Hoy termina la reunión del Grupo Bilderberg de este año.
Como esto es fetiche obligado entre magufos y conspiranóicos, aprovecho para recuperar un repaso del tema que Mauricio-José Schwarz hizo hace un par de años, pero que sigue siendo vigente hoy —y me temo que lo seguirá siendo por mucho tiempo—:
Es una reunión por invitación que se realiza desde 1954 y que fue uno de tantos frentes de la guerra fría. Políticos y personajes como Józef Retinger, defensor de la unificación europea, el príncipe Bernardo de Holanda o el primer ministro belga detuvieron la idea de reunir a líderes estadounidenses y europeos para que hablaran de modo informal, abierto y libre sobre temas de política, economía y defensa de común interés. Se llama así porque se reunieron por primera vez en el Hotel Bilderberg. La reunión es anual y la lista de invitados la hace un comité formado por dos representantes de cada una de las 18 naciones que intervienen, con un grupo asesor. El actual presidente del comité es Ëtienne Davignon, político y empresario belga.
¿Quiénes son invitados? Jefes de estado, representantes del poder económico, líderes relevantes y algunos no tanto. La lista de invitados dista mucho de ser secretísima, y puedes consultarla incluso en Wikipedia.
El tema que ha dado alas a los conspiranoicos es que no se admite prensa en las reuniones del grupo (que no es un club, por cuanto que no tiene más miembros permanentes que los del comité, oficialmente es la Conferencia de Bilderberg). Esto evidentemente no tiene nada de raro. No hay prensa cuando dos jefes de estado se reúnen, aunque luego suela haber una conferencia de prensa donde dicen de qué hablaron (e igual pueden mentir), ni cuando se reúnen políticos con personajes del poder económico. Las reuniones a puerta cerrada, pues, no son nada del otro jueves. De otra parte, hay una gran seguridad alrededor de las reuniones, lo que cualquier persona normal interpretaría como lógico pero que los conspiranoicos creen que se hace para mantenerlos a ellos fuera.
¿De qué hablan? Basta ver a los participantes para darse cuenta de que no hablan precisamente de técnicas quirúrgicas para reconstrucción de narices. Como todos los políticos y los ricos, hablan de lo que les interesa, uno supone que cada uno defendiendo sus intereses. Es difícil creer que todos tengan intereses comunes, eso sí. Representan a distintos países, organizaciones y empresas, y muchos de ellos están en evidentes enfrentamientos defendiendo cada uno su conveniencia. Otros son bastante disparatados, como Dolores de Cospedal y la reina de Holanda. Y más aún el viceministro de relaciones exteriores de China y el fundador de Facebook, que está bloqueado por el cortafuegos de Internet que rodea a China.
¿Van todos los poderosos del mundo? Pues no, es una reunión claramente de Europa con EE.UU. (con el añadido de China a partir de este año). Nunca ha participado nadie de Japón, la India, ningún país africano o latinoamericano, aunque el hombre más rico del mundo sea mexicano. De las diez mayores fortunas según Forbes, el único que ha sido invitado es Bill Gates, una vez, en 2010. Y hay algunos bastante poco poderosos como la reina Sofía, que ha estado varias veces aunque pinte bastante menos que Amancio Ortega, que nunca fue.
¿Por qué lo han elegido para culpabilizarlo? Porque no permiten prensa, porque es mucha gente muy poderosa y porque una de las bases esenciales de la cospiranoia es pensar que los poderosos son singularmente inteligentes, capaces, malévolos y astutos, y que juntos deben ser más temibles que por separado (cosa que se puede contraargumentar con una facilidad pasmosa). Los conspiranoicos creen que esas personas que tienen abiertamente una gran cantidad de poder en el mundo… en realidad no lo tienen abiertamente, sino que nos dominan “en secreto” y no sólo controlan el poder político y económico que obviamente tienen, sino que además controlan a todo el resto del poder político y económico mundial, cosa que me imagino que le parecerá bastante divertida a gente como Putin o la industria japonesa. Vamos, que el problema del reparto del poder en el mundo (a nivel de personas, empresas, grupos y países) es complejísimo y ciertamente no depende de una reunión anual de cuatro días ni se resuelve nada demasiado delicado en ellas, porque aunque los conspiranoicos no se den cuenta, los poderosos del mundo (los que van invitados a Bilderberg y los que no) se comunican todos los días entre sí y con el mundo usando métodos misteriosísimos de alta tecnología probablemente extraterrestre, como teléfonos, correos electrónicos y quizás hasta peligrosísimas videoconferencias.
Como al parecer al grupo Bilderberg se la suda bastante que cuatro loquitos que creen que nos dominan los extraterrestres reptilianos iluminati y que los Beatles fueron una herramienta de dominación, los conspiranoicos se pueden soltar el pelo de modo delirante cada año, cuando se anuncia la reunión “secreta”, y aprovechar para hacer alguna fiestecilla, una manifa de quince loquitos y, claro, lanzar, promover y difundir sus libros, conferencias, revistas y demás productos de la industria del huyquémiedo con poco seso y capacidad de análisis de un mundo complejo que en el fondo, creo, les da miedo, mucho miedo.
Y es que así funciona la mente conspiranóica.
(imagen: writing all wrongs)