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Una carta-regaño al niño dios

Alberto Mario Cortés le escribió una carta al niño dios en la que le hace un merecido reclamo por sus favoritismos, que facilitan la discriminación y la desigualdad. La carta se centra en todas las ‘bendiciones’ que habría recibido Bill Gates:

Primero, lo hiciste nacer en los Estados Unidos, el mejor país del mundo para nacer en los años 50. No conforme con eso, lo hiciste hombre y blanco en una sociedad machista y racista. Para colmo de males lo hiciste superinteligente al obsequiarle un IQ de 160, regalito que también le diste a otro de tus hijos consentidos, Albert Einstein. En este punto aprovecho para preguntarte ¿por qué te reservas ese IQ de 160 solo para uno de cada 33.000 de tus hijos? ¿por qué no nos haces superinteligentes a todos por igual? Bueno, además lo hiciste nacer en una familia amorosa con un papá abogado que tenía ingresos suficientes para pagar la escuela privada Lakeside en Seattle, la cual tenía una terminal de computador de tiempo compartido que le permitió a Bill desarrollar a sus anchas su pasión por la informática. ¿Cuántos niños en todo el mundo tuvieron la oportunidad de tener acceso a un computador todo el tiempo que quisieran en 1968? Toda la serie de casualidades que le pusiste en el camino después le permitieron desarrollar su habilidad para la informática, logrando acumular más de 10.000 horas de entrenamiento siendo aún un adolescente.

También me da piedra que tu hijo Bill no te adora, no te reza, no te pide nada y le das más de lo que necesita sin pedírtelo, mientras que a los millones de esos ciudadanos de esos países pobres que viven metidos en las iglesias para salir de su situación, no los escuchas. Bill dice que es “agnóstico” pero ese no es más que un término que utiliza la gente famosa para evitar decir que es atea, por aquello de cuidar su imagen. Entonces aquí va otra de esas cosas que no entiendo: tus hijos que reciben una inteligencia de genios, ese mismo poder de análisis y deducción los lleva a concluir que tú no existes (Einstein era igual). ¿Por qué haces eso? ¿Qué es lo que pretendes escondiéndote de ellos y apareciendo como parte integral de las vidas de los demás? Mejor no cuestiono lo que hay en tu mente porque seguro eso escapa a mi comprensión.

Pero bueno, esta era una carta para pedir mi regalo, no para hacer reclamos. Solo quiero que me des un regalo esta navidad: quiero que a mí y a todos tus hijos nos trates por igual. En otras palabras, deja de consentir tanto a unos pocos y trata de repartir mejor tus bendiciones porque esto por acá está bien jodido y la verdad es que con esa discriminación no estás ayudando mucho. Trata de repartir mejor la inteligencia, la justicia, el dinero, la bondad, los padres amorosos con sus hijos, la felicidad en general, y verás que en vez de tener tanta gente pidiendo, vas a tener mucha gente por fin viviendo sus vidas plenamente, aunque pocos de tus hijos reconocerán que estás ahí, pero no creo que seas tan soberbio como para no hacer ese pequeño sacrificio por nosotros tus hijos. Gracias por atender mi carta y disculpa por el tono de reclamo pero creo que te lo mereces.

En aras de la veracidad, voy a hacer dos precisiones que no le quitan peso argumentativo a la carta: Primero, el IQ no es sinónimo de inteligencia, ni sirve para medirla. Segundo, Bill Gates —al parecer por influencia de su esposa, Melinda— ahora ya cree en dios.

En todo caso, la carta-regaño viene muy bien: es innegable que este no es el más equitativo de los mundos posibles, algo que ningún dios benevolente medianamente interesado en el destino de la humanidad podría pasar por alto.

(Imagen: RobertoUrrea via photopin cc)

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