Peter Piot, médico en el equipo que investigó en 1976 el primer brote conocido de Ébola en el mundo, fue entrevistado por el Der Spiegel. Piot recuerda que la primera oleada de víctimas se debió a monjas católicas misioneras que simplemente desatendieron el protocolo médico más básico:
SPIEGEL: En últimas, ustedes descubrieron que las monjas belgas habían extendido involuntariamente el virus. ¿Cómo sucedió eso?
Piot: En su hospital, ellas daban regularmente inyecciones de vitaminas a mujeres embarazadas con agujas no esterilizadas. Al hacerlo, infectaron a muchas jóvenes en Yambuku con el virus Ébola. Le dijimos a las monjas sobre el terrible error que habían cometido pero, en retrospectiva, creo que fuimos demasiado suaves en la elección de palabras. Las clínicas que fallaron en observar esta y otras normas de higiene sirvieron como catalizadores en todos los brotes adicionales de Ébola. Ellos aceleraron drásticamente la propagación del virus o hicieron posible la propagación en primer lugar. Incluso en el actual brote de Ébola en África Occidental, los hospitales, lamentablemente, jugaron este ignominioso papel desde el principio.
Desde ¡1870! se sabe que para reutilizar agujas de manera segura es necesario esterilizarlas. Gracias a las monjitas, murieron 280 personas.
Como de costumbre, los guiados por dios se las arreglan para causar una impresionante cantidad de sufrimiento.