Hace un mes, la Corte Constitucional le dio un plazo de 30 días al ministerio de Salud para que expidiera una resolución con protocolo para la eutanasia, que ya fue firmada por el ministro Alejandro Gaviria (kudos para él).
Como cabía esperar, que el Estado amplíe el abanico de derechos y libertades de sus ciudadanos causó la arremetida de los sectores más reaccionarios, como la Iglesia Católica y la Inquisición.
La carta de la Iglesia Católica es particularmente ridícula. Empiezan cuestionando moralmente la resolución —como si Pederistán tuviera algún tipo de superioridad moral o algo— y luego vuelven a su vulgar argumento de extralimitación de funciones:
La Corte Constitucional no está capacitada para atribuir a los organismos estatales -en este caso al Ministerio de Salud- competencias propias del poder legislativo. Tal acto, afectaría gravemente el orden y el equilibrio de poderes establecidos por la Constitución de 1991.
Y Colombia es un Estado laico, por lo que cualquier intromisión de la Iglesia Católica en la política pública (¡como acá!) afecta “gravemente el orden y el equilibrio de poderes establecidos por la Constitución de 1991”, como también ocurre cuando pretenden que su pacata y retorcida moral, atrasada siglos de la civilización, sea impuesta a toda la sociedad.
Para completar, los padrecitos argumentan que la resolución viola la libertad religiosa porque sus instituciones sanitarias estarían obligadas a practicar la eutanasia, lo que es completamente absurdo ya que la libertad religiosa y de cultos sólo la tienen las personas, no las instituciones. Y estas son las reglas del juego: si no les gusta, bien pueden vender sus hospitales o darlos a la caridad, pero si van a prestar el servicio debe ser cumpliendo toda la legislación del país. ¿Quién puede creer las pataletas moralistas de estos pandilleros tan rematadamente hipócritas?
En esta ocasión estoy sorprendido pues, según Wikipedia, la eutanasia sólo es legal en un puñado de países civilizados (y Colombia):
Jamás pensé que hubiera un asunto en materia de derechos sociales en el que Colombia estuviera primero que Francia — es refrescante equivocarme. Y nunca está de más volver a agradecerle a Carlos Gaviria Díaz.