Desde que llegó a Bello (Antioquia), el sacerdote Jorge Mario Acosta ha tratado de desalojar la última biblioteca comunitaria del barrio Niquía, e incluso construyó otra biblioteca más pequeña (ya llegaré a eso).
Ahora un juez le dio la razón:
Un fallo del Juzgado Segundo Civil Municipal de Bello le ordena a Jesús María Arango Saldarriaga devolverle a la Parroquia el salón donde funciona la biblioteca hace 40 años.
Jesús, quien ejerce desde entonces como bibliotecario sin cobrar sueldo, recibió el local en 1974 de manos del padre Luis Gaviria, sin firmar ningún papel. Los jóvenes de esa época –entre ellos Jesús- salieron por todo el barrio, montados en coches de caballo, para pedir regalados libros, sillas, mesas, escritorios y estantes de madera. Poco a poco la biblioteca se fue llenando de textos hasta llegar, en cuatro décadas, a 18.000 ejemplares aproximadamente. Jesús, hoy con 63 años, envejeció clasificando y ordenando los libros que fueron llegando.
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Además de devolver el salón, la sentencia le ordena a la parte demanda[da], es decir a don Jesús, pagar por agencias en derecho la suma de un millón de pesos. “Estamos pensando en que de la noche a la mañana llegan a hacernos el lanzamiento. Si hicieran eso, a la gente le tocaría consultar los libros afuera porque no tenemos a dónde llevarlos. Quedarían en el andén. Se acabaría la tercera y única biblioteca abierta a toda la comunidad del barrio Niquía, pues la que hizo construir el padre es de textos escolares muy específicos”, dice.
Primero, el trago amargo: por incómodo e indignante que resulte, el sacerdote tiene una sentencia a su favor. Si exijo que la Iglesia y los cristianos respeten las sentencias que establecen que Colombia es un Estado laico, lo menos que puedo hacer es tener la coherencia suficiente para respetar una sentencia que favorece al señor Jorge Acosta.
Otra cosa es que me parezca éticamente repudiable y un asalto a la más básica decencia… pero hoy no será el día en que tenga muchas expectativas morales de ningún líder religioso. Quien miente para ganarse la vida no puede ser ejemplo moral de nada.
Ahora bien, yo creo que no todo está perdido — el Artículo 44 de la Constitución Nacional establece que la educación y la cultura son derechos fundamentales por lo que a la comunidad todavía le quedaría la opción de interponer una tutela ya que priman los derechos fundamentales de los ciudadanos sobre los derechos patrimoniales de la curia. Y si por “textos escolares muy específicos” quisieron decir “sólo aprobados por la Iglesia”, tal vez el señor Acosta no se quede con el terreno después de todo.
Eventualmente, la última palabra la tendría la Corte Constitucional que, después de paladear la homofobia cristiana y el desprestigio de su Presidente, no da las mayores esperanzas. Aunque una es mejor que nada.
(Imagen: Yo defiendo mi biblioteca)