Uno de los problemas que enfrenta actualmente la Comunicación es la existencia de las empresas periodísticas: antes de Internet, un periódico o una revista se sostendrían con la publicidad, sin embargo, a medida que el consumo de información se muda a la nube, ofrecer acceso gratuito a los contenidos se hace cada vez menos rentable y los ingresos que ofrece la publicidad en línea no significan un retorno de la inversión similar al del medio impreso (el problema, básicamente, es que mientras los medios siguen usando publicidad general, tienen que competir con gigantes de Internet como Google o Facebook que cuentan con algoritmos para ofrecer publicidad segmentada y hecha a la medida de cada usuario — minería de datos a lo bestia, pues).
Al igual que ha pasado con las industrias de la música, el cine y la televisión, la entrada en escena de Internet ha significado un cambio necesario en el modelo de negocio para no perecer, y las empresas periodísticas no son la excepción. Hasta aquí, más o menos, la idea es clara. La pregunta que, hasta ahora, yo me hacía era: ¿cómo va a cambiar el modelo de negocio?
Pues el nuevo modelo de negocio ya empieza a tomar forma. El tema es abordado por la investigación de posdoctorado de Caio Tulio Costa, periodista brasileño y profesor de Comunicación e Información en la Era Digital; mi amigo Daniel Afanador hace una muy buena curaduría en español de la propuesta de Tulio — y vemos las primeras propuestas de cambio:
Si bien el Paywall no va a solucionar al 100% los problemas que el periodismo viene enfrentando de cara a la publicidad, otra salida que se ha sugerido para competir contra las grandes audiencias a las que llegan Google y Facebook es que todos los diarios reunidos en cada país o región crearan una única red de anuncios, un Ad Network, que pudiera segmentar en equipos móviles y de escritorio su publicidad por geolocalización. Solo en Estados Unidos hay 1380 diarios que trabajan hoy cada uno de manera independiente. Sería la aplicación de lo que se conoce como “la unión hace la fuerza”. Hoy como están las cosas, un anuncio se le muestra por igual a una persona de 20 o de 75 años, siempre y cuando entre al sitio, que es algo que no pasa con Google Adsense, que segmenta la publicidad de cada usuario de acuerdo con el historial de sitios visitados y los intereses de los internautas.
Otra salida que ya se aleja del campo de la publicidad tiene que ver con la oferta de servicios de valor agregado por parte de los medios, es decir productos que no hacen parte del corazón de la empresa ni que son su principal fuente de recursos. Se trata básicamente de productos que promueven el servicio principal. Aquí entrarían productos como venta de libros, hosting, correo electrónico, venta de boletería, ofertas de empleo, contenidos patrocinados y un sinfin de productos que poco o nada tienen que ver con el periodismo.
Ahí está: paywalls, red de anuncios con publicidad segmentada y productos de valor agregado —Daniel comenta que este sería el caso de UOL en Brasil que, además de editar uno de los diarios más leídos del país y su respectivo portal de noticias, “ofrece servicios como cuentas de email, registro de dominios, creación de tiendas virtuales, antivirus, plataforma de pago tipo PayPal (PagSeguro), asistencia técnica, compras en línea, cursos” y más—.
Lo de los productos de valor es algo en lo que, por ejemplo, El Tiempo habría incursionado tímidamente con el portal de El Empleo, aunque falta mucho para llegar a una rigurosa oferta de servicios que pueda hacer rentable el periodismo en sí mismo.
Creo que hay un escenario más que todavía no se ha contemplado; siguiendo el orden de ideas expuesto, sería el inverso de la oferta de servicios de valor agregado: que una empresa que en principio no se dedica al periodismo pueda darse el lujo de abrir un medio y no esperar ninguna rentabilidad del mismo más que la de expandir el libre mercado de las ideas — un poco lo que ha sido El Malpensante. Podría decirse que esta ‘alternativa’ no sólo no es un modelo de negocio viable sino que además ya existía, pero no es descabellado suponer que a medida que los medios impresos se sigan reduciendo habrá una explosión de este modelo, que aprovechará la oferta de periodistas y la demanda de creación de contenidos.
A algunos el panorama les resultará desolador y yo comparto en algo esa impresión. Además, tengo la sensación de que empieza un regreso a los albores del periodismo, cuando este se hacía no tanto como una actividad lucrativa, un trabajo más, sino como un ejercicio de intercambio de ideas y registro de acontecimientos.
Por lo menos ya empezamos a salir de la incertidumbre.