A los enemigos del progreso les encanta hablar pestes sobre la biotecnología e idealizar la vida abnegada y difícil de los campesinos — de igual forma, son reacios a proporcionar cifras, datos contrastables o evidencia. Lo ‘mejor’ que tienen a su favor es un pseudodocumental plagado de mentiras que sirvió para lanzar al estrellato a una muy deshonesta activista y un par de autoproclamados líderes campesinos.
Y es comprensible que los datos duros y la evidencia no sean lo suyo, pues no favorecen su narrativa — este fin de semana, Agro-Bio dio a conocer los resultados del primer estudio sobre beneficios agronómicos, económicos y ambientales de los transgénicos en el país y —¡sorpresa, sorpresa!— los transgénicos ayudan a los campesinos, al medio ambiente y no son el coco:
“A pesar del picudo, por ejemplo, las tecnologías para el algodón siguen ofreciendo ventajas para los productores, pues con la adopción de la biotecnología se redujo de 17 a 14 el número de aplicaciones de plaguicidas”, dice el documento de la referencia.
El 77 por ciento de los agricultores de maíz afirmó que compensa pagar más por la semilla con tecnología debido al incremento final en la productividad y al valor intrínseco de las semillas transgénicas.
En cuanto a los beneficios ambientales, en los últimos diez años, gracias a los cultivos genéticamente modificados se ha registrado un ahorro de 212,4 millones de litros agua y se proyecta que en los próximos diez años el ahorro llegue a 758,7 millones de litros de agua.
Con la reducción en el uso del agua y en el número de aplicaciones de plaguicidas, también resulta un menor gasto de combustibles fósiles en toda la maquinaria agrícola.
“Gracias a los cultivos con biotecnología, se redujo el uso de 3,1 millones de litros de diésel, en los últimos 10 años” se lee en el estudio.
Por su parte, los beneficios económicos revelados en el informe revelan que los agricultores de algodón obtuvieron un incremento del 55 por ciento de margen operacional gracias al uso de la biotecnología.
Los agricultores de maíz transgénico consiguieron un 35 por ciento superior en cuanto las márgenes operacionales de cultivos convencionales.
Con los cultivos de algodón genéticamente modificado, el ingreso operacional representa 5,28 millones por hectárea, mientras que con los cultivos convencionales el ingreso operacional registra 3,92 millones por hectárea.
Cuando se suman las ganancias financieras con las ganancias operacionales, la adopción del algodón transgénico muestra ventajas para los productores de Colombia.
Al ver que los campesinos obtuvieron más de la mitad del margen operacional con los transgénicos, uno no puede evitar preguntarse si Jorge Enrique Robledo y Gustavo Petro tienen idea del daño que le hacen a las personas que dicen representar.
Este es el peligro de que los políticos prefieran su ideología a los hechos. ¿Cuántos campesinos más no habrían mejorado su calidad de vida si Robledo y Petro —y sus respectivos secuaces— fueran capaces de poner anteponer los intereses de los más necesitados a sus prejuicios?
¡Respóndame eso, Victoria Solano!
(Por cierto, que Agro-Bio le haga llegar los resultados a la Corte Constitucional que, en medio de su ignorancia, ordenó etiquetar los transgénicos.)