El candidato a la alcaldía de Bogotá Rafael Pardo ha estado haciendo de todo para ganar el voto cristiano.
De hecho, el candidato está bastante cerca del engendro iglesia-partido Mira, de María Luisa Piraquive. Y se han hecho tan amiwis de Pardo que este prometió hacer una “reparación moral” del descalabro electoral que a la Piraquive le costó su política de discriminar personas incapacitadas:
Estoy dispuesto a hacer una reparación moral del daño que sufrió políticamente el @MovimientoMira en la pasada campaña electoral del 2014.
— Rafael Pardo (@RafaelPardo) June 6, 2015
Cuando los políticos empiezan a moralizar las campañas, vamos mal. Pero vamos aún peor porque la secta de Piraquive no sólo ha promovido la discriminación (que es el comportamiento estándar de cualquier religión) sino que, además, tiene estos lindos antecedentes:
• Impulsaron leyes mordaza que criminalizaran la crítica a los líderes religiosos.
• Trataron de intimidar a la prensa libre.
• Intentaron borrar videos ciudadanos de su intolerancia.
• Hicieron una pataleta por perder todas las curules del Senado (los caminos del señor son inescrutables, ¿ehh?).
• Amenazaron con que su amigo imaginario nos castigaría (¡Jajajajaja!).
• Y está aquella investigación de Costa Rica por movimientos irregulares de dinero.
Mejor dicho, son todo un dechado de virtudes en esa iglesia. Ni aunque lo hubiera buscado, Rafael Pardo no pudo elegir a nadie peor con quién compartir sábanas.
(Hace unos meses Pardo salió en una foto con el bufón intolerante de Marco Fidel Ramírez. El candidato explicó que fue ‘circunstancial’ durante un foro ajeno a la campaña, por lo que aquí no lo tomaremos en cuenta… que tampoco es que haga falta.)
Ya puestos con las reparaciones morales, hay una en particular que sí vale la pena y es la reparación moral al laicismo, la estricta separación entre Estado e iglesias — la existencia de engendros como el Mira son una burla constante a la disposición constitucional de que Colombia es un Estado laico. Y no será Rafael Pardo quien reivindique este principio civilizador.
(vía Edwin Bautista)