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El arte de evitar l’esprit de l’escalier

L’esprit de l’escalier es el fenómeno de pensar la respuesta más ingeniosa cuando ya es demasiado tarde para darla. Aunque casi cualquier persona ha conocido la sensación, hay quienes han sabido dar la respuesta más ingeniosa en el momento oportuno — por ejemplo, Christopher Hitchens fue retratado en más de una ocasión como alguien ajeno a l’esprit de l’escalier, pues siempre daba la mejor respuesta (de hecho, para sus geniales respuestas se acuñó la expresión Hitchslap).

Aunque para mí pueda ser la figura más representativa de personajes inmunes a l’esprit de l’escalier, el Hitch ciertamente no es el único. En su columna de esta semana, titulada Respuestas nonatas, Juan Esteban Constaín recopila algunas respuestas geniales de otros personajes:

Pienso en Ovidio –el primero en esta breve antología del honor– al que Octavio le preguntó muy molesto, según Gastón Boissier, que si se había acostado con su hermana. Cualquier cosa que respondiera el poeta podía hundirlo, como al final pasó. Pero él solo dijo: “No todavía”, y se fue. “¿Verdad, señor Wilde, que soy la mujer más fea de Francia?”, le preguntó Mari-Anne de Bovet a Óscar Wilde, que le respondió: “Del mundo, señora. Es inútil restarse méritos tan evidentes…”.

Alguna otra vez cité aquí la anécdota de ese prodigio que era Adlai Stevenson, cuando una buena señora le dijo en la campaña presidencial contra Eisenhower: “No se preocupe, gobernador: los inteligentes votaremos por usted…”. Él le respondió: “Eso es justo lo que me preocupa, amiga mía: yo necesito una mayoría”.

Aunque quizás la respuesta más elegante de todas es la que Ilka Chase le dio a una actriz presuntuosa e irónica que leyó su autobiografía y le dijo: “Me gustó mucho su libro, ¿puedo preguntarle quién se lo escribió?”. La maestra le contestó como un rayo: “Me alegra mucho que te haya gustado, querida. ¿Puedo preguntarte quién te lo leyó?”.

Un clásico que a mí me encanta es el anónimo falsamente atribuido tanto a Winston Churchill como a George Bernard Shaw, en el que la interlocutora advierte: “Si fueras mi esposo, te daría veneno”, a lo que el receptor responde: “Y si tú fueras mi esposa, me lo tomaría”.

Seguramente hay muchos más ejemplos de personas que han evitado l’esprit de l’escalier, pero en este momento no me acuerdo. Si ustedes conocen otros, los invito a compartirlos en la sección de comentarios.

(imagen: Jón Sigurðsson)

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