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Indígenas puinaves contra ‘El abrazo de la serpiente’

Este año, la película colombiana El abrazo de la serpiente fue nominada a los Óscar, lo que tiene a medio país obsesionado con la película —y con apropiarse del crédito de su director, Ciro Guerra, como si alguien más que él y su equipo tuvieran mérito sobre el éxito de la película—. Me gustaría hacer una reseña sobre la película, pero como no la he visto, no puedo decir nada de su contenido — aunque me hago a una idea con la reseña de Héctor Abad Faciolince.

Ahora resulta que los indígenas puinaves están indignados porque Ciro Guerra y su equipo de producción no se sometieron a su superstición cuando estaban grabando:

Para los Puinaves los tres cerros de Mavecure son sagrados. En el Pajarito, el más alto y redondo, se esconde la princesa Inirida. En el Mont, el mediano, los micos le dan malos augurios a los que navegan por el río. El Mavicure, el más pequeño y el único que se puede escalar, guarda los secretos del ñopo, la semilla de una flor que los chamanes pulverizan y aspiran para invocar a Virom-Yeje, el Dios de las piedras y a Yuum, el Dios de los animales, y de la Pusana, otra planta que sirve para atraer a la pareja y ligarla al matrimonio.

En la cumbre de ese cerro se filmó la escena más emblemática de El abrazo de la serpiente. Los 3600 Puinaves que ocupan los ocho resguardos que conforman su tierra, están indignados con la producción de la película ya que, según Uriel Aponte Cabria, presidente de la Asociación de autoridades tradicionales indígenas del pueblo Puinave, las imágenes se tomaron sin el consentimiento previo de las autoridades tradicionales […].

[…]

Los indígenas están indignados por la ligereza con la que abordó el tema de las plantas el filme. En los tres cerros se esconden plantas ancestrales con un fuerte poder medicinal. Sin embargo ninguna de ellas es alucinógena “Nosotros no somos una cultura del yagé ni del mambeo, no entiendo de dónde sacaron que en Mavicure hay una planta que lo pone a uno a soñar despierto. Si iban a tocar un tema sagrado la producción debió haber elaborado un protocolo, una guía”.

Los viejos que andan el camino ancestral al Mavicure tienen miedo que la gente de la película que estuvo en la cima del cerro se vaya a enfermar. Sin la protección que insuflan los rezos de los chamanes es bastante probable que el equipo de filmación sufra dolores de cabeza por culpa de un desbalance en su cuerpo producido al exponerse a la energía que irradia el cerro.

Sabemos que otorgarle a los indígenas (o cualquier otro grupo humano) su propia jurisdicción dentro del territorio nacional es una receta para el fracaso, pues la ley nos debe tratar a todos por igual, en vez de otorgar más o menos derechos según la familia en la que se nazca — ¿a qué genio se le ocurrió recurrir al racismo para luchar contra el expolio y el racismo? Esto sólo perpetúa las injusticias.

Y uno de los problemas más graves de esta insensatez es que la gran mayoría de tribus siguen siendo teocracias, por lo que aprovechan y le exigen a los demás que se sometan a sus creencias o, lo que es igual de malo, que las respeten. Resulta tan inaceptable en Irán como en Mavecure. ¿Por qué tendría que traicionar Ciro Guerra sus convicciones más íntimas para poder hacer su trabajo? ¿Por qué tendría que renunciar el equipo de producción a su libertad de cultos para poder grabar?

Para rematar, ahora los indígenas quieren control editorial en los contenidos. Si bien, sus plantas sagradas no son alucinógenas, Ciro Guerra puede plasmar en su película que sí lo son — para eso es su película. El abrazo de la serpiente no es un documental y, por tanto, no tiene ninguna pretensión de veracidad, ni le es exigible.

Para apoyar tan interesadamente la segregación de sus propias comunidades del resto del mundo, las autoridades indígenas ciertamente se han puesto al día bastante rápido con los peores vicios occidentales, como el victimismo y hacerle exigencias editoriales a obras que no son suyas. Esto no es un hecho aislado, ya ha pasado antes y me atrevo a decir que esta no será la última vez que ocurra. Ojalá me equivoque.

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Publicado en De Avanzada por David Osorio

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