La semana pasada, un grupo de eruditos islámicos lanzó The Study Quran, una versión en inglés de un Corán moderado y comentado. CNN reportó sobre el suceso:
Tras diez años en de trabajo, “The Study Quran” es más que una refutación a los terroristas, dijo Seyyed Hossein Nasr, un intelectual de origen iraní y editor en jefe del libro. Su objetivo era producir una traducción precisa e imparcial comprensible para musulmanes, académicos y lectores en general de habla inglesa.
Los editores prestaron especial atención a los pasajes que parecen tolerar el derramamiento de sangre, explicando en extensos comentarios el contexto en el que ciertos versículos fueron revelados y escritos.
“Los comentarios no tratan de eliminar u ocultar los versos que se refieren a la violencia. Tenemos que ser fieles al texto”, dijo Nasr, un profesor veterano en la George Washington University.
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En muchas páginas de “The Study Quran“, ese comentario ocupa más espacio que los versos, por lo que el libro se parece a una versión musulmana del Talmud judío.
Y por primera vez en la historia islámica, dijo Nasr, este Corán incluye comentarios tanto de eruditos chiitas como sunitas, un paso pequeño pero importante en un momento en el que las dos sectas musulmanas están en guerra en Medio Oriente.
Aunque la idea es noble, me parece intelectualmente deshonesta, al fin y al cabo, ¿por qué serían más legítimas estas interpretaciones que la del Daesh? Todos hacen cherry picking, unos para justificar su sed de sangre y otros para lavarle la cara a su absurda superstición.
Si el libro con las instrucciones sobre cómo funciona el mundo, cómo debemos tratarnos entre nosotros y cómo debemos organizarnos políticamente requiere comentarios más largos que los propios versos con las instrucciones a fin de evitar matanzas día y noche por cualquier nimiedad, no parece una herramienta muy útil en primer lugar.
La propuesta también es autoderrotista: si necesitas estar actualizando tu libro de pócimas —o ‘interpretándolo’ diferente— cada 700 años, porque se queda atrasado frente al progreso de la civilización, tal vez no es la mejor fuente para derivar tus valores.
Si ya están en el proceso de elegir qué partes les gustan y cuáles no (o cuáles se pueden interpretar ‘alegóricamente’), bien podrían tomar un atajo y adoptar de una vez por todas el respeto a los derechos humanos y las libertades individuales como el estándar-oro para comportarse con los demás y gobernar. Entiendo que hay quienes, biológicamente, no pueden hacerlo y ojalá este libro sirva para prevenir nuevos ataques terroristas de su parte — pero partir de que hay una verdad absoluta, incuestionable e inmutable (ohh, la ironía) es una receta que garantiza el sufrimiento.
Lo hemos visto con el cristianismo, por ejemplo. La gran mayoría de fundamentalistas gozarían con privar a los LGBTI de sus derechos, a pesar de que la Biblia es bastante clara en que deben ser asesinados. Es bueno que no apliquen al pie de la letra su doctrina pero, ya puestos, igual podrían desechar todo el libro por completo y ahorrar sufrimiento y la futura gimnasia mental. Lo mismo es cierto con el islam.