Lisandro Duque Naranjo es un cineasta ateo colombiano que está próximo a estrenar El soborno del cielo, su quinto largometraje.
Con motivo del estreno, Camila Builes de El Espectador le hizo una entrevista en la que destaca su niñez bastante religiosa —su mamá quería que fuera sacerdote y él quería ser santo—, y cómo en su adolescencia se rebeló contra ese reclutamiento que había puesto en marcha su propia madre.
Aquí empieza lo interesante:
“Todo cambió cuando leí un libro de Bernard Shaw. Descubrí la frase: ‘He sido bueno sin asustarme ante el soborno del cielo’”. Se bebe de un sorbo el café que recién le traen. Pasa seguido: en la mitad de las oraciones se queda estático como si no encontrara la palabra precisa para referirse a algo. Hace un gesto particular con el índice, apoya el brazo izquierdo sobre el derecho y sube el pálido dedo hacia el cielo, lo mueve como si estuviera señalándole a alguien o algo la verdad. “Me decepcioné profundamente de la religión y empecé a mirar lo religioso, la idea de los curas y de dios como un estorbo para mi desarrollo. Renuncié a toda esos pensamientos y, desde entonces, soy una persona relajada en mi conducta y descubrí, además, que no necesitaba ser santo ni creyente para ser un caballero y un buen ciudadano”.
Perder a Dios es, no solo, perder la imagen creada por siglos de historia del mayor poder, del inmortal omnipresente; es —como si fuera poco— afrontar la idea de que no hay nada que remedie lo que somos, lo que hacemos. Es, mejor dicho, la certeza de estar solo. Siempre.
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En todas las películas de Lisandro Duque hay un cura, una iglesia y un cementerio. “Son temas que me seducen desde el punto de vista moral, desde el punto de vista estético: a mí me encanta la estética de las iglesias, de los cementerios, eso me seduce mucho. Me seducen mucho los curas como factor de provocación ideológico, mía contra ellos, y por el papel que ellos han cumplido en la construcción de mi propia memoria y mi visión del mundo. Ahora te dije, desde la infancia he sufrido las pesadillas de toda la liturgia a la que fui sometido”.
El soborno del cielo, su quinta película, no es la excepción. Esta cinta, que dirige después de ocho años de no presentar trabajos fílmicos, está cargada de detalles que hacen parte de su propia vida. La tesis: el poder indiscriminado de un sacerdote en un pueblo conservador. Los personajes: jóvenes con repulsión hacia la religión con deseos de unirse y estropear las acciones religiosas de la iglesia en el pueblo. “Los jóvenes de los años 60 nos exaltábamos contra la presencia de lo religioso. Esta película se refiere a esa polarización entre jóvenes laicos y clérigos dogmáticos”.
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—A veces creer en algo nos mantiene vivos.
—Ser incrédulo me ha garantizado una gran tranquilidad y serenidad de conciencia. Por eso sigo vivo.
Parece que tenemos tarea: ponernos al día con las películas de Lisandro Duque.
Por cierto, para los interesados en las opiniones de Duque, este cuenta con una columna en El Espectador.
(imagen: UN Periódico)
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Publicado en De Avanzada por David Osorio