Así tratan a los estudiantes ateos en un colegio distrital:
Álvaro Ariza y Jaquelina Ardila están convencidos de que a su hija menor tres de sus profesoras “la matonearon” por el simple hecho de que sus padres fueran ateos y que, por ello, le solicitaran a las maestras apartar a la menor de las clases de Religión y de otra serie de actos que no concordaban con las creencias de su familia, como, por ejemplo, tener que esperar a sus padres arrodillada. Por ello, dicen ellos, las educadoras hostigaron, gritaron, apartaron e, incluso, la marcaron “con un sello en una mano que decía, junto a una carita fea, ‘habladora’” y la obligaron a escribir en el observador una nota en la que tuvo que manifestar su supuesto interés por la clase de Religión.
A lo que se suman una serie de amenazas de que iba a perder el año si no se comportaba y si le contaba a sus padres de lo sucedido y burlas como temblar cuando la niña se acercaba a las profesores como una forma de hacerle entender que le tenían miedo. Toda una serie de eventos traumáticos, sobre todo, para una menor de 7 años de edad.
Todo esto llevó a que Ariza se quejara ante las directivas del colegio, el Gabriel Betancourt Mejía, ubicado en la localidad de Kennedy. Pero nada pasó. En cambio, los hostigamientos hacia su hija se hicieron cada vez peores. A tal punto que en una ocasión su hija le dijo que había pensado en suicidarse “porque nadie la quería”. Y entonces sus padres la retiraron del colegio y presentaron su inconformismo ante la Secretaría de Educación de Bogotá, al Ministerio de Educación y a la Procuraduría. Pero, en vez de arreglar lo sucedido, estas acciones llevaron a que –de forma muy extraña porque, de repente, un colegio que tenía cupos dejó de tenerlos, al parecer, por maniobras ilegales de un funcionario– la menor y su hermana mayor se quedaran sin un cupo en la red de colegios distritales con el agravante de que no tienen recursos para matricular a las menores en un colegio privado. En estos momentos las niñas estudian con su padre en casa. Todo esto motivó a la pareja a presentar una tutela que fue negada en primera instancia y se encuentra a la espera de que el Tribunal de Bogotá la estudie.
Afortunadamente, la familia Ariza está representada por Germán Rincón Pefetti, abogado ateo que tiene experiencia combatiendo los excesos religiosos.
La respuesta de las instituciones deja mucho que desear (y creo que amerita varias denuncias penales, sugerencia que le hice a Germán). De la Procuraduría no espero nada, pues es una reedición de la Inquisición Católica, pero la Secretaría de Educación y el Ministerio de Educación tendrían que haber sancionado al colegio y abrir investigaciones — es más, les correspondía a ellos compulsar copias a la Fiscalía.
Al parecer no han aprendido nada del caso Sergio Urrego, que tampoco es que sea una lección muy difícil, a saber: los colegios matonean a los estudiantes por motivos religiosos y esto tiene que parar.
Lo peor de todo es que sólo tienen que aplicar la Constitución: Colombia es un estado laico, así que el funcionario público que use su puesto para hacer proselitismo religioso está incurriendo en causal de despido y tendría que abrírsele investigación penal y disciplinaria.
Sin embargo, los gobiernos Distrital y Nacional han sentado precedentes lamentables por su parte y ellos (o las entidades directamente dependientes de ellos) han preferido desperdiciar dinero de los contribuyentes antes que hacer respetar la Constitución. Y bueno, morirá y será matoneado de vez en cuando el alumno ateo de turno, pero como las iglesias son las que les ponen votos, a ellos no les importa.
Es un problema institucional y a los ateos sólo nos queda recurrir a la Justicia y esperar que nuestro caso no caiga en manos de jueces fundalunáticos.
A los que pueden, por favor matriculen a sus hijos en colegios civilizados, y no centros de adoctrinamiento — el Estado no va a asumir el costo de proteger y velar por sus hijos, son más importantes los votos.
Y pues vaya que nos sacamos la lotería con este país, ¿cierto?
(Imagen: IMG_9067.JPG via photopin (license))