En una nota publicada ayer en Las2Orillas, José Monsalve resumió la historia del activismo laico en el país.
En general, la nota es muy buena, pues resume cuatro años de activismo con relativa precisión — algunos detalles cronológicos se pierden en la narración, aunque el tono de la nota es bastante acertado. La pieza se titula Los jóvenes que quieren matar a Dios en Colombia y, además de los errores de tipeo, tal vez esa sea mi mayor queja sobre el artículo.
Primero, en las organizaciones ateas hay personas de todas las edades. Y segundo, ninguna de las organizaciones ateas quiere “matar a dios” —a ningún dios— porque no se puede matar lo que no existe. Lo que a cualquier persona razonablemente preocupada por el laicismo le interesa realmente es que se deje de privilegiar con recursos públicos cualquier religión… que en Colombia resulta ser con mayor frecuencia la católica. Si hay gente que quiere creer que cortándose una oreja se ganan el Nirvana, allá ellos, pero esas creencias no tienen por qué permear las políticas públicas.
Según Monsalve, los activistas del laicismo en Colombia nos hemos unido por el peligro que representa Alejandro Ordóñez, con su oscurantista ideología, y el daño institucional que ha hecho al país desde la Procuraduría. No sé hasta qué punto eso sea cierto — en mi caso (y en el de Ferney, por ejemplo, que es de necesaria mención en la historia del activismo laico en Colombia), Alejandro Ordóñez entró muy tarde en escena. En todo el mundo, el activismo laico y la denuncia de los perniciosos efectos individuales y sociales de la creencia en dios se dispararon con el ataque del 11-S y la publicación de los libros de Richard Dawkins, Christopher Hitchens, Sam Harris y Daniel Dennett, y Colombia no fue la excepción. Ordóñez sólo es el último eslabón de los lamentables grilletes del privilegio religioso en el país, nada más.
Claro que cada caso es diferente, así que su oscurantismo posiblemente sí haya empujado a muchas más personas a defender los valores de igualdad y libertad que salvaguarda el laicismo, eso es completamente plausible y sería el único efecto secundario positivo que ha tenido la procuraduría de Ordóñez.
Si alguien quiere empaparse rápidamente de cómo ha sido el activismo laico organizado en Colombia, este artículo es un buen lugar dónde comenzar.
Para más información (y ayuda), siempre están las propias organizaciones ateas:
• Corporación Bogotana para el Avance de la Razón y el Laicismo (Bogotá Atea)
• Asociación de Ateos de Bogotá (AAB)
• Asociación de Ateos de Pereira (AAP)
• Asociación Antioqueña de Librepensadores, Agnósticos y Ateos (AALAA)
• Asociación de Ateos de Cali (AAC)
• Asociación de Ateos y Agnósticos del Atlántico (4A)
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Publicado en De Avanzada por David Osorio