John Loftus ha lanzado su nueva antología, Christianity in the Light of Science, que hace precisamente eso: examina el cristianismo a la luz de la ciencia.
Loftus eligió a un experto en cada área del conocimiento para que aportara un capítulo y el extracto a continuación fue el aporte del difunto Victor Stenger:
El cristianismo y el nuevo cosmos
Preguntemos ahora cómo la fe cristiana se ajusta a nuestra actual comprensión científica del cosmos, que es muy superior a la de hace sólo unas décadas. El universo visible desde la Tierra contiene un estimado de 150 mil millones de galaxias, cada galaxia contiene aproximadamente cien mil millones de estrellas. Se sabe que tiene 13,8 mil millones de años de edad, con una incertidumbre de menos de 100 millones de años. En principio, el objeto más lejano que podemos ver está ahora a 46 millones de años luz, teniendo en cuenta la expansión del universo durante el tiempo que los fotones que llevan su imagen viajaron hasta nuestros telescopios. Esto marca un horizonte más allá del cual no podemos ver porque la luz no ha tenido el tiempo de llegar a nosotros en la edad del universo.
La cosmología inflacionaria bien establecida implica que al otro lado de nuestro horizonte se encuentra una región mucho más grande que nuestro universo visible, que surgió de la misma semilla primordial.
Y ese es sólo nuestro universo personal. Además de eso, puede haber un multiverso eterno que contenga un número ilimitado de otros universos. Sin embargo, para los propósitos de esta discusión voy a pasar por alto la posibilidad de otros universos, que sigue siendo discutible, y sólo me quedaré con el que existe indiscutiblemente — el nuestro.
Por lo tanto, consideremos dos posibilidades que son hasta ahora consistentes con nuestro mejor conocimiento:
1. La vida inteligente existe en un solo planeta, la Tierra.
2. La vida es rara, y la vida inteligente aún más rara. Pero el universo es tan grande que todavía hay un número incontable de seres inteligentes en el universo.
1. Estamos solos
A los cristianos se les dice que son la creación especial de una divinidad solitaria que creó todo lo que hay. Mientras se asegura de que cada fotón y electrón del universo se comporta adecuadamente sin que nos demos cuenta, su Dios también está escuchando todos sus pensamientos y les ayuda a hacer lo correcto — como él lo define.
Esto implica que Dios controla acontecimientos trascendentales, como decirle a un presidente de los Estados Unidos que vaya a la guerra, como George W. Bush dijo que Dios hizo, o redirigir una pelota de tenis de la raqueta de una cristiana de modo que ella gana el punto mientras grita, “¡Gracias Jesús!”.
Por supuesto, un Dios de poder ilimitado podría hacer todo eso. Pero ¿por qué habría esperado hasta hace sólo 150.000 años para crear seres humanos? Y ¿por qué los habría confinado a una pequeña mota de polvo en un vasto océano de espacio, sin posibilidad, al menos con nuestra estructura física actual, de jamás viajar mucho más allá de las inmediaciones de la Tierra? Si tanto deseaba la adoración de los seres humanos, entonces se podría pensar que debió haberla dejado disponible en todo momento y desde todos los lugares.
Los apologistas hacen un argumento ilógico que ellos piensan que es el factor decisivo para la existencia de Dios. Ellos afirman que la vida del universo depende muy sensiblemente del valor de un gran número de parámetros físicos. De acuerdo con este punto de vista, ya que no es posible que los valores específicos de los parámetros necesarios para la vida hayan resultado de la casualidad (ellos no pueden demostrar eso), deben haber sido “ajustados finamente” por Dios con el fin de producirnos.
Sin duda, cualquier Dios digno de ese nombre no habría sido tan incompetente como para construir un vasto universo, desajustado y luego tener que girar con delicadeza todos estos controles para que un solo planeta sea capaz de producir seres humanos. Habría tenido mucho más sentido que él que nos hubiera permitido vivir en cualquier parte del universo, incluso en el espacio exterior. Pero el hecho es que — no lo hizo.
2. No estamos solos
Las nuevas estimaciones sobre la base de las variaciones de brillo de miles de estrellas medidas por el telescopio espacial Kepler sugieren que dentro de nuestro horizonte puede haber un máximo de 5 × 1021 planetas capaces de albergar vida biológica de alguna forma. Hemos visto que más allá de nuestro horizonte existe una región mucho más amplia del espacio. Se estima que esta región contiene un mínimo de veinte y tres órdenes de magnitud del número de galaxias como las que están dentro de nuestro horizonte aunque que es probable que sea mucho más grande. Esto da al menos 1044 posibles planetas habitables en el universo.
Esto no es pura especulación. Se basa en las observaciones y la teoría de la inflación cósmica que ahora está bien establecida empíricamente. Así que, incluso si la probabilidad de vida inteligente para un planeta que de otro modo sería habitable es minúscula, por ejemplo una parte en un billón de billones (1024), eso deja 1020 planetas con alguna forma de vida inteligente.
Por lo tanto, consideremos el escenario de un Dios cristiano que preside un universo que contenga una multitud de formas de vida inteligentes, todas creadas a su imagen (como no está limitado, tiene un número ilimitado de imágenes) que viven en otros planetas. Por supuesto, el cristiano podría decir simplemente que esto se suma a la magnificencia de su Dios. Pero el Dios del cristianismo no tiene una patente sobre la magnificencia. Los dioses de todas las religiones son igualmente magníficos. El cristianismo es más que la adoración de un ser infinito. Es la adoración de un Dios muy personal que amó tanto al mundo que envió allí a su único hijo engendrado para morir una muerte espantosa en la cruz para expiar el pecado de los primeros seres humanos que comieron del Árbol del Conocimiento.
En La Era de la Razón, Thomas Paine escribió: “¿Debemos suponer que todos los mundos de la creación ilimitada tuvieron una Eva, una manzana, una serpiente y un redentor?”. Por supuesto, Paine desconocía cuán vasta es realmente esta “creación ilimitada”. Jesús debe estar continuamente muriendo en la cruz, cada nanosegundo o así, en algún planeta en nuestro universo, con el fin de salvar de la condena eterna a toda forma de vida que evolucionó la inteligencia suficiente para comer del Árbol del Conocimiento.
En los años Treinta, el astrónomo Edward Milne sugirió cómo múltiples crucifixiones a través del universo podrían evitarse mediante la muerte de Jesús sólo una vez, aquí en la Tierra, y la información de su acto de expiación entonces transmitida por radio a otras civilizaciones. Sin embargo, se necesitarían más de 46 mil millones de años para que una señal enviada desde la Tierra llegara a todos los planetas actualmente dentro de nuestro horizonte, y aún más para llegar a aquellos más allá. Así que la mayoría de seres inteligentes tendrían que esperar muchísimo tiempo para aprender sobre la Expiación.
Aunque no conozco ninguna política oficial sobre esta cuestión proporcionada por la Iglesia Católica o cualquier denominación protestante, el Vaticano no es inconsciente del problema. Hablando extraoficialmente, en 2008, el director del Observatorio Vaticano, el padre José Gabriel Funes, le dijo a L’Osservatore Romano, el periódico del Vaticano, que puede haber otros seres inteligentes creados por Dios. Sin embargo, sugirió que “podrían haber permanecido en completa amistad con el creador”. Él comparó a los humanos con “ovejas perdidas” por las cuales “Dios se hizo hombre en Jesús para salvarnos”. Los demás seres inteligentes no necesariamente necesitan redención. (El hecho de que ninguno de ellos se ha comunicado con nosotros todavía podría indicar que evitaron comer del Árbol del Conocimiento y, como resultado, nunca desarrollaron la radio.) Según Funes, “Jesús se hizo hombre de una vez por todas. La Encarnación es un solo evento y es único”.
Así que, si Funes refleja acertadamente el pensamiento católico, los seres humanos siguen siendo los favoritos de Dios — aunque un tipo de favorito extraño que necesita redención, mientras que las otras innumerables formas de vida inteligente no la necesitan.
Mi conjetura, sobre la base de lo que se oye desde los púlpitos de toda América, es que los protestantes tendrían la misma opinión. Por supuesto, los fundamentalistas todavía creen literalmente en la cosmología de la Biblia y piensan que los científicos son un montón de fraudes, así que no tienen auto-contradicción en esto. La ciencia simplemente es incorrecta. Sólo hay un universo creado hace seis mil años (y no hay evolución o cambio climático, que sólo son “bulos”).
Los protestantes moderados, por el contrario, tienen sin embargo un conflicto más entre ciencia y religión entre los muchos que deben reconciliar con el fin de aceptar tanto los resultados de la ciencia y también todavía aferrarse a algo parecido a la fe cristiana.
El Dios judeo-cristiano-islámico es un Dios poderoso cuando se ve desde la perspectiva de las tribus del desierto en el Medio Oriente que lo concibieron. Pero ese Dios no es lo suficientemente poderoso desde la perspectiva de la ciencia moderna.
La religión afirma que nos enseña humildad. Pero realmente comercia un falso orgullo, diciéndole a la gente que son los hijos de Dios, que son el centro del universo y la razón de su existencia — que van a vivir para siempre si sólo siguen instrucciones. Pero es un orgullo sin mérito. Así que, cuando la ciencia nos muestra que, por un breve tiempo, sólo ocupamos una diminuta mota de polvo en el espacio y el tiempo, los religiosos retroceden ante esta lección de humildad.
Aún así, el hecho de que en el corto período de unos pocos miles de años los seres humanos han sido capaces de aprender mucho sobre el universo con sólo mirar hacia arriba en el cielo y en el mundo que les rodea, y de razonar sobre lo que vieron, da testimonio de que somos únicos entre los millones de especies en este planeta. Un observador extranjero y desapasionado sólo podría concluir que la vida en la Tierra es insignificante, brutal y corta — con una posible excepción.
Todavía no podemos compararnos con cualquier forma de vida inteligentes que podría estar allí afuera. Pero somos especiales, al menos en la Tierra y el sistema solar. Aun cuando el pensamiento mágico y la arrogancia todavía pueden destruirnos, podemos esperar que nuestras habilidades únicas nos conducirán a un futuro mejor.
El libro de Loftus se me antoja fascinante, pues nunca hay suficiente material con este tipo de contenido, que resulta absolutamente demoledor para las creencias irracionales.
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Publicado en De Avanzada por David Osorio