Este caso es algo extremo, pero ilustra muy bien el problema de reclutar menores de edad en una religión.
Es sobre una madre testigo de Jehová que le estaba lavando el cerebro a su hijo para que odiara al padre, que está separado de ella pero con quien tiene custodia compartida — al parecer, el adoctrinamiento de la madre era tan fuerte que el niño simplemente no quería tener nada que ver con su padre:
El niño, que los maestros describieron como “problemático, enojado y confundido”, rechazaba a su propio padre porque decía que “no podía estar con las personas que no creen en Jehová”.
El parecía obsesionado con la idea de que su padre, que está separado de su madre, pero con quien comparte la custodia, no “iría al Paraíso”, y le dijo a los adultos que él “no quería ir donde papá porque él no era un Jehová”.
El personal de la escuela se alarmó cuando incluso cortó materiales de enseñanza en clase de Religión porque no podía soportar aprender sobre la corriente dominante del cristianismo.
Un psicólogo infantil que habló con él durante el procedimiento informó cómo reaccionaría físicamente incluso con la sola mención de la idea de que Jesús murió en una cruz o referencias a la Biblia.
El juez le prohibió a la madre hablarle de religión, llevarlo a la iglesia o decir la oración antes de la comida, compromisos que ella firmó… para después aburrir al juez con peticiones para que le permitiera llevar al niño a la iglesia. El juez se cansó decidió poner al niño en un hogar de acogida (probablemente mientras supera el odio a su padre).
El caso es fácil de explicar por el grado de fanatismo de la madre pero el análisis se hace extensivo a todas las creencias religiosas, por más moderados que sean los padres: transmitirle ideas irracionales a los hijos es abuso infantil.
(vía Why Evolution Is True)