del género acorde al cambio de sexo, a menudo con resultados espantosos.
Uno de los casos más conocidos —y terribles— es el de David Reimer quien, a los 8 meses de nacido, fue sometido a una circuncisión que le quemó todo el pene y la ‘solución’ del doctor fue hacerle una cirugía de cambio de sexo, y que lo criaran como a una niña. Reimer se suicidó a los 38 años de edad, después de soportar todo tipo de angustias, maltrato y discriminación en su vida. Antes, aguantó demasiado.
No sé qué tienen en la cabeza quienes insisten en llamarlo “ideología de género” pero ciertamente se equivocan. Aquí no hay ninguna ideología. Hay personas que tienen los mismos derechos que cualquier otro ciudadano, incluyendo los de hacer sus proyectos de vida como prefieran, someterse a tantas cirugías como quieran para sentirse a gusto con sus cuerpos, vestirse como quieran, acostarse con quien deseen, casarse con quien quieran y exigir —sí, exigir— respeto.
Aquí, la única ideología es el chovinismo de aquellos que pretenden imponer sus gustos y disgustos, pretendiendo dictar lo que los demás pueden hacer con sus vidas.
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Publicado en De Avanzada por David Osorio