Antes de la victoria legislativa de la oposición, la dictadura venezolana venía trabajando en una ley de semillas que quedó aprobada en el Congreso el día antes de Navidad:
El vicepresidente Ejecutivo de la República de Venezuela, Jorge Arreaza, celebró este martes la aprobación de la Ley de Semillas, destacando que ésta asegura la soberanía agroalimentaria, agradeció a la Asamblea Nacional de la nación por darle el visto bueno el pasado miércoles 23 de diciembre en sesión extraordinaria.
Arreaza, en declaraciones ofrecidas a medios de comunicación en la sede de la Vicepresidencia de la República, indicó que la Ley de Semillas constituye una victoria del pueblo en Revolución, debido a que aporta un basamento legal para la consolidación de la seguridad y soberanía alimentaria del país.
El proyecto ha sido promovido como antitransgénico y antipatentes y será ley tan pronto Nicolás Maduro y el respectivo Ministro lo firmen. Lo cínico es que digan que la ley protegerá la diversidad, cuando es todo lo contrario — sin derechos de propiedad intelectual, ¿qué incentivo habría para hacer nuevas variedades (claro, si no estuviera además prohibido)?
Lo que no tiene explicación es que haya personas de escasos recursos celebrando. El país lleva 17 años de ignorancia económica dando palos de ciego a punta de ideología, lo que explica el desabastecimiento en los supermercados, los racionamientos y las largas filas para poder hacerse con artículos de primera necesidad — los transgénicos permiten tener más comida y ofrecen beneficios para los campesinos que difícilmente podrían conseguir de otra manera, como una mayor producción y mejor calidad de vida.
Aunque por regla general es aberrante que se prohíban tecnologías, en un país donde la gente se muere de hambre resulta doblemente aberrante impedir el desarrollo y la aplicación de tecnologías que permitirían poner comida en platos que en este momento están vacíos.
Es otra vez el gran salto de Mao, matando a su gente de hambre, esperando que la realidad se someta a su ideología.
(vía Ylmer Aranda | imagen: Alex Proimos)