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Nuevo libro de Steven Weinberg, sobre historia de la ciencia

Steven Weinberg es el autor de una de mis frases favoritas:

Con religión o sin ella, la gente buena hará el bien y la gente mala hará el mal; pero para que la gente buena haga el mal — eso requiere religión.

Weinberg, ganador del Nobel de Física en 1979 —junto con Sheldon Glashow y Abdus Salam— por unificar las fuerzas débil y electromagnética, es un apasionado de la historia de la ciencia y su nuevo libro, To Explain the World: The Discovery of Modern Science, pone eso de manifiesto.

Intrigado por el anuncio de la publicación, Jerry Coyne le escribió a Weinberg para averiguar más por el libro, específicamente cómo llegó a escribir el libro, y por qué piensa que la ciencia moderna deriva en gran medida de Europa y no de otros lugares, agregando que los apologistas cristianos suelen atribuir el nacimiento de la ciencia moderna a sus correligionarios de la Edad Media (!).

Weinberg respondió con estos dos extractos del libro:

PRÓLOGO

Soy físico, no historiador, pero con los años me he fascinado cada vez más por la historia de la ciencia. Es una historia extraordinaria, una de las más interesantes en la historia humana. También es una historia en la que los científicos, como yo, tenemos un interés personal. La investigación de hoy puede ser ayudada e iluminada por el conocimiento de su pasado y, para algunos científicos, el conocimiento de la historia de la ciencia ayuda a motivar el trabajo hoy en día. Esperamos que nuestra investigación pueda llegar a ser una parte, por pequeña que sea, de la gran tradición histórica de la ciencia natural.

Cuando mis propios escritos anteriores han tocado temas de historia, ha sido sobre todo de la historia moderna de la física y la astronomía, más o menos desde finales del siglo XIX hasta la actualidad. Aunque en esta época hemos aprendido muchas cosas nuevas, las metas y los estándares de la ciencia física no han cambiado considerablemente. Si de alguna forma se les enseñara a los físicos de 1900 el modelo estándar actual de la cosmología o el de la física de partículas elemental, ellos habrían encontrado mucho para sorprenderse, pero la idea de buscar principios impersonales matemáticamente formulados y experimentalmente validados que explican una gran variedad de fenómenos habría parecido muy familiar.

Hace un tiempo decidí que tenía que cavar más profundo, para aprender más acerca de una época anterior en la historia de la ciencia, cuando las metas y normas de la ciencia aún no habían tomado su forma actual. Como es natural para un académico, cuando quiero aprender sobre algo, me ofrezco a impartir un curso sobre el tema. De vez en cuando durante la última década he impartido cursos de pregrado sobre la historia de la física y la astronomía en la Universidad de Texas, a estudiantes que no tenían una formación especial en ciencia, matemáticas o historia. Este libro surgió de las notas de clase para esos cursos.

Pero a medida que este libro se ha desarrollado, tal vez he sido capaz de ofrecer algo que va un poco más allá de una simple narración: Es la perspectiva de un científico moderno sobre la ciencia del pasado. He tomado esta oportunidad para explicar mis puntos de vista sobre la naturaleza de la ciencia física, y sobre sus continuas enredadas relaciones con la religión, la tecnología, la filosofía, las matemáticas y la estética.

Antes de la historia había una suerte de ciencia. En cualquier momento la naturaleza nos presenta con una variedad de fenómenos desconcertantes: fuego, tormentas, plagas, movimiento planetario, la luz, las mareas, y así sucesivamente. La observación del mundo llevó a generalizaciones útiles: el fuego es caliente, el trueno presagia la lluvia; las mareas son más altas cuando la Luna está llena o nueva; etc. Estas se convirtieron en parte del sentido común de la humanidad. Pero aquí y allá, algunas personas querían algo más que una colección de hechos. Ellos querían explicar el mundo.

No fue fácil. No es sólo que nuestros predecesores no sabían lo que sabemos sobre el mundo — más importante, ellos no tenían nada parecido a nuestras ideas de lo que había que saber sobre el mundo, y cómo aprenderlo. Una y otra vez en la preparación de las conferencias para mi curso he quedado impresionado de que la forma como funcionaba la ciencia en los siglos pasados era tan diferente de la ciencia de mis propios tiempos. Como dicen las muy citadas líneas de una novela de LP Hartley, “El pasado es un país extranjero; allí hacen las cosas de manera diferente”. En este libro espero haber sido capaz de dar al lector no sólo una idea de lo que sucedió en la historia de las ciencias exactas, sino también un sentido de lo difícil que ha sido todo.

Así que este libro no es sólo acerca de cómo llegamos a aprender varias cosas sobre el mundo. Eso es, naturalmente, una preocupación de toda la historia de la ciencia. Mi objetivo en este libro es un poco diferente — es cómo llegamos a aprender a aprender sobre el mundo.

Sé que la palabra “explicar” en el título de este libro plantea problemas a los filósofos de la ciencia. Ellos han señalado la dificultad de dar una distinción precisa entre explicar y describir. (Voy a tener un poco que decir sobre esto en el capítulo 8.) Pero este es un trabajo sobre la historia en lugar de la filosofía de la ciencia. Por explicación me refiero a algo impreciso, lo mismo que se quiere decir en la vida ordinaria, cuando tratamos de explicar por qué un caballo ha ganado una carrera o por qué se ha estrellado un avión.

La palabra “descubrimiento” en el subtítulo también es problemática. Yo había pensado en utilizar La invención de la ciencia moderna como subtítulo. Después de todo, la ciencia no podría existir sin el ser humano para practicarla. Elegí “descubrimiento” en lugar de “invención” para sugerir que la ciencia es como es, no tanto a causa de diversos actos históricos adventicios de invención, sino por la manera de ser de la naturaleza. Con todas sus imperfecciones, la ciencia moderna es una técnica que está suficientemente bien afinada a la naturaleza para funcionar — es una práctica que nos permite aprender cosas fiables sobre el mundo. En este sentido, es una técnica que estaba esperando que las personas la descubrieran.

Así, se puede hablar del descubrimiento de la ciencia en la forma en que un historiador puede hablar del descubrimiento de la agricultura. Con toda su variedad e imperfecciones, la agricultura es como es, debido a que para funcionar sus prácticas están suficientemente bien sintonizadas con las realidades de la biología — nos permite cultivar alimentos. Con este título también quería a distanciarme de los pocos constructivistas sociales que quedan: esos sociólogos, filósofos e historiadores que tratan de explicar no sólo el proceso sino incluso los resultados de la ciencia como productos de un medio cultural particular.

La ciencia en el subtítulo de este libro es la ciencia moderna, una técnica que va más allá de la observación casual, y ahora se practica en todo el mundo por los profesionales que se llaman a sí mismos científicos. Entre las ramas de la ciencia, este libro hará hincapié en la física y la astronomía. Fue en la física, especialmente en relación a la astronomía, que por primera vez la ciencia tomó una forma moderna. Por supuesto que hay límites en la medida en que las ciencias como la biología, cuyos principios dependen tanto de accidentes históricos, pueden o deben ser modeladas en la física. Sin embargo, hay un sentido en el que el desarrollo de la biología científica, así como la química en los siglos XIX y XX siguieron el modelo de la revolución en la física del siglo XVII.

Ahora la ciencia es internacional, tal vez el aspecto más internacional de nuestra civilización, pero el descubrimiento de la ciencia moderna ocurrió en lo que vagamente se puede llamar Occidente. La ciencia moderna aprendió sus métodos de la investigación realizada en Europa en la revolución científica, que a su vez evolucionó a partir de trabajos realizados en Europa y en los países árabes en la Edad Media y, en última instancia, de la precoz ciencia de los griegos. Occidente tomó prestado mucho conocimiento científico de otras partes —la geometría de Egipto, los datos astronómicos de Babilonia, las técnicas de la aritmética de Babilonia y la India, la brújula magnética de China, y así sucesivamente— pero, hasta donde sé, no importó los métodos de la ciencia moderna. Así que este libro hará énfasis en Occidente (incluyendo el islam medieval) de la manera en que fue deplorado por Oswald Spengler y Arnold Toynbee: Voy a tener poco que decir sobre la ciencia fuera de Occidente, y absolutamente nada que decir sobre el interesante pero totalmente aislado progreso realizado en la América precolombina.

Al contar esta historia, voy a acercarme a la peligrosa tierra que es evitada con sumo cuidado por los historiadores contemporáneos, de juzgar el pasado por las normas del presente. Esta es una historia irreverente; no estoy dispuesto a criticar los métodos y teorías del pasado desde un punto de vista moderno. Incluso he tenido algún placer en el descubrimiento de unos pocos errores cometidos por los héroes científicos que no he visto mencionar a los historiadores.

Un historiador que dedica años a estudiar las obras de algunos Grandes Hombres del pasado puede llegar a exagerar lo que su héroe ha logrado. He visto esto en particular en las obras de Platón, Aristóteles, Avicena, Grosseteste y Descartes. Pero no es mi propósito acusar aquí de estupidez a algunos filósofos naturales del pasado. Más bien, al mostrar lo lejos que estos muy inteligentes individuos estaban de nuestra concepción actual de la ciencia, quiero mostrar lo difícil que fue el descubrimiento de la ciencia moderna, lo lejos de ser evidente que son sus prácticas y estándares. Esto también sirve como advertencia de que la ciencia podría no estar todavía en su forma final. En varios puntos de este libro sugiero que, tan grande como es el progreso que se ha hecho en los métodos de la ciencia, hoy podríamos estar repitiendo algunos de los errores del pasado.

Algunos historiadores de la ciencia hacen un santo y seña de no referirse a los conocimientos científicos en el estudio de la ciencia del pasado. En cambio yo utilizaré los conocimientos actuales para aclarar la ciencia pasado. Por ejemplo, aunque podría ser un ejercicio intelectual interesante tratar de entender cómo desarrollaron los astrónomos helenísticos Apolonio e Hiparco la teoría de que los planetas giran alrededor de la Tierra en órbitas epicicloidales en bucle utilizando sólo los datos que estaban a su disposición, esto es imposible, porque gran parte de los datos que utilizaron se perdieron. Pero sí sabemos que en la antigüedad la Tierra y los planetas giraban alrededor del Sol en órbitas casi circulares, tal como lo hacen hoy y, mediante el uso de este conocimiento, seremos capaces de entender cómo los datos que tenían disponibles los antiguos astrónomos podrían haberles sugerido su teoría de los epiciclos. En cualquier caso, ¿cómo puede alguien hoy en día, leyendo sobre astronomía antigua, olvidar nuestro conocimiento actual de qué gira realmente en torno a qué en el sistema solar?

Para los lectores que quieren entender con mayor detalle cómo el trabajo de los científicos anteriores se ajusta a lo que realmente existe en la naturaleza, hay “notas técnicas” en la parte posterior del libro. No es necesario leer estas notas para seguir el texto principal del libro, pero algunos lectores pueden aprender algunas cosas extrañas de la física y la astronomía a partir estas notas, como lo hice yo en su preparación.

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Ahora la ciencia no es lo que era en su inicio. Sus resultados son impersonales. La inspiración y el juicio estético son importantes en el desarrollo de las teorías científicas, pero la verificación de estas teorías se basa finalmente en pruebas experimentales imparciales de sus predicciones. Aunque las matemáticas se utilizan en la formulación de las teorías físicas y en la elaboración de sus consecuencias, la ciencia no es una rama de las matemáticas, y las teorías científicas no pueden ser deducidas mediante el razonamiento puramente matemático. La ciencia y la tecnología se benefician mutuamente, pero en su nivel más fundamental la ciencia no se lleva a cabo por ninguna razón práctica. Aunque la ciencia no tiene nada que decir a favor ni encontra sobre la existencia de Dios o de la vida del más allá, su objetivo es encontrar explicaciones de los fenómenos naturales que son puramente naturalistas. La ciencia es acumulativa; cada nueva teoría incorpora como aproximaciones teorías que fueron exitosas anteriormente, e incluso explica por qué estas aproximaciones funcionan, cuando funcionan.

Nada de esto era evidente para los científicos del mundo antiguo o en la Edad Media, y se aprendió sólo con gran dificultad en la revolución científica de los siglos XVI y XVII. Nada como la ciencia moderna fue un objetivo desde el principio. Entonces, ¿cómo es que llegamos a la revolución científica, y más allá de ella hasta donde estamos ahora? Eso es lo que debemos tratar de aprender a medida que exploramos el descubrimiento de la ciencia moderna.

El libro estará disponible a partir del 17 de febrero del 2015.

(Imagen: To Explain the World: The Discovery of Modern Science)

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