Todos los años, el portal Edge de John Brockman le hace una pregunta a varios intelectuales públicos modernos para que respondan. Las respuestas son publicadas al principio de cada año y aquí en De Avanzada traduzco algunas de estas (en 2013 la pregunta fue ¿Qué debería preocuparnos?; en 2014, ¿Qué idea científica está lista para la jubilación?;y en 2015, ¿Qué piensas de las máquinas que piensan?).
Este 2016, la pregunta es: ¿Cuál consideras que es la noticia (científica) más interesante? ¿Qué la hace importante?
Por supuesto, empiezo con la respuesta de Steven Pinker — el progreso humano cuantificado:
La intuición humana es una guía de la realidad notoriamente pobre. Medio siglo de investigación psicológica ha demostrado que cuando la gente trata de evaluar los riesgos o predecir el futuro, sus cabezas activan estereotipos, eventos memorables, escenarios vivos y narrativas morales.
Afortunadamente, a medida que los errores en la cognición humana se han vuelto de conocimiento común, la solución —los datos objetivos— se ha vuelto más prevalente, y en muchos ámbitos de la vida, los observadores están reemplazando sentimientos viscerales con el análisis cuantitativo. Los deportes han sido revolucionados por Moneyball, la política pública por Nudge, las opiniones de expertos por 538.com, los pronósticos por torneos y mercados predictivos, la filantropía por altruismo eficaz, las artes curativas por la medicina basada en la evidencia.
Esta es una noticia interesante, y es una noticia científica porque el diagnóstico proviene de la ciencia cognitiva y la cura de la ciencia de datos. Pero la noticia más interesante es que la cuantificación de la vida se ha extendido a la pregunta más importante de todas: ¿Hemos avanzado? ¿Han tenido éxito los esfuerzos colectivos de la raza humana contra la entropía y los bordes más desagradables de la evolución para mejorar la condición humana?
Los pensadores de la Ilustración creían que esto era posible, por supuesto, y en la época victoriana el progreso se volvió un tema importante del pensamiento angloamericano. Pero desde entonces, el pesimismo romántico y contrailustrado se ha apoderado de grandes franjas de la vida intelectual, alimentado por desastres históricos como las guerras mundiales y por preocupaciones con problemas antropogénicos de después de los Sesenta, como la contaminación y la desigualdad. Hoy en día es común leer sobre una “fe” en el progreso (a menudo una fe “ingenua”), que se contrasta con una nostalgia por un pasado mejor, una evaluación de la actual decadencia, y el temor de una distopía por venir.
Pero las revoluciones cognitivas y de datos advierten que no basemos nuestra evaluación de ninguna cosa en impresiones subjetivas o incidentes escogidos selectivamente. Mientras las cosas malas no hayan desaparecido del todo, siempre habrá suficientes para llenar las noticias, y la gente va a intuir que el mundo se cae a pedazos. La única manera de evitar esta ilusión es trazar la incidencia de las cosas buenas y malas en el tiempo. La mayoría de las personas están de acuerdo en que la vida es mejor que la muerte, la salud mejor que la enfermedad, la prosperidad mejor que la pobreza, el conocimiento mejor que la ignorancia, la paz mejor que la guerra, la seguridad mejor que la violencia, la libertad mejor que la coacción. Eso nos da una serie de varas con las que podemos medir si realmente ha habido progreso.
La noticia interesante es que en su mayoría la respuesta es “sí”. Tuve el primer indicio de esta respuesta cuando los historiadores cuantitativos y científicos políticos respondieron a mi respuesta de la pregunta Edge 2007 (“¿Sobre qué eres optimista?“) con conjuntos de datos que muestran que la tasa de homicidios y muertes por la guerra se habían desplomado en el tiempo. Desde entonces he aprendido que el progreso ha sido seguido por las otras varas. Los historiadores económicos y académicos del desarrollo (incluyendo a Gregory Clark, Angus Deaton, Charles Kenny, y Steven Radelet) han trazado el crecimiento de la prosperidad en sus libros ricos en datos, y el caso se ha hecho aún más vívidamente en sitios web con innovadores gráficos, como Gapminder de Hans Rosling, Our World in Data de Max Roser y HumanProgress de Marian Tupy.
Entre los demás barridos ascendentes están estos. La gente vive vidas más largas y saludables, no sólo en el mundo desarrollado, sino a nivel mundial. Una docena de enfermedades infecciosas y parasitarias se han extinguido o están moribundas. Muchos más niños van a la escuela y aprenden a leer. La pobreza extrema se ha reducido en todo el mundo del 85 al 10 por ciento. A pesar de los reveses locales, el mundo es más democrático que nunca. Las mujeres están mejor educadas, casándose más tarde, ganando más, y en más posiciones de poder e influencia. Los prejuicios y los crímenes de odio raciales han disminuido desde que se registraron los primeros datos. El mundo es cada vez más inteligente, incluso: En todos los países, el coeficiente intelectual se ha incrementado en tres puntos por década.
Por supuesto, el progreso cuantificado consiste en un conjunto de hallazgos empíricos; no es un signo de alguna ascensión mística o trayectoria utópica o la gracia divina. Y, por tanto, deberíamos esperar encontrar algunas esferas de la vida que han permanecido igual, empeorado, o son del todo imposibles de cuantificar (por ejemplo, el interminable número de apocalipsis que pueden ser conjurados en la imaginación). Los gases de efecto invernadero se acumulan, el agua dulce disminuye, las especies se extinguen, los arsenales nucleares permanecen.
Sin embargo, incluso en este caso, la cuantificación puede cambiar nuestra comprensión. Los “ecomodernistas” como Stewart Brand, Jesse Ausubel, y Ruth DeFries han demostrado que muchos de los indicadores de salud ambiental han mejorado durante el último medio siglo, y que hay procesos históricos de largo plazo, como la descarbonización de la energía, la desmaterialización del consumo y la reducción al mínimo de tierra dedicada a la agricultura que se pueden fomentar aún más. Los tabuladores de armas nucleares han señalado que un arma así no se ha utilizado desde Nagasaki, las pruebas se han reducido efectivamente a cero, la proliferación ha ampliado el club a sólo nueve países (en lugar de los treinta o más, como se predijo en la década de los Sesenta), dieciséis países han renunciado a sus programas (Irán debería pronto ser el decimoséptimo), y el número de armas (y por tanto el número de oportunidades de robos y accidentes, y el número de obstáculos para el objetivo final de cero) se ha reducido en cinco sextas partes.
¿Qué hace que todo esto sea importante? Ante todo, el progreso cuantificado es una señal de retroalimentación para ajustar lo que hemos estado haciendo. Los dones del progreso que hemos disfrutado son el resultado de las instituciones y las normas que se han arraigado en los dos últimos siglos: la razón, la ciencia, la tecnología, la educación, la experiencia, la democracia, los mercados regulados, y un compromiso moral con los derechos humanos y el florecimiento humano. Como han señalado durante mucho tiempo los críticos contra-ilustrados, no hay garantía de que estos acontecimientos harían que estemos mejor. Sin embargo, ahora sabemos que, de hecho, nos han dejado en mejor situación. Esto significa que para todas las formas en las que el mundo de hoy se queda corto frente a la utopía, las normas y las instituciones de la modernidad nos han puesto en un buen sendero. Debemos trabajar en mejorarlas aún más, en lugar de quemarlas en la convicción de que nada podría ser peor que nuestra decadencia actual y con la vaga esperanza de que algo mejor podría levantarse de sus cenizas.
Además, el progreso humano cuantificado nos anima a buscar más de él. Una creencia común entre los activistas es que cualquier dato optimista debe ser suprimido para no adormecer a la gente en la complacencia. En cambio, hay que mantener la llama con lamentos sobre las crisis en curso y regañando a la gente por no estar lo suficientemente aterrorizada. Desafortunadamente, esto puede conducir a un peligro complementario: el fatalismo. Después de que nos digan que los pobres podrían estar siempre con nosotros, que los dioses castigarán nuestra arrogancia, que la naturaleza se levantará y vengará nuestra expoliación, y que el reloj está inexorablemente marcando a una medianoche del holocausto nuclear y la catástrofe climática, es natural concluir que la resistencia es inútil y deberíamos festejar mientras podamos. La rasgo empoderador de una gráfica es que invita a identificar las fuerzas que están empujando una curva hacia arriba o abajo, y luego aplicarlas para empujarla aún más en esa dirección.
(imagen: Wikipedia)