por Richard Dawkins:
Harry Kroto está muerto. Uno de los científicos más distinguidos de nuestro tiempo, Sir Harry compartió el Premio Nobel de Química de 1996 con sus co-descubridores del Buckminsterfullereno, la molécula C60 sorprendente que se ha conocido por su acuñación informal, “buckybolas”.
Yo no lo conocía muy bien, pero pasamos tiempo juntos en el Festival STARMUS 2014 en Tenerife. Nos la pasamos juntos porque él confió en mí, en el primer día de la conferencia, que acababa de ser diagnosticado con la enfermedad de la neurona motora. Creo que era una de las pocas personas allí que sabíamos, y tuvimos muchas conversaciones, mencionando esta sombra que se cernía sobre él, pero sobre todo de ciencia y su apasionado odio a la religión, a medida que caminábamos por los jardines y teníamos comidas juntos durante el curso de la conferencia. Entre otras cosas, me convenció de que, sin importar lo ajena y extraña que pudiera ser la vida en otra parte del universo, podemos estar seguros de que debe ser a base de carbono. Ningún otro átomo tiene lo que se necesita. Ningún otro átomo puede conectar los brazos y hacer el equivalente químico de Mecano que exige la bioquímica compleja – una propiedad que, por cierto, es llevada a su forma más pura por las buckybolas.
La propia conferencia de Harry fue la estrella protagónica de la reunión. Sobre todo debido a su encanto personal, junto con su brillante inteligencia. Pero también porque él era el más ingenioso usuario de PowerPoint al que había oído. Él aprovechaba el hecho de que PowerPoint (pero, lamentablemente, no el de otro modo preferible Keynote) tiene hipervínculos con lo que ascienden a saltos de subrutina. Harry se dio cuenta de lo que esto podría hacer, y él aprovechó su poder con gran efecto. Cualquier conferencista vuelve a utilizar muchas de las mismas diapositivas, en diferentes permutaciones en diferentes conferencias. Esto conduce a pérdidas masivas de espacio de disco, con duplicados de las mismas diapositivas que acechan en diferentes partes de muchas presentaciones. La solución es mantener una biblioteca de diapositivas y combinaciones de diapositivas. Cada diapositiva es representada sólo una vez. Cada conferencia consta de una serie de “llamadas” a la biblioteca. Harry era experto en manipular estas “llamadas”, a medida que daba conferencias. Su método no sólo ahorra en almacenamiento. También ayuda a que el conferencista mantenga un control coherente sobre su material. En lugar de tener que enfrentarse a una inundación desconcertante de diapositivas, el conferencista ve lo que equivale a una serie de titulares y subtítulos, sus “llamadas a las bibliotecas”, representan la estructura lógica de alto nivel de su charla. Al mismo tiempo, al público se le regala una deslumbrante exhibición visual. La técnica de dar conferencias puede parecer relativamente trivial, pero la misma combinación de organización lógica, sistemática, floreciendo en la visualización imaginativa, sin duda subyace a los procesos de pensamiento de un gran científico.
La primera vez que aprecié su técnica fue cuando invité a Harry a Oxford para dar la Conferencia Charles Simonyi de 2006. Su llamativo título era “¿Puede Internet salvar la Ilustración?” La conferencia incluyó una espléndida y tremenda retahíla contra la Fundación Templeton y su adinerada y aduladora misión de subvertir la ciencia. A pesar de mi reputación de hostilidad hacia la religión, nunca me habría atrevido a aspirar a tales invectivas sin pelos en la lengua, y yo en silencio lo estaba animando mientras me sentía un poco preocupado como patrocinador de la conferencia. ¿Estaba yendo demasiado lejos? Pero Harry tenía la eminencia y el encanto, para salirse con la suya.
Su odio a la religión era igualada por –creo que en gran parte inspirada por– su amor igualmente apasionado por la ciencia y su compromiso de compartir su entusiasmo. Él creó el Vega Science Trust, una organización benéfica dedicada a la producción de películas para enseñar ciencia, incluyendo una serie de viñetas cortas en la que animaba a los científicos, incluyendo a muchos premios Nobel, a comunicarle a los jóvenes su amor por la ciencia.
Harry Kroto tenía una cualidad infantil, en el mejor sentido de la palabra. A menudo se ha dicho que los científicos necesitan la curiosidad de un niño. Harry tenía eso, con creces, junto con la imaginación infantil de un artista – y él era de hecho un artista creativo consumado que ganó muchos premios por sus diseños gráficos. Pero también tenía la rebeldía de la juventud, que nunca lo abandonó, el instinto informal para desafiar las convenciones, lo que lo condujo a su ser visto como una figura rebelde, no digna de mucha confianza por la comunidad científica. Un poco como su compañero de Yorkshire Fred Hoyle, pero sin la tendencia de Hoyle a ser repelente. Y Harry tenía una versión madura del encanto de la infancia, que creo que está compendiada en la fotografía que encabeza este lamento.
(vía Friendly Atheist)
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Publicado en De Avanzada por David Osorio