La semana pasada supimos que un juez suspendió la norma que impone rezar en las entidades públicas de Cartagena — laicismo básico.
Curiosamente, la noticia se extendió como pólvora en los medios. Y digo que es curioso porque a los medios por lo general les traen sin cuidado las sistemáticas violaciones al laicismo y la Constitución que ocurren en el país — prefieren reportar sobre cosas súpertrascendentales como fútbol, el horóscopo o cuándo cumple alguna Kardashian.
En su nota, Semana le preguntó a los Concejales qué pensaban sobre la decisión y sus respuestas son de una ignorancia atroz:
[E]l concejal Jorge Alfonso Useche, del Partido Conservador, expresó su inconformidad con la medida judicial. “En el Concejo siempre arrancamos con una oración y no tiene nada de malo. Es una tradición que, de hecho, es un símbolo de fraternidad entre los cabildantes”. Useche informó que tienen pensado apelar la sentencia.
El concejal Erick Piña, del Partido Liberal, se mostró sorprendido por la decisión y expresó que hay temas más importantes que demandan la celeridad de los jueces de Cartagena. Dijo que, en contraste, en este episodio quedó demostrado que los administradores de justicia sí actuaron con prontitud. El concejal aseguró que participará activamente en los trámites de la apelación para que el Concejo vuelva a tener su oración inicial.
Al finalizar la sesión de este jueves, la concejala Duviana Torres, de La U, fue abordada por medios locales y nacionales y pidió que “los colombianos se unieran en oración para que conmoviera el corazón del juez y reversara la decisión”.
Para la cabildante Angélica María Hodeg, del Partido Verde, la costumbre de iniciar las jornadas con una oración “no irrespeta la libertad de cultos y promueve un mensaje de paz y convivencia para los ciudadanos”.
¿Pero en qué siglo vive esta gente? ¡Por supuesto que tiene todo de malo! Primero, porque está prohibido en la Constitución.
Segundo, los concejales son representantes de todos los ciudadanos y estoy seguro de que la oración inicial no representa a los ateos de Cartagena; así que la medida viola su libertad de cultos — ellos no pagan impuestos para que los cabildantes promuevan sus creencias, sino para que trabajen.
Por último, resulta que el Acuerdo 0005 de 2007 impone la oración en todas las entidades públicas de la ciudad. Aún si todos los concejales fueran supersticiosos que se creyeran a pies juntillas el mito del zombie judío, la norma viola la libertad de cultos de los niños que van a colegios públicos y del personal de los hospitales de la red pública, que están ahí para estudiar y trabajar respectivamente; no para que les impongan creencias ajenas.
A ver si Semana se anima a preguntarle a los ateos de la ciudad cómo se sienten de que todas las sesiones del Concejo empiecen invocando amigos imaginarios ajenos.
(imagen: Alex Proimos)
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Publicado en De Avanzada por David Osorio