Las mujeres son las principales víctimas de violencia doméstica y maltrato, pero asumir que son las únicas víctimas desatiende el problema de fondo —la violencia— y deja por fuera del panorama a los hombres que han sido víctimas, lo que perpetúa el estereotipo y crea un círculo vicioso de discriminación — es preocupante que sólo un 10% de los hombres que sufren maltrato lo denuncia.
El Tiempo tiene un artículo que retrata muy bien el problema:
Por eso, mientras la sociedad profundiza en la retórica de género, ellos se ocultan en la sombra del anonimato. La vergüenza llega a ser tan grande que, en no pocos casos, ni siquiera denuncian los delitos que se cometen contra ellos.
“Nuestras leyes penales son muy machistas. Por ejemplo, hacen ver la violencia sexual contra el hombre como un caso exótico, como de circo, algo que no puede ser, lo que evita que las víctimas denuncien con libertad y sin riesgo de ser estigmatizadas. Se requiere de una estructura psicológica y de una posición social muy fuertes para que un hombre llegue a denunciar”, señala Carlos Eduardo Valdés, director del Instituto Nacional de Medicina Legal.
Si bien es cierto que en la mayoría de estas problemáticas la principal víctima es la mujer, eso mismo ha contribuido a invisibilizar a la minoría masculina que padece los mismos calvarios.
“Esa mayoría a veces enreda y dificulta que se trate con efectividad a los hombres”, reconoce la psiquiatra clínica Maritza Rodríguez, que trata a hombres con trastornos de conducta alimenticia. “A los pediatras, por ejemplo, les cuesta considerar la baja de peso en niños como un trastorno de la alimentación y retrasan el diagnóstico, con efectos fatales”, dice.
“A diferencia de las mujeres, ellos siempre han tenido derechos que los protegen, pero nunca se han atrevido a usarlos y denunciar, porque la sociedad les ha dicho que no pueden llorar, ni tampoco ser las víctimas”, concluye María Consuelo Arenas, subdirectora de la Secretaría de Integración Social de Bogotá.
Así, acaban doblemente victimizados por una sociedad en la que –en palabras de Natalia Gutiérrez, experta en violencia del INS– “el hombre siempre va a ser motivo de burla si hace este tipo de denuncias. El subregistro es enorme”.
Por esto es que son necesarias políticas e instituciones de igualdad, a donde las personas puedan asistir por el maltrato, independientemente de su sexo. Así, tenemos Secretaría de la Mujer y Consejería de la Equidad de la Mujer, cuando mejor serían Secretaría de Igualdad y Consejería de Equidad.
Como ya he mencionado, la llamada discriminación positiva sigue siendo discriminación y perpetúa aquello contra lo que pretende luchar. La mejor política de igualdad es ofrecerle igualdad a todos.
Al parecer todavía no aprendemos la lección.