Se sigue acumulando evidencia de que la homeopatía no funciona y, por tanto, los colegios de médicos de los países civilizados la rechazan.
Pero en Colombia somos tan folclóricos que el ministerio de Salud acaba de reglamentar la homeopatía:
El Ministerio de Salud reconoció la importancia de ampliar los canales de distribución y venta en establecimientos que cumplan las condiciones sanitarias para el almacenamiento de medicamentos homeopáticos.
Por esa razón, la entidad expidió el Decreto 1229, en el que autoriza a las tiendas naturistas a que comercialicen dichos productos. De esta manera, se modifica el artículo 9º del Decreto 1737 del 2005, adicionado por el artículo 14 del Decreto 1861 del 2006, según el cual tales medicamentos se pueden vender en farmacias homeopáticas, farmacias droguerías, servicios farmacéuticos y en droguerías legalmente autorizadas.
El año pasado, ya se había regulado, hasta cierto punto, en el Manual de Habilitación de Prestadores de Servicios de Salud.
Entonces, el ministro Alejandro Gaviria me explicó que la ley estatutaria establece que sólo se invierten recursos públicos en servicios y tecnologías científicamente sólidos y que con la regulación se buscaba garantizar condiciones mínimas de seguridad para los usuarios o pacientes. Según el Ministro, hay una prohibición expresa para financiar la pseudociencia con recursos públicos.
Entonces, ¿a qué viene este decreto? O el Gobierno limita la exposición ciudadana a los embustes pseudocientíficos o le da prioridad a “ampliar sus canales de distribución”, pero no puede hacer ambas al tiempo.
Y no sé, pero usar el capital humano del Ministerio para facilitar el acceso ciudadano a la homeopatía a mí me suena bastante a financiar la pseudociencia con recursos públicos.
En La Silla Vacía, Luis Guillermo Vélez tiene un genial artículo sobre el tema cuya lectura recomiendo encarecidamente (la genialidad empieza desde el título: “Ya reglamentamos la homeopatía. Faltan los hechizos y las escobas voladoras” — como de costumbre, absténganse de leer los comentarios si quieren evitar el cáncer cerebral, ya que los magufos entecaron toda la sección con sus lloriqueos y apelaciones cuánticas.) A pesar de que Vélez cita la franquicia de la impresentable Rebecca Watson, sus argumentos y aplastante lógica hacen que el artículo valga la pena — y esto es doblemente cierto ya que ningún otro medio serio tiene la honestidad de tratar las estafas por lo que son. (Dice mucho, por ejemplo, que El Espectador haya saltado a exigir la prohibición del glifosato —cuando el impresentable reporte de la IARC ni siquiera había sido publicado— y que, a la vez, ignore olímpicamente todos los estudios que demuestran que la homeopatía no funciona y, por tanto, es una estafa).
(imagen: Alex E. Proimos via photopin cc)